CAPÍTULO 02

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Frances terminó de sellar la caja de cartón con cinta adhesiva, después de dejar caer una pequeña nota en su interior

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Frances terminó de sellar la caja de cartón con cinta adhesiva, después de dejar caer una pequeña nota en su interior. Tomó un marcador permanente, escribiendo el nombre de su hija en uno de sus lados. Sorbió por la nariz una vez más, sin poder creer que ya habían pasado cinco días desde que ella se fue a Francia. A pesar que no era mucho tiempo, lo sintió como una eternidad. Nunca extrañó tanto a Amelie, como cuando ya no la tuvo cerca.

Desde que su exesposo la abandonó, Frances jamás había estado completamente sola. Amy fue su única compañía por años; y ambas sufrieron juntas el día que George se fue. Lloraron su ausencia por meses, sin saber cómo lidiar con el abandono. Amelie apenas tenía siete años, y su mundo se vino abajo en el momento que se dio cuenta que su padre jamás volvería a casa.

Cuando iniciaron los trámites del divorcio, Frances solía encargar a Amelie con su vecina. La dejaba a las siete de la mañana, y la recogía después que hubiera cenado. Rebecca era un gran apoyo en su vida, y agradecía que no le cobrase ni un centavo por hacerse cargo de su hija. Aunque Frances no la consideraba su amiga, le aliviaba saber que con ella, Amelie no corría peligro. 

Rebecca Powell quería a Amy como si fuera una hija más, y hacía lo posible por protegerla de las peleas en su casa. Los gritos que Frances y George daban se escuchaban hasta su hogar, e incluso, podía oírse cuando se golpeaban o rompían cosas. El esposo de Rebecca era el juez encargado del caso, y le contó cosas horribles de los Taylor. George había embarazado a otra mujer, y Frances cayó en el alcoholismo. 

Frances se desentendió de Amelie por varios meses, apenas viéndola un par de minutos en la noche. Ella estaba tan enfocada en el juicio, que no tenía cabeza para más. Sin embargo, poco a poco se dio cuenta que el comportamiento de su hija comenzó a cambiar. Ella pedía, por voluntad propia, ir con sus vecinos, y hablaba maravillas de Rebecca la mayor parte del tiempo. Amelie empezaba a considerarla su madre. 

Frances hirvió de la rabia el día que notó eso, y pensó en diferentes formas de destruir el cariño que su hija sentía por la vecina. Debía actuar de forma discreta, sin que Rebecca sospechase nada. Todavía necesitaba que cuide de Amelie, pero no permitiría que ella se quede con el amor de su hija. Ya tenía suficiente con el engaño de George, como para soportar que Amy la reemplace por otra persona también. 

—La señora Rebecca me hizo galletas —Amelie le comentó emocionada una vez, después que se colocó la pijama—. Les pusimos chispas de chocolate. 

—Yo también te puedo comprar galletas —Frances contestó, frunciendo el ceño. 

—Pero ella no las compró, las hizo en su cocina. —Amy saltó en su cama—. Y me enseñó cómo hacerlas. ¿Crees que mañana nosotras podamos hacer galletas también? —Pidió, jalándola de la mano—. Extraño jugar contigo. Además, en algunos meses cumpliré ocho, y podemos practicar para hacerlas en mi fiesta...

—¡Ya basta, Amelie! —Fran la regañó, soltándose—. Sabes que no tengo tiempo para esas tonterías porque mañana iré a ver al abogado. Y tú deberías enfocarte en cosas más importantes que andar horneando comida que solo te va a engordar cuando seas mayor. 

Distancia InesperadaWhere stories live. Discover now