Capítulo cuatro

40 8 2
                                    

Esa noche Damianos sueña muchas cosas. Sueña que está atrapado en un habitación que no conoce, que le duele tanto todo que lo único que desea es desaparecer, y que en el fondo de la sala, justo debajo de un enorme tapiz y unas ventanas tapiadas, hay un hombre desconocido sentado en una extravagante silla, situada justo en el centro de la amplia cámara. Lo observa impávido desde su trono, con una mueca sádica y de disfrute que provoca que las alarmas de Damen se activen. La última vez que alguien lo miró así, las cosas no terminaron demasiado bien.

Se intenta poner en pie, o al menos esa es su intención. Sin embargo, por mucho que trata de escapar, o de reincorporarse, de gritar o de moverse, no ocurre nada. No puede por más que lo intenta una y otra vez. Está congelado, anclado al suelo a pesar de que no existe nada que lo retenga allí. Paralizado y desprotegido bajo la mirada de un hombre que no ha visto en su vida, y que parece disfrutar de su desesperación y dolor por alguna extraña razón que escapa de su comprensión. No deja de intentarlo por lo que parecen horas, aunque el resultado siempre es el mismo; permanecer agonizante bajo su yugo una y otra vez, a sus pies, mientras trata cada vez con más angustia de marcharse de ese extraño sitio.

No sabe cuanto tiempo transcurre hasta que de repente, el desconocido rompe el silencio, abandonando su asiento y emprendiendo un lento camino hacia su víctima, hacia él. Un pánico atroz, arrollador e inexplicable lo engulle al ser consciente de lo real que parece su figura, los pasos, lentos pero seguros, resonando por todo el habitáculo. Damianos permanece allí tirado en el suelo, congelado por el pavor que lo inunda y lo destroza, con la respiración acelerada y el corazón tan errático que debe de estar sufriendo una taquicardia, hasta que no quedan más de unos cuantos metros entre ellos.

—Se te acaba el tiempo —le anuncia la voz de sus pesadillas, una sonrisa maquiavélica adornando sus labios—, y el juego no ha hecho nada más que comenzar.

—————— ··· ——————

Damen se despierta con la sensación de tener el corazón a mil, envuelto en una gruesa película de sudor frío y con las mantas desparramadas por toda la habitación. Está de nuevo en su forma humana -supone que habrá mutado en algún momento durante el sueño- y con el mismo crudo dolor que lleva padeciendo toda la noche y gran parte de la semana, pero sin rastro de la extraña habitación o del misterioso hombre cuyos rasgos es incapaz de recordar.

El dormitorio donde él se halla está a oscuras y no escucha ningún otro ruido aparte de sus propios jadeos, lo que le confirma su sospecha de que se encuentra totalmente solo en la habitación. Está todo muy oscuro -la luz que se filtra por los tablones de madera es tan mínima que no es suficiente ni para ver su propia mano- y tiene el estómago revuelto, consecuencia de haber muerto, haber revivido y haber ingerido sangre de vampiro.

Un escalofrío lo recorre al pensar en la cantidad de cosas que han ocurrido en las últimas horas. Su corazón sigue frío y parado en su pecho, sin ninguna señal o indicio de que algún día sea capaz de retomar su marcha. No obstante, su cuerpo sí que parece responder correctamente a sus órdenes. Poco a poco se va reincorporando, a la vez que su respiración se va acompasando, mientras palpa en la más absoluta negrura los distintos objetos que le rodean. Parece encontrarse en la misma habitación en la que despertó el otro día. A su alrededor hay dos mesitas de noche, una enorme ventana con cortinas muy espesas, y un mueble bastante alto al lado de esta que le hace pensar de que quizás se trate de una cómoda. Hay piezas frágiles colocadas encima de ella, porque en uno de sus intentos por averiguar todo aquello que lo circunda, su mano choca con algún tipo de cristal que estalla en mil pedazos al entrar en contacto con el suelo.

El sonido se abre paso en el edificio como si de una bomba se tratara, y aunque Damen se pone inmediatamente en guardia, nadie parece acudir en su búsqueda. No oye ruidos fuera que indiquen ni el más mínimo vestigio de vida, así que se desliza con cautela al exterior, encontrándose de lleno con un majestuoso pasillo; ese que recorrió Laurent cuando Nicaise lo llamó desesperadamente.

Luna de sangre ; captive prince fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora