𝙊 𝙉 𝙀

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Sus tacones resonaban por aquel frío pasillo de colores grises y opacos. En sus manos tenía una pequeña bandeja  con un bote pequeño encima, el cual contenía unas pastillas de colores. No sabía que eran, siquiera tenía un poco de conocimiento sobre medicina, solo era una joven la cuál estaba ahí porque su padre tenía contactos, harto de que no trabajara y no hiciera nada con su vida.

Los gritos de una mujer la espantaron; sus ojos se cerraron con fuerza unos milisegundos y su cuello se encogió por el susto que le había provocado. Sin embargo, sacudió la cabeza ignorandolos como todos los residentes hacían en aquel psiquiátrico, y prosiguió con su camino guardando la compostura.

No vayas, nunca necesitan tu ayuda. Le habían dicho algunos de sus compañeros los primeros días, cuando Yuna quería ir a revisar si aquellos internos estaban en apuros. Gritan para llamar la atención o para callar la enfermedad que les consume. Nosotros no podemos hacer nada. Se decía a sí misma mientras oía los gritos agónicos de aquella mujer.

No sabía si era paranoia suya, pero con cada paso que se acercaba más a la habitación de aquel paciente peligroso, el ambiente se volvía cada vez más frío y oscuro. Las luces no habían sido arregladas y eso que se había quejado de ello, estas parpadeaban y algunas estaban fundidas. Para colmo, los gritos se intensificaban más y eran espantosos. Juraría que aquella noche no podría dormir porque esas voces retumbarían en su cabeza, al menos, unos días.

Giró una última vez, encontrándose en el pasillo de pacientes peligrosos. Todas y cada una de las puertas tenía un seguro especial y, normalmente, había un guarda por estos lares. Sin embargo, los recortes sanitarios han obligado a que se prescinda de él. Yuna no estaba asustada porque le hicieran daño (no ahora) porque nunca le habían intentado tocar un pelo. Simplemente se quedaban quietos en su lugar, murmuraban cosas inentendibles o solo la miraban. Entendía que estaban bajo los efectos de somníferos y su comportamiento estaba apaciguado.

Pero había uno de ellos el cual le provocaba escalofríos cada vez que estaba cerca de él. Se llama Lee Minho y llevaba muchos años en aquel psiquiátrico. Era un joven de dieciocho años y jamás había salido del ala de pacientes peligrosos aún sin saber por qué razón. Su trabajo era proporcionarle las pastillas diarias que debía tomarse y asegurarse que se las había tomado.

Siempre estaba sentado en el mismo rincón de la habitación, de espaldas a la pared y cruzado de rodillas, dejando caer sus manos en sus piernas, palmas hacia arriba. Su atuendo color beige claro hacía resaltar su palidez y esas ojeras negras bajo sus ojos. Esos ojos oscuros y sin vida que no le quitaban los ojos de encima. No decía nada, no hablaba. Sus movimientos eran tan lentos y limpios que a Yuna le costaba creer lo que veía. Ni siquiera despegaba su mirada de la de ella cuando cogía las pastillas y, sin necesidad de tomar agua, las tragaba.

Ese comportamiento le ponía los vellos de punta y unas ganas inmensas de salir de ahí. Estaba aterrada por su simple presencia.

El sonido de sus tacones dejó de sonar abruptamente al igual que los gritos de esa mujer que parecía estar muy cerca. Su respiración errática era el único sonido que inundaba el pasillo, seguido del golpe estruendoso que recibió la bandeja al chocar contra el suelo. Fue inevitable que las manos de Yuna siguieran reteniendo esa bandeja entre ellas al ver tal escena.

Las paredes estaban manchadas de sangre, frases escritas con sangre que decían 'Los mataré a todos' innumerables veces y de todas las formas y tamaños posibles. Un rastro de sangre llegaba hasta la única puerta abierta, la de Lee Minho.

Yuna cubrió su boca con una mano, temblando y atemorizada. Más sus piernas se movieron lentamente en esa dirección, no podía explicar por qué no corrió en dirección contraria. Tal vez, su mente ya sabía que sería el fin hiciese lo que hiciese.

Se asomó a la habitación oscura y no vio nadie allí más que a una de las enfermeras en mitad de la habitación, tumbada en el suelo y un charco de sangre rodeándola. Se acercó rápidamente, sus rodillas manchandose de ese líquido rojo y viscoso y llevó su dedo índice y corazón a su cuello, confirmando lo evidente; su muerte.

Se levantó con rapidez y con pasos torpes salió de la habitación tras asegurarse que Minho no se encontraba por ahí. Debía avisar que se había escapado y evitar alguna que otra muerte más. Salió de la habitación, tropezando y estampandose contra el marco de la puerta, su corazón latiendo como si acabase de correr una maratón. Visualizó, desde su lugar, un botón de emergencia colocado en la pared al final del pasillo.

— ¿Adónde vas? — nunca en los meses que estuvo trabajando ahí había escuchado su voz. Sin embargo, no le hizo falta girarse para saber que se trataba de él. Pero aún así lo hizo, giró su cuello, mirándolo con temor. Ahí estaba él, manchado hasta el cuello de sangre, sujetando en su mano un trozo afilado de cristal manchado en sangre. El cual había usado para asesinar a la otra enfermera.

Su rostro serio e impasible de siempre cambió a una sonrisa bastante falsa y temeraria.

— Sólo estoy jugando — se justificó alzando las cejas, caminando unos pasos cortos hasta ella, más esta se retiró hacia atrás, pegada a la pared —. ¿No quieres jugar conmigo?

Sin pensarlo dos veces, Yuna echó a correr hacia aquel botón que avisaría a todos que un asesino andaba suelto. Quizá incluso ella podría salvarse, pero ese pensamiento se esfumó al recordar que se encontraban en el ala más alejada de la institución.

Su cuerpo chocó con la pared y con las manos temblorosas apretó el botón, el cual hizo que sonara una alarma estruendosa por todo el lugar. Yuna no pudo festejar por mucho tiempo, porque Minho la empujó nuevamente contra la pared y ahogó sus gritos en la mano del castaño, quien intentaba callarla mientras apuñalaba su abdomen con aquel filoso objeto.

Sus gritos y lloros fueron silenciados y sustituidos por la respiración de Minho en su cuello y el sonido que hacía el trozo de cristal al entrar en su piel, robándole el último suspiro de vida.

— ¿Ahora a nadie le gustan mis juegos?


















esta historia contiene muerte de personajes y escenas violentas. No me hago responsable de la inestabilidad emocional que pueda provocar. Chau

𝐇𝐀𝐏𝐏𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇 𝐃𝐀𝐘 ━━ 𝐒𝐊𝐙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora