19. Miedo, Pecado y Deseo

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Tokio, enero de 2026

Leonor Kyle

Se había acabado la Navidad en un gélido suspiro invernal. Me alegraba que la cena de Nochebuena no hubiese terminado en una lucha de cuchillos a causa del desprecio de mi mamá hacia la novia de Jenevieve. Quisiera pensar que por fin ha recapacitado sobre no meterse en la vida de nosotras, pero eso es más difícil que pedirle peras al olmo.

De cualquier manera, estuve encantada de volver a estar en familia durante la Navidad. Sin embargo, mi corazón no dejaba de latir lleno de curiosidad por cómo se lo estaba pasando Sasha en Londres al lado de su rubia amiga. Y, claro, también me imaginaba lo gracioso que debió ser el momento en que abrió mi regalo. Seguro que la sorpresa y carcajadas invadieron a Sash tanto como me sucedió a mí con su obsequio. Yo le regalé una pluma y ella una agenda ejecutiva muy bonita, pero lo que ambas compartíamos era la frase inscrita "Para la segunda mejor economista del mundo". ¿Cómo habíamos pensado en lo mismo? Esa pregunta me sigue revoloteando en la mente como si fuese las alas de una mariposa cada vez que cierro los ojos.

¿Eso tiene que ser la señal de algo, no? No existen las casualidades ni el destino porque la realidad siempre se encuentra en un constante cambio provocado por nuestras decisiones.

Una teoría que decidí poner aprueba apenas pasaron las fiestas por Año Nuevo... ¿La razón? Sentí demasiados celos de Encantadora. Si bien Sasha no es de publicar muchas cosas en sus redes sociales, la señorita Miller sí que lo hace y más si es una fiesta. En los clips de video y fotografías se notaba lo mucho que se divirtieron celebrando un nuevo año en las playas de Ibiza. Sé que no es envidia lo que sentí porque yo también disfruté mi viaje a Dubái al lado de mi esposa. Lo que no entiendo es sin son celos porque Sasha tiene una nueva "mejor amiga" o si son celos que solo se justificarían debido a que sigo sintiendo amor por ella.

Los besos que me he dado con Tanya no han vuelto a ser los mismos desde la escena del muérdago. Me cuesta cerrar y abrir los ojos, ya que cada vez que lo hago deseo que la persona que me está besando sea Sasha y no mi esposa. Así que al separar mis pestañas me llevé una y otra vez la desilusión de no tener a mi Sash.

La señorita Greyson llegó ayer por la mañana al hotel finalizando así sus vacaciones. Lo hizo sin su amiguísima Enchantress. Tampoco me hago muchas ilusiones de que se hayan distanciado pues es segurísimo que la rubia se ha ido de viaje de negocios. Ojalá sea así para que yo pueda tener unos cuantos días a solas con Sasha.

Desde la salida nocturna al karaoke me hice muy amiga de Himiko. Además, a diario hablamos por WhatsApp y como el tema que nos une a ambas lleva por nombre "Sasha Greyson" pude descubrir muchos pasatiempos de mi amiga. No me interesa el destino. Esta mañana he forjado mi propio destino al despertarme muy tempranito, me enfundé mi ropa deportiva y salí antes que Sasha del hotel. Gracias a Himiko sé que los sábados Sash trota por un parque cercano y no va al estadio.

Quizá parezca estúpido lo que estoy haciendo. Más sencillo sería que casualmente nos cruzáramos en el lobby del hotel o -todavía mejor- en la reducida cabina del ascensor. Sin embargo, nuestro beso navideño sucedió gracias a la dulce culpa de estar entrenando. Ya no creo en el destino, pero sí en la suerte. Y siento que necesito mucha suerte para acercarme a su corazón.

Debe de parecer casual la mirada que crucemos. Es por eso que no ando como una leona achechando a su presa detrás de los árboles. Solo voy dando vueltas por el interior de los senderos del parque, sin mirar a los lados y manteniendo el ritmo. Mi smartwatch da un pitido indicándome que ya son las 7 en punto de la mañana. ¿Acaso no vendrá? No la culparía luego de un viaje tan largo desde Londres.

Avanzo unos cuantos metros más antes de detener la marcha para tomar un trago de rehidratante. Hace tiempo que no venía a ejercitarme a un parque, ya que es demasiada tentación estar en un lugar como est...

SuspiroWhere stories live. Discover now