CAPÍTULO 14

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Rosalie avanzó con dificultad por los pasillos de su residencia, apenas logrando avanzar

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Rosalie avanzó con dificultad por los pasillos de su residencia, apenas logrando avanzar. Subió lentamente las escaleras, rogando no caerse en el camino. No podía ver bien el camino, y moverse se le dificultaba más con cada paso que daba. 

Rosie divisó su puerta a lo lejos, sonriendo. El trayecto de regreso del bazar fue más largo de lo que pensó, y se arrepintió de haberse negado a ir acompañada de sus amigos. Nunca creyó que las telas pudieran pesar tanto. 

La joven ingresó a su apartamento, empujando las cosas que compró al interior. Ordenó la tela sobre una de las sillas, y guardó los hilos en un cofrecito que tenía. Ya había perdido varios carretes de hilo, y no podía permitirse desperdiciar más material. 

Hacía poco más de un mes que había comenzado el primer ciclo oficial de su carrera; pero ella todavía no se acostumbraba. Durante el mes de inducción, Rosie solo había estudiado con los chicos de la beca. Sin embargo, ahora compartía aula con quince jóvenes más, y su presencia solía incomodarla. 

De sus quince compañeros nuevos, once eran de Francia; y cuatro de ellos vivieron toda su vida en París. Rosalie se sintió emocionada al inicio, creyendo que podría hacer nuevas amigas; pero se arrepintió poco después. Los chicos nuevos miraban de forma extraña a los becados, y solían susurrar a sus espaldas. 

Rosalie los observaba en silencio, con disimulo. Ella pasó varios días intentando descifrar el por qué de su actitud, pero terminó dándose por vencida. No se explicaba si sus compañeros los trataban diferente por ser extranjeros, o por ser becados. 

Las cuatro jóvenes que no eran francesas fueron las primeras en acoplarse, y una de ellas alquilaba en el mismo edificio que Rosie. Rosalie tardó  tres días en atreverse a preguntarle su nombre; además de comentarle que eran vecinas. Ella temía que fuera como las demás. 

—Mi nombre es Idara. —La joven se presentó, sonriéndole—. Gracias por venir a saludarme; eres la primera que me da la bienvenida. Todavía no me acostumbro a estar en un país que no es el mío. 

Rosalie notó un acento muy marcado en su voz, pero no logró identificar de dónde podría ser. Ella le explicó lo poco que conocía de París, y fue incluyéndola en su grupo de amigos. Y, aunque Jolene se mostró reacia al inicio, terminaron llevándose bien. 

Sin embargo, aún existía un grupo con quienes Rosie no se animaba a cruzar palabra. Las cuatro chicas parisinas solo hablaban entre ellas, y permanecían juntas todo el tiempo. Le habían puesto apodos horribles a la mayoría de profesores y se burlaban de la forma de vestir de los demás. A pesar que ellas creían ser discretas, Rosalie alcanzó a oírlas en un par de ocasiones; cuando se reían de los zapatos de Jolene. 

—Ya nadie usa esas botas. —Arlennys mencionó entre risas, semanas atrás—. Parece que se las robó a Frankenstein. 

Rosalie avanzó más a prisa, alejándose de ellas. Aunque quiso defender a su amiga, no pudo. Las palabras se atascaban en su garganta, y no lograba decir lo que pensaba. Ella nunca fue buena discutiendo, y prefirió agachar la cabeza. Rosie sentía que no tenía la fuerza suficiente como para alzar su voz. 

Distancia InesperadaWhere stories live. Discover now