Capítulo 18: Qué quieres que haga

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09 de marzo, 2006

Cinco de los seis integrantes de RBD se encontraban en el patio central ese día. Solo faltaba Giovanni para que el grupo se fuera directo al aeropuerto para partir a Monterrey, a dar el primer concierto que harían fuera de la capital. Hace dos días, Sabrina había llamado para contarles que la disquera les tenía esta increíble oportunidad de hacer un concierto para probar el éxito que el grupo estaba teniendo en las radios con un par de sencillos que habían grabado.

Al principio, Mia había puesto muchas trabas y las demás chicas del grupo la entendieron, pues no era nada fácil para la rubia compartir el mismo aire que su exnovio y la maldita con la que la engañó. Tanto Roberta, como Lupita, le hicieron saber que la decisión estaba en sus manos, ya que ellas la apoyarían en lo que decidiera. Si quería ir, darían todo de sí y si no, pues se quedarían con ella.

Finalmente había accedido, los seis habían firmado contratos y ahora esperaban, emocionados, el viaje a la ciudad donde llevarían a cabo el show, el cual, ventajosamente, había coincidido con el viaje que sus compañeros de curso harían a Puerto Vallarta, por lo que no habría problema con los padres. Específicamente con León, quien sin sospechar nada, había firmado la autorización para que su hijo saliera del colegio y así se fuera con sus amigos a la playa, cuando lo que realmente estaba facilitando, era que Diego se fuera a hacer lo que más amaba: cantar.

Por otro lado, y tristemente para ella, los padres de Roberta se habían involucrado más de la cuenta en todo esto. Martín, había tenido todo que ver en la tramitación de la resolución de la comisión para que dejaran al grupo ir a Vallarta, tanto había sido así, que había llegado a falsificar la firma de Gandía en una carta supuestamente escrita por él, pidiéndole a los señores del consejo que vieran las evidencias de las trampas en las que había incurrido el colegio Latinoamericano. Y pese a que esa jugada había salido bien, Pascual no tardó en enterarse de esto y si no fuera por Pilar, Reverte estaría despedido, pero en vez de eso, era el profesor a cargo del grupo en el viaje, por lo que Roberta estaba obligada a verlo durante las vacaciones, pero, pensaba, el supuesto profesor de arte estaba equivocadísimo si creía que esto que había hecho le sumaría puntos, o que siquiera le daría las gracias.

Un caso a parte era Alma Rey, a quien la pelirroja había tenido que recurrir para que le mintiera al director y le dijera que los seis se irían con ella a la playa en su avión privado, para darles el espacio de que se fueran al aeropuerto. También, había ayudado para que el papá de Mia la autorizara a salir del colegio. Lamentaba mucho haber tenido que recurrir a esa señora, pero no había tenido otra opción, pues solo ella tenía la falta de ética suficiente para mentir en lo que necesitaban.

Otra cosa que Roberta lamentaba, era su relación con Diego, a tres días de su ruptura definitiva, su vínculo era casi inexistente. Ella lo había intentado todo, ser amable, tierna, mala y odiosa, pero siempre recibía la misma reacción de parte de él: la absoluta inadvertencia. Era como si estuviera borrada de su vida, y no es que la ignorara, porque al menos de eso podría agarrarse, sino que la trataba como cualquier compañera de salón, sin ninguna particularidad, como si hace unos días no hubiesen estado muriendo de amor el uno por el otro. Y aunque le dolía hasta lo más profundo de su ser, no se rendiría, porque sabía que él la amaba, se lo había dicho y si algo había aprendido, es que debía confiar en lo que Diego decía.

—¿Podrías dejar de mirar a Diego así? —le susurró Mía al oído.

—¿Así cómo? —preguntó Roberta con una sonrisa pícara en los labios, sin quitar los ojos de él, pues se veía guapísimo esa mañana, con sus jeans gastados color negro y una playera gris estampada.

Nunca recordé olvidarWhere stories live. Discover now