bruja

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bruja

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bruja.

La flor se abrió y vio a un montón de ojos mirarle con curiosidad y amor. Unas manos pálidas le cogieron. Se sentía sucio, se sentía querido. Le lavaron con un trapo y le besaron la cabeza. Había silencio en el sabbath. Siempre lo había cuando sucedía un acontecimiento así. Todas paraban y ayudaban a la bruja a parir, y luego lo tocaban como si el retoño fuera suyo, porque era del aquelarre, les pertenecía.

Pero Louis lo sabía. Sabía que había un par de ojos que le miraban con un poquito más de amor que los demás. Ojos claros, flor que hasta hacía unos minutos le daba cobijo, calor y alimento. Delicadas manos untadas en su propia sangre que peinaban los pelitos de su malformada cabeza. Louis lo sabía, y se dejó caer a su pecho. Ya no lloraba. Los latidos del corazón de su madre le calmaban. No solo había órganos y sangre, también había magia.

🌙

—¿Y qué tienes ahí?

Louis miró lo que Agatha señalaba. «El pequeño gusanito» decía su mamá que era. Antes de que pudiera contestar, la hermana mayor de Agatha, que dentro de unos pocos meses iba a conseguir su tatuaje, se acercó a ellos con una sonrisa venenosa.

—No lo mires mucho, Agatha. Eso destruye la magia. La entorpece.

Louis frunció el ceño y alzó la cabeza para mirar a Harmony a los ojos. Sus facciones eran marcadas y su pelo rubio ensortijado le caía hasta el vientre. Sus cejas estaban permanentemente inclinadas hacia abajo, pero no había curva alguna. Eran rubias, difíciles de ver.

—Eso no es cierto. Mamá dice que yo puedo hacer magia como cualquiera de vosotras.

Harmony soltó una carcajada hiriente y se agachó para quedar a su altura.

—¿Le ves, pequeño ruiseñor?

Louis lo veía. Un hombre que yacía junto a Isidore, una joven bruja. Le lamía el brazo de manera distraída. Isidore miraba al cielo, como si él no existiera.

—Los de tu calaña solo servís para complacernos. No sois brujas.

—¡Louis no es como él! —escuchó protestar a Agatha —. ¡Louis es hijo de una bruja!

Pero Louis no pudo oír lo que Harmony le contestaba, porque sus ojos ya se habían nublado de lágrimas y corría hacia el lecho de su madre. Llorando, se fundió en sus brazos, en su pecho caliente y sus tranquilizadores latidos. Su madre le dio muchos, muchos besos en la cabeza, dejando que el niño llorara y se desahogara a su gusto. Cuando Louis pareció calmarse, hizo que le mirara a los ojos.

Era el rostro más hermoso que Louis jamás vería. Era el primer rostro que veía cuando se despertaba, y el último que veía antes de irse a dormir. Su madre le cogió de las manos y le preguntó con su suave voz cuál era el motivo de su desdicha.

—Harmony ha dicho que yo no soy una bruja -confesó con un puchero.

—Ya veo... —rumió mamá —. Desde luego, no es algo propio de una bruja plena ir soltando comentarios hirientes sin ton ni son. Esto lo comentaré con Maud sin duda alguna.

—Pero, ¿es verdad?

Entonces su madre sonrió. Le hizo sentarse en la yerba junto a él con las piernas cruzadas. Le indicó que hiciera un hueco muy pequeño entre sus manos y que pensara en un momento que le hubiera hecho sonreír. Louis rescató de su memoria aquella tarde en la que él y su madre recogieron bayas y Mancha acabó empachándose. Poco a poco, pudo ver entre sus manos un pequeño haz de luz que se apagó enseguida, pero que fue suficiente para ayudar a Louis a creer.

—Y cuanto más te esfuerces y más mayor te hagas, más potente será tu magia. —Su madre le peinó con los dedos y volvió a atraerlo hacia sí —. No lo olvides nunca, Louis: tú no solo eres una bruja, sino que eres la mejor.

Y Louis hubo de creer a su madre, porque ella siempre decía la verdad.

sabbath ; lsWhere stories live. Discover now