Capítulo 4

8.4K 533 3
                                    

Me quedé petrificada mirando sus hermosos ojos esmeralda pero él me lanzó una mirada despreocupada antes de volverse irritado hacia Chase, quien aún se mataba de risa en el suelo. Me quedé muy quieta, a la espera de que él me reconociese o algo pero no fue así. No se acordaba de mi y no me había reconocido.

- Oye, siempre es así?- me preguntó después de observar detenidamente a un Chase que luchaba por respirar. Me encogí de hombros tratando de parecer indiferente. Al parecer lo conseguí.

- Acabo de llegar hace una media hora. Me hizo lo mismo que a ti y lo dejé fuera de la habitación solo en calzoncillos.- le dije con simpleza. Él me miró con interés..

- Soy Aaron Mathews y al parecer vuestro nuevo compañero de cuarto.- ¿No me digas genio? Evit´con todas mis fuerzas rodar los ojos o bufar.

- Ginebra. Puedes llamarme Gin.- le dije y sin pararme a ver si ya se había acordado de mi, huí a mi habitación con la pobre excusa de que tenía que deshacer las maletas. Una vez dentro, cerré la puerta con un poquito bastante más de fuerza de la estrictamente necesaria. Con un suspiro de abatimiento me despegué de la puerta y arrastré mi maleta hasta mi cama. Me había llevado mis propias sábanas, así que las coloqué y luego pasé a ordenar mi ropa en los cajones. Ciertamente no me importaba demasiado el hecho de tener que compartir la habitación con dos chicos mayores que yo. Un poco estresada, deciidí ir a desahogarme al gimnasio de la univeresidad. Como todavía faltaba una semana para que empezasen las clases, solo estaban abiertos el gimnasio, la cafetería y el comedor y la biblioteca a parte del edificio de oficinas principales. Cogí mi mochila de deporte y en ella metí ropa de repuesto. Me  puse unos shorts grises deportivos, una camiseta azul de tirantes y unas deportivas blancas. Me colgué los guantes amarillos al hombro y salí apresuradamente de mi habitación. Mi intención había sido en un principio salir sin que nadie me viera pero al parecer no era mi dia de suerte.

- Hey, vas a entrenar?- me preguntó Chase con una ilusion propia de un niño pequeño por navidad. Bufé, rodé los ojos y asentí lentamente. Él sonrió abiertamente y me indicó con un gesto que le esperase.- Dame dos minutos que me cambie y coja mis guantes.

Y dejándome perpleja al lado de la puerta despareció en su habitación tres minutos para luego salir con ropa deportiva, una bolsa y sus guantes de boxeo rojos. Que poco original! 

- Arg, está bien, pero que ni se te ocurra molestarme mientras entreno.- lo advertí señalándolo con mi dedo índice muy seriamente. Él posó su mano donde debería estar su corazón e hizo como si lo jurara. Puse los ojos en blanco de nuevo y salí de la habitación sin esperarlo. Caminé a paso rapido hasta el ascensor y una vez estuvimos ambos dentro, bajamos en un silencio propio de los ascensores. Es decir, incómodo.

- De dónde eres?- me preguntó con un matiz de curiosidad en la voz.

- España. Tu?

- Londres. Pero hasta este año vivía en México.

- Yo fui a México! Bueno, y a otros muchos sitios...- mascullé pensativa.

- Te gusta viajar?

- Oh, dios, no! Odio los aviones, me dan un pánico horrible porque en cualquier momento se puede hacer una avería y caer en el océano sin que los pasajeros podamos tener tiempo siquiera de decir "ardilla" y...

Me pasé todo el viaje que estuvimos en el ascensor diciendo todas las posibles muertes dolorosas que podría causar un avión. Creo que lo traumaticé un poquiiiito de nada (sarcasmo please).

- Vaya, creo que no me voy a volver a subir a un avión en mi vida.- dijo una vez estuvimos recorriendo el campus. Yo en realidad no sabía hacia dónde estábamos yendo, solo me dejaba guiar por Chase, lo que constituía una confianza extrema por mi parte sobre mi compañero de cuarto. Al fin, depués de recorrer un montón de jardines y pasillos, llegamos a un edificio un poco apartado con un cartel que decía "Gimnasio de la Universidad de Los Ángeles" entré alegremente y me sorprendió bastante el interior del edificio. Estaba equipado con un montón de máquinas así como practicamente un área específica para cada actividad. Era simplemente enorme. Y un pedazo de paraíso, a mi parecer. Lo malo? Que estaba atestado de gente. Lo bueno? Que toda esa gente eran hombres de entre 18 y veinte y muchos años sudorosos y homonados. Otras cosa mala? Que todos ellos me iban a ver boxear contra un saco el doble de grande y pesado que yo. Tragué saliva fuerte y me concentré en seguir a mi compañero por el interior hasta el área de boxeo. Una vez allí, dos hombres (porque a partir de la mayoría de edad yo ya los consideraba hombres) se nos acercaron. AL principio no me vieron (y eso que medía alrededor de 1´75 m) y se limitaron a hacer un saludo de machos pechos peludos con Chase. Ambos llevaban la misma cantidad impresionante de tatuajes por su cuerpo. Cuando por fin decidieron que yo existía, me miraron con diversión.

Boxeadora NO busca Boxeador [Wattys2016]Where stories live. Discover now