CAPÍTULO 192: ÉL

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La culpabilidad era una losa aplastando su corazón

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La culpabilidad era una losa aplastando su corazón. Era tan pesada que incluso le impedía alzar los ojos hasta Yurio, le incapacitaba para moverse por sí mismo. Sentía que lo arrastraban, que se había sumergido en una corriente que lo zarandeaba de un lado para otro, y no le importaba estar siendo golpeado por las rocas en el camino.

Se merecía la mirada de desprecio que empañó la expresión de Yurio. Se merecía ser odiado, ser asqueado, ser insultado.

Traidor.

Aquella palabra era un puñal clavado en su pecho y los ojos encendidos de Yurio eran la mano que lo retorcía cada vez más profundo. Y él no se quejaba, solo sentía el dolor y derramaba lágrimas internas.

Porque se lo merecía.

Era un traidor.

Y lo había hecho a propósito.

Él no era como Mila. No había dejado que lo amenazasen, sino que había escuchado la oferta de los Sombras y la había aceptado. La desesperación lo había movido y había estrechado su mano en un pacto con el mismísimo diablo: con Azrael.

Fue mucho tiempo atrás, en una noche de debilidad en Castelobruxo. Aunque ese recuerdo había desaparecido y no había regresado hasta una semana atrás.

Maldijo el día en que decidió creer en Reyna Galloway y aceptar el frasco con el recuerdo embotellado que le ofreció en Hogwarts. Maldijo el momento en que, aun sabiendo que la mujer era Azrael, se movió por la intriga y abrió el tapón.

«No lo ingieras ahora», le había dicho aquella noche fuera de los establos, momentos antes de que descubriesen que era una fugitiva. «Bébete lo si las cosas empiezan a escaparse de control».

Fue poco antes de entrar en el Jardín de las Maravillas, solo un par de días después de revelar su mayor secreto: Eros. Cuando se dio cuenta de que estaba arrodillado en una guillotina y la hoja no tardaría en caer sobre su cuello. Cuando se dio cuenta de que las cosas comenzarían a escapar de su control en cuanto Eros también lo hiciera. Cuando la desesperanza, el miedo y la necesidad lo movieron hacia aquel frasco que llevaba tantos días ignorando.

«No te fíes de ella», había pensado para sus adentros mientras sopesaba el peso del bote, el frío tacto del cristal. «Te engañará».

Pero aquello era un recuerdo, algo que ya había pasado. Quería mostrarle algo... y Yuri no pudo resistir la tentación.

Dicen que la curiosidad mata al gato.

También acabó con Yuri.

El recuerdo lo transportó a otra noche, en Castelobruxo. Él se había derrumbado en medio de la arboleda, creyendo encontrarse solo, y entonces había aparecido ella: Reyna Galloway.

—Sé qué es lo que sientes —le había dicho, suavizando la voz, mostrándose comprensiva—. Sé que ha pasado y sé cómo ayudarte.

Yuri acababa de enterarse de que la Maldición de la Danza Elemental no existía, que había sido un engaño para que ningún alumno utilizase aquella habilidad para matar. El pacto que había hecho con Eros resultó ser una mentira, un fraude. No sirvió para nada, salvo para vender su alma al ser más peligroso del Inframundo.

Gran Prix Mágico: La Final (Yuri!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora