Capítulo 31: Sorpresa

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18 de agosto, 2006

—¿Quién es?

Diego miró de reojo a Emiliano Urriaga, quien sentado a su lado en el bus militar que llevaba a cada uno de los cadetes devuelta a su casa, se inclinó para ver la fotografía que tenía entre sus manos. Había hecho buenas migas con el rubio ojiazul, probablemente por lo mucho que tenían en común. Eran de la misma edad y, al igual que él, Emiliano venía desde México, enviado por su padre, un reconocido empresario, quien estaba harto de su mal comportamiento y deseaba ponerlo en cintura.

—Es mi novia.

—Muy bonita, ¿cómo se llama?

—Roberta.

Emiliano se rió al ver la sonrisa enorme que se instaló en los labios de Diego al pronunciar su nombre.

—Uff. Como te trae babeando por ella, eh. No creas que no me he dado cuenta que te pasas viendo esa fotografía —Diego asintió mientras reía también—. ¿Muy enamorado?

—Mucho —afirmó, guardando la foto en su billetera—. ¿Tú tienes a alguien?

—Na —respondió encogiéndose de hombros—. Este es mucho banquete pa una sola vieja, ¿me entiendes?

Ambos rieron y Emiliano se sintió lo suficientemente curioso para preguntar:

—¿Y qué? ¿Se amaron en cuanto se vieron, o como estuvo la cosa con tu Roberta?

—¡A ti te andaba buscando! —dijo mientras la tomaba bruscamente del brazo, pero inmediatamente ella se removió para soltarse de su agarre y lo golpeó—. Tú eres la hija de la vedette, ¿no?

—Pues, de hecho tanto como vedette no es, pero sí soy yo. Aunque si querías saber de algún casting, no sé de ninguno, y autógrafos de famosos no consigo, así que ahí te ves —con ambas manos lo golpeó en el pecho para empujarlo y cuando intentó alejarse, la sujetó del brazo.

—Yo no quiero ningún autógrafo, quiero que dejes de molestar a Vico.

—Tú quién te crees que eres, perdón, ¿el chapulín colorado que viene a defenderla, o qué?... Creo que se te olvidaron las antenistas, mi amor.

—Ya estás avisada —amenazó antes de irse.

Diego negó con la cabeza mientras sonreía al recordar.

—No precisamente. Cuando nos conocimos nos llevábamos muy mal, no nos soportábamos y lo único que hacíamos era pelear. Creo que esa era la forma que teníamos para llamar la atención del otro, porque no queríamos aceptar nuestros verdaderos sentimientos.

—Enemies to lovers, un clásico —bromeó dándole un suave codazo en las costillas a su amigo, lo cual lo hizo reír.

—Sí... Está loca, pero es lo mejor que me pudo pasar en la vida.

—¿La extrañas mucho?

—No te imaginas cuanto. Lo único que quiero es verla de nuevo, sentirla entre mis brazos, besarla, sentir su aroma... Creo que hasta pelear con ella me haría feliz —suspiró y se encogió de hombros—. Pero creo que queda mucho para eso.

—mmm, yo no estaría tan seguro —dijo Emiliano, mirando fijamente por la ventana.

—¿Qué dices?

—¿Acaso esa pelirroja que está sentada en la escalera de tu casa, no es tu Roberta?

Diego se levantó del asiento como un resorte y se inclinó para mirar por la ventana, sin importarle casi pasar por encima de Emiliano. Su corazón comenzó a latir desbocado, la piel se le puso chinita y una genuina y enorme sonrisa se instaló en sus labios cuando comprobó con sus propios ojos que lo que su nuevo amigo decía era verdad.

Nunca recordé olvidarحيث تعيش القصص. اكتشف الآن