Capítulo 58: Poder humano

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30 de octubre, 2013

—¡Mamá, mamá, mamá!

Santiago entro a la casa gritando esas palabras, corriendo y riendo, sujetando los hilos de dos coloridos globos mientras buscaba a Roberta con la mirada.

Jose Luján y Teo lo seguían detrás, corriendo igual que él.

—¿Dónde está mi mamá? —preguntó el pequeño volteándose hacia los dos adultos, cuando los tres llegaron a la gran sala de la casa de Alma y Franco y no la encontró.

—No sé —dijo Jose—. Voy a ir a buscarla a su cuarto.

—No hace falta —mencionó Teo. Miró a Santi, se agachó para estar a su nivel y apuntó para que la mirada del niño siguiera esa dirección.

A través de la mampara de vidrio, se podía ver a Roberta, quien en el jardín hablaba afanada por teléfono, seguramente ajustando los últimos detalles de su boda, la cual se llevaría a cabo en dos días más.

—¡Mamá! —gritó entonces Santiago, más fuerte, con su voz llena de alegría.

La pelirroja alzó la mirada en su dirección y la contrariada expresión que tenía en el rostro se esfumó en el preciso instante en el que vio a su hijo.

Dijo un par de palabras más al teléfono y cortó la llamada, luego se puso en cuclillas con los brazos abiertos, signo que Santi interpretó inmediatamente como luz verde para correr hacia ella.

—¡No te vayas a caer! —gritó Luján. Luego negó con la cabeza sonriendo, mientras lo miraba ir a toda velocidad hacia su madre—. Ese chamaco podrá ser un mini Diego, pero está igual de loco que Roberta.

Teo se irguió al tiempo que la miraba con los ojos bien abiertos y hasta asustados, al escuchar ese nombre que tan poco se hacía oír.

—¿Qué? —dijo su novia.

—Nada, nada. Es solo que no se habla mucho del papá de Santi.

—Sí y por eso las cosas están como están.

—Hablas del matrimonio —afirmó. Jose Luján asintió con la cabeza, viendo a lo lejos a su hermanastra abrazar a su hijo— ... Con el que no estás de acuerdo.

—¿Acaso tú sí?

Teo se encogió de hombros.

—No es mi asunto. Y tampoco el tuyo.

La castaña lo miró a los ojos y se cruzó de brazos.

—A ver mi amochi. Si ves a alguien que quieres mucho ir directo al matadero, ¿no tratarías de hacer algo para impedirlo?... ¡No te rías! —exclamó, e inmediatamente recibió el abrazo de su novio sobre sus hombros.

—Es que eres muy exagerada.

—No es eso. Roberta se va a casar con Javier, ¡Con Javier! —casi chilló, luego levantó el  pulgar para iniciar una cuenta con sus dedos—. Primero, no está enamorada de ese tipo. Segundo, no lo conoce lo suficiente. Tercero, lo que conoce de él, claramente, se le olvidó, porque si se acordara, no estaría por cometer la estupidez que está a punto de cometer. Cuarto —suspiró, acongojada—. No sé, Teo... Javier no me gusta.

—Entiendo que estes preocupada, mi amochi, pero creo que hay algo que no estás viendo.

—¿Qué cosa?

—Roberta tiene un hijo ahora. Está tratando de hacer lo mejor para él.

—¿Y lo mejor para él es casarse con un idiota? Perdóname, pero no creo.

Nunca recordé olvidarWhere stories live. Discover now