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Cuando salió de la universidad no fue directo a la casa de su madre. Prefirió desviarse y enviarle un mensaje a la señora para que supiera dónde se encontraría. Pero no dio indicios de por qué se encontraba allí.

A decir verdad, era un tanto obvio. Buscaba esa maquinita por el centro. Si mal no recordaba, se encontraba cerca de los locales de arcade o comida rápida. Sunghoon llevaba, como todos los días, una camisa de algún color claro y jeans. Aunque dijera que vestía de camisa y corbata parte de su tiempo, la verdad era que prefería no ir tan formal a la universidad. Pues claro, era mejor ahorrarse un poco de humillación.

─¿Dónde estás?─ murmuró para sí mismo mientras buscaba la máquina de peluches. Sería una larga tarde, ya que debía encontrar no solo un peluche sino que, específicamente, uno de pajarito.

El centro aquella tarde estaba casi lleno, o casi vacío. Sunghoon terminaba viendo al mundo de la manera que más le convenía. Si debía estar allí obligado por su madre, Sunoo o Jay entonces vería el centro casi lleno. Demasiada gente y él un pobre hombre con un pobre bolsillo. Mas, en este caso, era por Jake. Su pobre bolsillo ya no era tan pobre y el centro, quizás, estaba un poco vacío.

Aquel niño le daba esperanzas, y optimismo. Estaba encantado. No lo sabía, pero estaba más que encantado. Tal vez, si se ponía a pensar con profundidad, a Jake lo veía como el hijo de la mujer con la que intentaba pegar onda y le renacía ese espíritu paternal.

Pero cuando se imaginaba a él siendo padre de Jake automáticamente le daban arcadas y se ponía incómodo. Sería, además, muy extraño que tu padre te llevara cinco años. ¡Dios, ya estaba asqueado!. Arrugó sus expresiones con exageración y un ligero «iugh» se le escapó. Definitivamente ellos dos no estaban hechos para ser familia. Al menos no de aquel modo.

En larga la caminata por la peatonal, su vista analizaba los atuendos puestos en los maniquíes y entraba a alguno que otro local de ropa elegante. Era como un vicio. A algunos les tocaba la parte de los videojuegos y a otros, como en su caso, las cosas "no tan habituales”.

A Sunghoon le gustaba mirar pero nunca comprar. En su cabeza se idealizaba cómo le quedaría cualquier estilo de ropa si es que tuviera dinero para gastar sin preocupaciones. Incluso reconocía que, probablemente, aquellos trajes bien planchados y perfeccionados los usaría una única vez en su vida para que luego quedasen resguardados bajo el polvo del armario.

─¿Busca algo en especial, señor?─ le preguntó una chica pelirosa, con las raíces crecidas y un labial morado. Le quedaba bien, pero no coordinaba con la apariencia del lugar. De todas formas no era nadie para juzgar, y la mujer frente suyo estaba allí porque sabía más que él. O quizás no.

─Sí, una máquina de peluches─ Era eso a lo que venía ¿No?

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En su gran aventura, consiguió dos helados; uno de frutilla y otro de menta granizada. Nunca le habían gustado los sabores excéntricos o de alguien con un paladar tan abierto. Pero le gustaba gran parte de los gustos que ya se consideran como clásicos. A Sunghoon le gustaba lo clásico.

También se compró unas dos cadenitas sólo porque eran "lindas”. Tal vez podría combinarlas con alguna camisa o quién sabe qué otra cosa. Pero el azabache estaba contento con su compra estúpida que para nada le podría servir. Ya tenía una idea de que esa joyería no llegaría al mes sin romperse.

Tal vez estuvo en lo suyo bastante tiempo de lo deseado. Recorrió cada escombro y rincón pero no prestó la suficiente atención como para no notar que; en una de las tantas tiendas había una máquina para sacar muñecos. Casualmente, por aquel local ya había pasado unas tres veces. Decían que la tercera era la vencida, pues para Sunghoon fue la cuarta.

SILENT BURST [JAKEHOON]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora