II

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-Hermano- Lan Wangji esperaba afuera de los aposentos de su hermano, el Sultán. Lan Xichen iba saliendo de su habitación, encontrándose de inmediato con su querido hermano. Le sonrió. No se habían visto desde la ceremonia del día anterior y Lan Wangji quería expresarle su más sincero agradecimiento a su hermano por dejarlo vivir a pesar de romper las reglas del imperio.

-Wangji- Lan Xichen se detuvo frente a él para mirarlo de pies a cabeza y sonreír aliviado. Sus ojos, su cabello, su mirada severa, todo de él era como lo recordaba tras unos años de separación. Ahora, su hermano estaba bien y estaría bien. No permitiría que nada le sucediese bajo su gobierno.

Entre ellos no había muchas palabras, todo lo que tenían que decirse lo expresaban sus ojos y se fundieron en un abrazo. Lan Wangji apretó con fuerza el torso de su hermano como cuando era pequeño y lágrimas silenciosas recorrieron sus mejillas empapando la tela de la túnica de su hermano mayor. En cambio, Lan Xichen contuvo el llanto y sus ojos se enrojecieron, pero abrazó a su hermano con mucha fuerza, como si ese abrazo pudiera protegerlo de todas las calamidades existentes en el mundo.

Cuando ambos eran pequeños y se peleaban por simples tonterías, Qingheng-Jun los abrazaba a ambos por igual. Los fuertes brazos Lan del Sultán cargaban a cada uno de sus hijos en un hombro para demostrarles que eran iguales ante sus ojos. Con estas acciones, el difunto Sultán, les transmitía que ambos eran lo más valioso en el mundo para él. Ahora ya no tenían a Qingheng-Jun para que se los recordara y de ellos dependía renovar esa promesa fraternal.

-Wangji- susurró Xichen, a lo que Lan Wangji comprendió y soltó lentamente a su hermano para mirarlo nuevamente de frente con las manos sobre su estómago para mostrarle respeto.

-No es necesario- sonrió Xichen ante la curiosa pose de su hermano – Entre nosotros no debe haber formalidades, somos dos iguales, somos hermanos- dijo sosteniendo la mejilla del joven jade para limpiar los restos de una lágrima con su pulgar.

Ni siquiera los 3 años de edad que los separaban eran suficientes para marcar alguna diferencia entre ellos. Su conexión era tan especial que se entendían con sólo mirarse. Lan Xichen había aprendido a leer tan bien a su hermano sin importar la cara inexpresiva de éste y Lan Wangji sabía diferenciar las verdaderas sonrisas de alegría de las diplomáticas y corteses de su hermano.

-Aun así- intervino el joven Wangji – eres mi hermano y eres mi Sultán, ante los demás mostraré el respeto necesario

-Bien- concluyó Lan Xichen observando la sincera reverencia de su hermano con complicidad. Sería como jugar cuando eran pequeños, cuando estaban en igualdad de condiciones.

-Mi señor- un tanto inoportuno salió Nie Mingjue de la habitación del chambelán para encontrarse con ambos Jades en el pasillo. Los reverenció y se dirigió hacia el Sultán, no sin darse cuenta de la severa mirada de Lan Wangji sobre él.

Lan Xichen pareció darse cuenta y miró al suelo pensativo. Era bien sabido que Lan Wangji no se sentía conforme con la seguridad de su hermano y no confiaba en Nie Mingjue lo suficiente como para verlo salir de la habitación del chambelán como si fuera lo más natural del mundo. Para proteger a su hermano, Wangji quería que fuera su propia gente de confianza la que se encargara, no un simple halconero estimado por su hermano.

-Wangji- habló Xichen para romper la tensión entre ambos – Aun no le he informado a nuestro tío, pero... Mingjue será el encargado de mis aposentos a partir de hoy. Es... de mi suma confianza- Miró a Wangji, quien aún no se veía convencido – Espero no te importe

Con un "Mn" desganado, Lan Wangji respondió a su hermano. Nie Mingjue permaneció callado mas no se dejó intimidar por la mirada indiferente de Lan Wangji. Era su suerte servir a Lan Xichen porque si fuera sirviente de Lan Wangji seguramente amanecería despellejado en una zanja al día siguiente.

Oh! my SultanWhere stories live. Discover now