real

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real

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real.

Y se convirtió en una pasión arrolladora. En movimientos desesperados por ir al cielo, gemidos que se oían en todo el vergel, un cuerpo blanco de novicio que no era tocado por ninguna otra bruja, pero en las ocurrido, se podía poner un anillo en los dedos. Louis se sentía sempiterno, sentía a Harry sempiterno, y lloraba porque esto era un no acabar: sabbath tras sabbath llenos de luz, y de sexo y de palabras y confesiones al oído, pero luego como si fuera una ensoñación el remolino le dejaba en el mundo real, a un océano de distancia de Harry. Y Harry estaba rodeado de pretendientas cada vez más exigentes y un padre cada vez más cerca de la muerte.

Maud se le acercó un día y le dijo que amara profundo y con sus consecuencias. Louis el siguiente sabbath le cogió la mano a Harry y no se separó de ella ni cuando volaban por los aires recuperando sus ropas y sus prejuicios. Aterrizaron en una manta blanca, en una habitación que olía a cerdo y a alcohol, y se dieron cuenta de lo que habían hecho.

—Lo siento —se disculpó Louis.

—No —dijo Harry.

—Esto no es el vergel. Aquí tú no eres un novicio, pero yo sigo siendo una bruja.

—¿Y qué más da?

—No nos podemos casar.

—¿Y qué?

Y con un último beso, vestidos y en aquel espacio tan poco idílico, Harry pareció poner un anillo en su dedo y aunque fuera poco, se dijo que con aquello se tendría que conformar. Las consecuencias si las obtenían, ya las asumirían en su momento.

sabbath ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora