9. Todos los atardeceres a tu lado son perfectos.

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Capítulo 9. Todos los atardeceres a tu lado son perfectos.

Presente.

—No estés inventando chavala jodida, ¿Cómo es que ya no le hablas al papasito de Lenin Hack? —cuestionó Adán González, uno de los pocos, por no decir, único, amigo que tenía en la universidad. El desgraciado que me dejó tirada en la fiesta de hace unas semanas.

—Se cansó de mí, qué puedo decir —acepté con honestidad, cansada de interpretar el papel de la chica segura y que no le importa nadie, pensé en eso y agregué: —No me mal interpretes, no estoy dolida ni nada. Ya sabía que pasaría algún día.

Eso último era mentira, nunca pensé que Lenin se aburriría de esperar que yo cambiara, a como yo me aburrí de él y solo lo usaba como un amigo al cual le tenía muchas ganas.

Pero al final era un amigo, era como mi mejor amigo que tuve en ese momento, cuando lo tenía contento.

Sí, yo era una persona muy solitaria en amistades, pero demasiado acompañada en el amor, pensé con ironía, cada vez me quedaba más sola, desde mi especie de "segunda ruptura" con Lenin, y la incorporación de Zedler a mi vida, las cosas se balancearon por si solas, por lo cual no tenía ninguna especie de dolor o malestar por lo sucedido, solo lástima, una profunda lástima que sabía que se me olvidaría en un par de capítulos más.

—Que lástima que no es bi o gay, como para tirarle la onda —replicó Adán, con un deje burlón, le lancé un pétalo de flor blanca que estaba arrancando en ese momento, nos encontrábamos en un café de la universidad que vendía muy buenos batidos naturales, llamada La Tortuga, mi mirada fija en la biblioteca que estaba enfrente, tratando de reconocer las nuevas caras de los alumnos de nuevo ingreso, y quizá una nueva víctima, esas fechas eran las mejores para encontrar carne fresca, considerando que me faltaba poco para salir de la universidad.

—De todas formas te hubieras enfrentado a mucha competencia, mi prima, la chica de la uam que te conté el otro día, y quien sabe cuántas más que desconozco, ya sé, era un partidazo, pero no me digas que no debí haberlo dejado, que no fue una ruptura, esa ruptura fue hace rato y no recuerdo cómo fue, pero esto es mucho peor porque ya no somos amigos siquiera —contesté, me recosté en la mesa y seguí observando a las personas, tratando de pensar en cómo serán sus vidas, tan aburridas y típicas, indignas de una historia.

O quizás, más interesantes que la mía.

—¿Son celos los que escucho de tu boca, Juli? Me sorprendes —replicó Adán, le saqué el dedo y él se rió a carcajadas—. Anímate, quizá alguno de los de nuevo ingreso te pueda gustar y así olvidar a Lenin.

—No me preocupa, ya tengo su reemplazo —dije antes de tomar un sorbo de mi batido de leche con chocolate y galletas oreos.

—¿Se puede saber quién es la próxima víctima? —preguntó él.

—¿Conoces al pega corazones, Zedler? —dije con una sonrisa involuntaria. La apagué a propósito para que no se me notara mi entusiasmo con él.

—Cómo no voy a conocer al que me ayudó con mi última ruptura amorosa, sus servicios son buenos, deberías probarlos —respondió Adán con una sonrisa risueña.

—No, me refiero a que él es mi próxima víctima, será el próximo al que le romperé el corazón, y esta vez será el corazón roto más fenomenal porque haré que me ame y lo romperé al completo, no a medias, como los de siempre, tanto que no podrá recuperar su corazón en su propio club de Pega Corazones —declaré exagerando.

Conchale... me gustaría ver cómo resulta eso —dijo Adán con simpleza, sacó su teléfono y me pidió que nos tomemos una selfie, posé con mi batido y le pedí que me etiquetara. A lo que comentó: —Es más, veremos si viene con esta historia, veamos si lo tienes comiendo de tus manos o de tus pies. Eso sí, ¿no que Zedler era amigo de Lenin?

Te Romperé y Me AmarásWhere stories live. Discover now