3. Déjame quererte a mí.

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-Vanesa... vete por favor.-dijo con la voz quebrada.
-Pero Malú ¿cómo quieres que me marche?-dije desconcertada.
-¡Qué te vayas, Vanesa!-dijo llorando.
-No te entiendo, Malú, me besas y luego me echas de tu casa. Pues que sepas que no me pienso ir sin que me des de una vez una maldita explicación.-dije enfadada.
-Vanesa, joder, ¡¿es que no te das cuenta?! Llevo tiempo enamorada de ti.-gritó.
-Pues parece que tú tampoco te has dado cuenta de que yo desde que te vi vivo enamorada de ti.-dije marchándome de la cocina.
Cogí mi bolso y me dirigí a la puerta, quería irme, salir corriendo. Salí de la casa de Malú y me marché a mi casa, cogí a Pongo, agarré la guitarra y me marché al estudio. Allí podía relajarme y alejarme de todo cuando me sentía agobiada. Componía y me desahogaba entre las seis cuerdas de la guitarra. Por la noche alguien llamó a la puerta. Antes de abrir me limpié la cara, tenía todo el rimel por la cara, las consecuencias de desahogarse.
Abrí la puerta y allí estaba ella, bajo la lluvia, empapada. Nos miramos durante unos instantes hasta que ella rompió el silencio.
-Lo siento. Sé que no debía haberte hablado de ese modo. Desde lo de Manu me siento frágil. Temo a que me rompan otra vez. Pero hoy, cuando te has marchado, he sentido que debía arriesgarme, debía deshacerme de mis miedos. Debía de dejarme llevar y sentir. Vanesa, perdóname.-dijo cabizbaja.
-Pasa, estás empapada, mejor hablamos dentro ¿sí?-dije agarrándole de la mano.
-Siéntate en el sofá ahora te traigo una muda nueva, siempre tengo una por si acaso ya que no son pocas las veces que paso la noche aquí.-dije marchándome a por la ropa.
Le dí la ropa y se fue al baño a cambiarse. Cuando volvió se sentó a mi lado y yo la abracé.
-Estás congelada.-dije.
-Llevaba rato esperando fuera, no me atrevía a llamar.-dijo
-Tú y tus miedos... Malú, a veces hay que echarle cojones a la vida, ya no por tus sentimientos hacia mí, sino por ti, por tu bien. A veces te ciega mucho el miedo y no disfrutas como deberías. Malú, vida hay sólo una y debes disfrutarla. Y que sepas que estás perdonada.-dije acariciándole el pelo.
Me acerqué a su boca y la besé, fue un beso tierno, delicado. Cuando nos separamos pegó su sonrisa a mi boca. Era tan bonita... Volví a besarla, su boca me creaba una terrible adicción, cuando me separaba de su boca necesitaba besarla de nuevo. Pasamos un buen rato besándonos, hasta que escuchamos un trueno y Malú dio un respingo del sofá. Se me escapó la risa por su reacción.
-¿No me digas que te siguen dando miedo las tormentas?-dije riendo.
-No te rías, idiota, que lo paso mal.-dijo entre asustada y cabreada.
-Anda, ven que yo te abrace, miedica.-dije acercándola a mí.
Se acurrucó en mi pecho y nos quedamos en silencio. Se estaba tan bien con su cuerpo abrazado al mío...
-Vanesa...-dijo mirándome.
-Dime.-dije.
-¿Qué somos?-dijo.
-No lo sé.-dije mirandola.
-¿Quieres intentarlo?-dijo.
-Sólo si me dejas ayudarte a quitarte tus miedos.-dije acariciandole el cuello.
-Te dejo que me los quites.-dijo sonriente.
-Pues entonces sí, ¿y tú, quieres intentarlo?-dije.
-Me muero de ganas.-dijo.
Le agarré de la nuca y la besé como nunca, era un beso cálido, furtivo. Bajé las manos hacia su abdomen, introduciendo mis manos por debajo de su camiseta, ella llevó sus manos hacia mi trasero agarrándolo con fuerza. Pero de pronto alguien llamó a la puerta.
-No pienso abrir.-le susurré en los labios.
Seguí besándola apasionadamente y acariciando su tripa. Hasta que volvieron a llamar.
-Joder.-dije enfadada.
-Ve a abrir, anda.-dijo resignada.
Abrí la puerta y era mi ex, Carla.
-Va-Vanesa...-dijo llorando.
-¿Qué haces aquí?-dije impasible.
-Te echo de menos... Vuelve conmigo, por favor.-dijo sin parar de llorar.
-¿Otra vez, Carla? No pienso volver contigo, deja de intentarlo, olvídate de mí, sigue con tu vida como yo sigo con la mía.-dije seria.
-¿Estás con alguien, verdad?-dijo con odio.
-A ti eso debería importarte bien poco.-dije cerrando la puerta.
-Me dejaste por otra ¿verdad?-dijo mirando al interior del estudio.
-Adiós, Carla.-dije cerrando la puerta.
Malú salió de la pecera envuelta en una manta, se la veía muy tierna. Me acerqué a ella y la abracé.
-Te quería, eh.- susurró.
-Pero si fue ella quien me puso los cuernos, la pillé con su ex en MI cama. Tiré las sábanas.-dije riendo.
-Me encanta cuando ríes, tienes una risa muy bonita.-dijo dándome un pico.
-Tú sí que eres bonita.-dije agarrándola por la cintura.
-Nos estamos poniendo muy ñoñas, eh.-dijo divertida.
-¿Ya se te ha pasado el miedo, miedica?-dije riendo.
-Pues sí, increíblemente sí, serás tú, no sé.-dijo.
-Ñoña.-le susurré.
Empezó a reír ante mi comentario.
-Oye que había pensado una cosa, mi hermano Antonio tiene en su garage mi moto, la usaba cuando vivía en Málaga y he pensado que sería bonito irnos las dos con la moto a dar un paseo o si sabes tú de un sitio tranquilo para pasar el día las dos solas.-dije acariciándole la cara.
-¿Estás de broma? Me encantan las motos y me encanta el plan. Podriamos ir a un sitio al que yo suelo ir a hacer senderismo, es muy tranquilo y a las afueras de la ciudad. Se está muy bien.-dijo sonriente.
-Pues mañana vamos a pasar el día allí, apartadas de la ciudad, de la sociedad, solas tú y yo, ¿te parece?
-Me parece muchísimo.-dijo besándome.
La agarré de la cintura conduciendola hacia el sofá que habia en la cabina. La tumbé y estuvimos besándonos hasta que caímos rendidas de sueño. Había sido un día muy intenso.

Los rayos del sol ya asomaban por la ventana del estudio, Malú aún dormía por eso me permetí el lujo de observarla mientras dormía. Era sumamente preciosa. Su cara era el vivo reflejo de tranquilidad y paz, estaba acurrucada en mi pecho.Una manta cubría nuestros cuerpos, era mediados de noviembre y en Madrid el frío ya calaba. Le di un beso en los labios cuando ella sonrió y susurró:
-Buenos días.
-Buenos días, preciosa.-respondí acariciándole la cara.
Empezamos a besarnos, así estubimos un buen rato hasta que fui yo quien la frene.
-Ey, besucona, levanta tu precioso culo si quieres ir a pasar el día donde dijiste.
-Mh... Creo que prefiero pasarlo aquí, contigo.-dijo besándome de nuevo.
¿Quién era yo para negarme a sus besos? Ya iríamos otro día, hoy tocaba día de besos y quién sabe qué más.

TrampasWhere stories live. Discover now