10. Go all the way

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He sido una testigo silenciosa de incontables historias y escenas románticas; con algunas hasta he llegado a emocionarme tanto, como si fuera la primera vez que atestiguo un suceso de esa índole

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He sido una testigo silenciosa de incontables historias y escenas románticas; con algunas hasta he llegado a emocionarme tanto, como si fuera la primera vez que atestiguo un suceso de esa índole. Esta es una de esas historias en donde incluso quisiera decirle al sol que desaparezca por un tiempo y me permita seguir contemplando como se desarrollan los hechos, pero, si hiciéramos eso, acabaríamos con los humanos en su totalidad y entonces volverían los días aburridos sin nada qué contar. Así que debo conformarme con conocer sólo la mitad de lo que sucede realmente, ¿triste? Sí, lo es, pues mi compañero no coopera y posa su único ojo sobre temas banales que muchas veces son irrelevantes para mí. Lo divertido siempre pasa en mi turno, y, curiosamente, esta es una historia que ha visto sus mejores momentos durante mi vigilancia. Como este, en donde he atestiguado su primer, segundo y tercer beso; debo admitir que en cierto punto dejé de contar. Ni siquiera el clamor de los comensales del restaurante fue capaz de separarlos una vez que unieron sus labios. Ahora, los veo compartir miradas y sonrisas cómplices mientras salen tomados de la mano del local y se dirigen hacia donde la carroza de metal se encuentra inmóvil esperando por sus ocupantes. Antes de subirse, Levi toma de uno de los compartimentos una bufanda azul oscuro que posa sobre el níveo cuello de Mikasa.

—Ten, para abrigarte un poco más. Ahora recordé que la traje conmigo, aunque no sé si te guste ponerte eso.

—Oh, gracias. Sí me gustan, tenía una roja que me regalaron, pero ya no me agrada mucho usarla. —Dijo, recordando al chico que se la había dado como obsequio en su primer cumpleaños lejos de su hogar. Aquel muchacho del que había estado platónicamente enamorada por tres años y que la había decepcionado tanto, irónicamente, también en su cumpleaños.

—Yo no la uso, puedes quedártela, si quieres. La había traído para que te cubrieras, pero en mi adolorido estado anterior olvidé mencionarla. Lo siento.

—Si vuelves a disculparte, no me dejarás otra opción que besarte de nuevo. —Habló en un tono de fingida advertencia, mientras ocultaba su barbilla bajo la nueva prenda.

Él la observó expectante, contemplándola por un momento, antes de hablar finalmente —Perdón, en serio estoy muy arrepentido. Discúlpame de verdad, me siento tan mal... —Su corto soliloquio fue interrumpido por una tibia boca que lo acallaba con premura.

—¿Quieres ir a tu casa o a la mía? —Preguntó ella, recuperando el aliento y comenzando a sentir cómo la adrenalina que la llenó de valor para dar ese paso se iba desvaneciendo lentamente de su sistema.

—Mmmm voto por ir a la tuya, así tendré el agrado de conocer personalmente al noble Poe.

—Ah. Ojalá esté de buen humor. —Mencionó en tono bajo, tanto que la frase fue apenas audible.

—¿Dijiste algo?

—Nada. Vamos.

Y así, con esa indicación, el vehículo arrancó sonoro para dirigirse a su destino. Giraron a la izquierda en la calle Rose, para luego seguir recto por el boulevard principal, hasta llegar al humilde edificio de apartamentos para los pocos estudiantes privilegiados con un espacio, concedido por la Universidad Central. Una vez ahí, los vi descender lentamente, con Mikasa abrazándose para minimizar los efectos del frío ambiente en su cuerpo. Mientras él caminaba sereno, con las manos dentro de sus bolsillos, observando despreocupado los alrededores.

Night ChangesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora