Capítulo cuarenta y nueve

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La capa de nieve que se ha formado durante la noche es lo suficientemente gruesa como para cubrirme los tobillos. Admito que las toscas botas de lluvia no son precisamente el complemento ideal para mi ropa, pero evitan que se me congelen los pies de camino a la casa de Andrew que, gracias a Dios, queda cerca.

Golpeo la puerta porque el timbre está cubierto por una delgada capa de hielo y juego con un mechón de pelo que se ha salido de mi gorro de lana mientras espero a que alguien venga a abrir.

Estoy nerviosa. Voy a ver a Félix por primera vez en meses y, tal vez, podamos discutir sobre los anónimos. Sí, debí decirle antes sobre la existencia del acosador para evitar que se enterara de la peor manera, pero aún así no habría cambiado nada. Él no me quiere lejos de Félix, me quiere lejos de la ciudad. Y yo no estoy dispuesta a irme.

Y tampoco estoy dispuesta a quedarme sin sexo. Anoche tuve que tocarme a mí misma para calmar la abrumante necesidad de follar que no me dejaba pensar. Es curioso cómo puedo excitarme incluso cuando sé que hay un acosador suelto por ahí, capaz de entrar a mi casa mientras duermo.

La puerta se abre cuando estoy meditando si comprar o no un cuchillo de cocina japonés para dejar bajo la almohada. Félix aparece en el umbral, imponente como siempre y con cara de pocos amigos.

-Vecchio, ¿qué mierda estás haciendo aquí? -saluda cordialmente-. Te dije que no quiero volver a verte cerca de mi familia.

Su cuerpo cubre por completo la puerta, por lo que no puedo escabullirme dentro, pero no hay forma en que este tipo me diga qué hacer. No es el único que vive en la casa, al fin y al cabo.

-Sí, lo dijiste -concuerdo-. Pero a estas alturas deberías saber que la mitad de lo que me dices me vale madre. Así que hazte a un lado.

-Es mi casa, Vecchio. No eres bienvenida. Vete ya.

-Nunca fui bienvenida, pero tampoco te importó mucho cuando me...

-¡Silencio! -brama, empalideciendo-. Si quieres pasar, pasa, pero no vuelvas a mencionar nada de... Eso.

-Okey.

Camino hacia adentro y veo con placer como se aparta para dejarme lugar como si fuera una diva de Hollywood. No sé si me respeta, me teme o me detesta. Tal vez las tres. Lo cierto es que me hace sentir poderosa. Me gustaría llamar al colegio entero y decirles "¿ven? Este es el director diabólico al que tanto le temen". Me gustaría que Andrew viera que su padre es mucho más débil de lo que aparenta.

-Vamos a mi estudio -lo escucho hablar a mi espalda.

-¿Disculpa? -Me giro para enfrentarlo y él clava su mirada más intimidante en mis ojos. Me recuerda tanto a él que de repente tengo ganas de vomitar.

Cierra la puerta de entrada y sin dejar de mirarme dice:

-No hablaremos en ningún lugar donde mi esposa o mi hijo puedan vernos. A mi estudio. Ahora.

-No.

-¿No? ¿Tienes el descaro de meterte a mi casa y hacer lo que te da la gana? ¿Sabes lo que pasaría si el inútil de Andrew te ve?

-No lo sé, tal vez pensaría que llegué a tiempo para ver Sex Education con él.

La expresión de Félix se descoloca.

-¿Qué?

-No vine a verte a ti, imbécil -espeto, aunque no es del todo cierto-. Vine a ver una película con... ¿Cómo lo llamaste? Ah, sí. Con el inútil de Andrew que, dicho sea de paso, lo poco que tiene de inútil lo heredó de ti, que no sabes manejar ninguna situación correctamente a pesar de tener cincuenta años.

Los Secretos Y Mentiras De Melody Vecchio (+18) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora