Mi regalo para Fuyu-kun

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Como minino de casa, no puedo dar grandes obsequios como los que los humanos suelen regalarse; para ser sincero y exponiendo mi gran orgullo y narcisismo natural felino, el mejor regalo que le puedo dar a mi dueño es mi presencia en su vida. Pero algunas veces eso no es suficiente y tengo que darle algo más.

Después de la muerte de Baji-kun, Fuyu-kun entró en una profunda depresión que amenazó incluso en hacerlo dejar la pandilla que tanto adoraba, él sentía que no podría continuar en ese lugar, y yo lo entendía también. Mi dueño se la pasaba en la cama, ya no lloraba tanto pero tampoco sonreía como siempre lo hacia. Cada que miraba a mi dueño, era como ver un hermoso sol lleno de brillo, cálido y hermoso, Fuyu-kun era el ser más brillante que haya conocido en mi existencia, pero ese sol comenzaba a apagarse y eso me asustaba; tenia miedo que Fuyu-kun no volviera a sonreír nunca más. Entonces comencé a pensar en algo que le pudiera levantar el animo.

Cuando me abandonaron, creí que nunca mas volvería a confiar en otro humano, creí que todos eran malos y que no merecían que alguien los amara, entonces apareció Fuyu-kun, con golpes en la cara, cabello amarillo, ojos brillantes, me sostuvo en sus manos y me sonrió, era el ser más brillante que nunca había conocido, confié en él de inmediato. Desde que él me salvó, me prometí a mi mismo que lo protegería de todo lo malo y que siempre estaría a su lado, al menos el tiempo que mi corta vida gatuna me lo permitiera. Dejarlo apagarse no era algo que dejaría que pasara, pero cada cosa que hacia para verlo mejor, no funcionaba. Intenté que jugara conmigo como siempre, pero no me hacia caso. Me restregaba en sus pies y él me acariciaba la espalda, pero eso no lo hacia sonreír. Una vez le mordí el dedo de la mano pero solo hizo una mueca y me alejó, comenzaba a quedarme sin ideas. 

—Sé lo que haces, Neko-chan—. Me dijo la madre de Fuyu-kun una vez mientras veíamos televisión, Fuyu-kun se había ido a la escuela. La miré—. Has estado pendiente de él más que de costumbre, eso me alegra, comprueba que los gatos no son tan egoístas como los pintan. También estoy preocupada por él, pero ha perdido a un buen amigo, ellos dos eran inseparables, si quieres ayudarlo, solo quédate a su lado.

Pero eso no me servía, yo quería que Fuyu-kun estuviera bien, no quería que dejara de ser él, solo quería verlo sonreír. Pero no había nada que pudiera hacer. Solo soy un gato, los gatos somos muy diferentes a los humanos, obviamente. Entonces, mientras veía la televisión al lado de la madre de Fuyu-kun, comprendí que siendo un gato, tenia que animarlo de l amanera en la que me gustaría que me animaran a mí, asi que me levanté del sillón y fui a buscar mi juguete favorito, pero no recordaba donde estaba asi que tuve que buscarlo por todo el departamento, al final lo encontré debajo del sillón, lo tomé con el hocico y me trepé en la cama de Fuyu-kun, dejé el juguete en su almohada y esperé a que llegara de la escuela. Cuando llegó, apartó el juguete y se acostó a dormir. Eso no había funcionado, pero no me rendiría, le daría algo que lo haría sonreír otra vez.

Durante un par de días continúe poniendo mis juguetes en su cama, pero no funcionaba, él me seguía ignorando, y no era algo que me doliera mucho pues a veces yo también lo ignoraba cuando él quería jugar conmigo, quizas ahora pagaba por mi egoísmo, lo que en realidad me dolía era verlo triste. Mi mayor deseo y mi meta en la vida era que mi dueño fuera feliz, pero no lo estaba logrando. Era una vergüenza para todos los gatos. Aunque no lo parezca, los gatos solo queremos proteger a nuestros dueños, pero somos perezosos y un poquito egoístas, por eso muchas veces los ignoramos.

Un día en que Fuyu-kun salió, no se a donde, me senté en el balcón a pensar en lo que podía hacer por él, era mi ultima oportunidad, si no lo lograba entonces me rendiría y dejaría que él siguiera con su vida, quizas en ese momento mi cercanía con él disminuiría, tenia que arriesgarme, ya lo había intentado casi todo, solo quedaba hacer lo ultimo. 

Algunas veces los gatos damos obsequios a nuestros amos (aunque realmente los amos somos nosotros), para agradecerles por todo lo que han hecho por nosotros, yo no le había dado algo como eso a Fuyu-kun, asi que decidí hacerlo. Salté por el balcón y me perdí en el patio buscando algo que pudiera darle, perseguí una mariposa amarilla que aleteaba cerca de mi y cuando estaba por alcanzarla volaba más alto, luego bajaba y volvíamos a hacer lo mismo. La dejé de seguir cuando voló demasiado alto hasta casi llegar al cielo (eso me pareció a mi), estaba demasiado lejos de mi alcance asi que la deje seguir con su vida. Yo me perdí buscando algo para Fuyu-kun. Intenté cazar un ratoncito, pero me contuve al ver que entraba a su madriguera, no pude alcanzarlo. Caminé por horas y horas. Me metí en un callejón donde me persiguió un gato grande y gordo con heridas en la cara, luego un perro estuvo a punto de alcanzarme de la cola, pero salté a una barda para ponerme a salvo. Ahí contemplé el atardecer que comenzaba a dibujarse, estaba muy lejos de casa, pero no quería volver hasta que encontrara algo que pudiera alegrar a mi dueño. Soy un gatito fiel. 

Cuando la primera estrella de la noche comenzó a apreciarse en el alto y tan lejano cielo, encontré lo que buscaba, una lagartija solitaria que corría por ahí cerca de mi, ella no me vio, solo caminaba por la tierra, yo me puse en posición de ataque y esperé; era una lagartija bonita, de color verde y toques amarillos, tenia una cola larga y era pequeña, seguramente le gustaría mucho a mi dueño; esperé un poquito y cuando menos lo esperó, me lance a ella tomándola entre mis colmillos, intenté no lastimarla pero soy un gatito salvaje que no puede controlar sus instintos de cazador. La sostuve con fuerza y decidí volver a casa seguro que a Fuyu-kun le gustaría mucho mi obsequio. Para cuando decidí volver ya era de noche.

Al llegar a casa, las luces de la habitación de mi dueño estaban apagadas, él dormía, asi que decidí guardar mi obsequio cerca de mi caja de arena y dárselo a la mañana siguiente. Esa noche estaba tan feliz que no podía dormir asi que salí a juguetear afuera cazando grillos, luego tomé una siesta en los columpios del parque cerca de nuestro departamento. Miré las estrellas y volví a quedarme dormido. Me gustaba mucho ser un gato pues siendo un lindo minino puedo tener la libertad que me gusta, puedo ir a donde yo quiero, pero siempre término volviendo con mi dueño. Cuando amaneció, decidí correr por ahí para estirar las piernas, luego volví a casa cerca del mediodía. 

Entré por el balcón y fui en busca de mi regalo, lo tomé y lo dejé en la almohada de Fuyu-kun, luego esperé a que llegara, pero no apareció asi que me terminé durmiendo al lado de mi obsequio. Desperté cuando sentí que alguien acariciaba mi espalda.

—Creí que te habías marchado, Peke J. Ayer no pude encontrarte en todo el día y tuve miedo que te fueras.

El semblante de mi dueño era de miedo y tristeza. Maúlle y ronronee para hacerlo sentir un poquito mejor. Luego me restregué en su mano y tomé mi obsequió dejándolo cerca de él, él lo miró y luego me miró a mi, entonces ocurrió algo que no me esperaba, Fuyu-kun soltó una carcajada y me abrazó.

—Gracias, Peke J, pero no como eso, aunque es muy tierno que te preocupes por mí—. Yo ronroneaba en sus brazos—. Sé que te he tenido un poco olvidado y lo siento, no era mi intención, pero ahora sé que estas conmigo y te preocupas por mi. Gracias, Peke J, prometo cuidarte mejor.

No sabia a que se refería con eso de cuidarme y de comerse mi obsequio, solo lo había llevado para que se sintiera mejor no para que lo comiera; pero él había reído gracias a mi asi que mi plan había funcionado, él parecía un poco más animado y eso me hacia feliz.

—¿Quieres que te cepille el pelaje?

Realmente no quería pero si eso lo hacia sentir bien entonces lo dejaría. 

Fuyu-kun me cepillo el pelaje mientras me contaba cosas, yo lo escuché con atención, me gustaba cuando hablaba conmigo y él decía que yo no lo entendía pero que siempre lo escuchaba con atención. Fuyu-kun no sabia que siempre lograba entenderlo, saber que era lo que decía y pensar en ello cuando él dormía y yo permanecía a su lado. Me gustaba hacerlo feliz, pasar tiempo con él y verlo sonreír. Me gustaba cuando volvía a brillar con intensidad.


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