7. Panteón Marino

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Mar del Norte, verano

Sasha Greyson

El bamboleo que sacudía con fuerza a la habitación provocó que me despertase sobresaltada, tirando las mantas al suelo y queriendo salir corriendo a través de la puerta cerrada. Sin embargo, bastaron unos segundos para que recordase que estoy a bordo del yate de Enchantress y no en mi casa. Me senté al borde de la cama e intenté calmarme, olvidando ese movimiento de un lado para el otro que hacían las paredes del cuarto. Sonrío al recordar que mamá insistió en que me tomase unas pastillas contra el mareo, pues de otra forma, toda la noche hubiese estado vomitando pegada al inodoro.

No pasa mucho rato para que el bamboleo cese en intensidad y se vuelva en casi imperceptible para mis sentidos. Agradezco en silencio al dios Poseidón y también a Aquaman antes de meterme al tocador para lavarme la cara. El agua sale tibia, aunque el ambiente esté más frío que el polo norte. Me apresuro en secarme las manos y busco en mi maleta la ropa térmica que Mili insistió que empacase. Cada centímetro de mi cuerpo se estremece de alivio cuando ya estoy vestida como esquimal para salir a la cubierta del yate.

El inconfundible y tan afilado olor a mar penetra en mis fosas nasales apenas asomo la cabeza fuera de las escaleras interiores. El clima está tan gris como nuboso, y hasta creo que está cayendo un poco de llovizna, pero no me detengo y sigo ascendiendo por las escaleras que llevan a la cabina de navegación. No tardo ni dos minutos en llegar allí, pero es suficiente para sentirme mareada por el agitar de las aguas contra la estructura del yate.

- Hola, Sasha. No te pregunto qué tal dormiste porque se te ve en la cara que estás a punto de vomitar.

- ¿Por qué tenías que mencionarlo? -digo en un intento de sonar graciosa-.

- Ay, pecas -exclama con la voz cariñosa-. Mira, primero ponte el chaleco salvavidas debajo de tu abrigo de cazadora de ballenas en el ártico.

- ¿Chaleco? ¿Qué tan probable es que nos hundamos?

- No hay mucha probabilidad de eso, pero sí que nos resbalemos o algo fuera de la borda. Y lo que nos matará es el frío del mar.

Permito que Enchantress me coloque el chaleco mientras cierro los ojos para olvidarme un poco de cómo las metálicas paredes de la cabina se agitana hacia los costados. Sin embargo, mis pestañas se abren cuando siento una presión en la muñeca.

- Pulseras contra las náuseas. Te ayudaran a calmar tus mareos. Solo ejercen una presión específica en los tendones de tu muñeca.

- ¿Tardarán mucho en hacer efecto? -susurro, con miedo de abrir la boca y convertir esos mareos en vómito-.

- Más o menos, pero tienes suerte de que sea precavida. Dame un minuto.

A los pocos segundos, mi nariz se inunda del refrescante olor a menta.

- Bebe esto. Es té de menta: la medicina perfecta contra el mareo náutico.

- ¿Y la azúcar?

- Nada de azúcar o te pondrás peor. Bébetelo todo que tengo un termo lleno de ese té.

Quince minutos después ya he recuperado el color en mi rostro y las paredes ya no me parecen que diesen vueltas con tanta brusquedad.

- No se ve tan complicado -exclamo al observar con detenimiento el panel de instrumentos y el volante-.

- Es que no lo es, pecas. Supongo que en el siglo pasado sí era una proeza navegar en alta mar. Pero la tecnología de ahora lo hace todo tan fácil. Además, es un yate a motor y no hay que preocuparnos por la dirección del viento y esas cosas.

SuspiroWhere stories live. Discover now