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1901

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1901.

Alexandrine tomó el cuello del hombre entre sus manos y lo tiró a un rincón de la habitación, arreglando su lindo vestido purpura. Según Jasper ese color la hacía ver hermosa.

El hombre se levantó rápidamente y volvió a intentar derribar a la pelirroja, ella se veía tan confiada que no parecía esforzarse. Ella lo tomó de ambos brazos, mandando una mirada a María, ella asintió y Jasper se acercó. Él tomó la cabeza del pobre hombre y la arrancó de su cuerpo, con tanta facilidad que solo bastaron dos movimientos.

El cuerpo sonó contra el suelo en un ruido seco, Alexandrine lo soltó con asco y se dio la vuelta para ver a los demás neófitos que miraban la escena aterrados, a ella se le revolvió el estómago.

Le temían.

Era un monstruo.

Pero me respetan.

Pero está mal, esto no es respeto. Es miedo.

-¿Algún voluntario? - con una voz gélida se dirigió a los neófitos, todos retrocedieron-. Creo que eso es un no.

Sin decir más salió azotando la puerta, con una postura impecable y desinteresada.

Era de noche y aunque la brisa era fría, ella no podía sentirlo desde ya hace un tiempo. Caminó hasta sentarse en un banquito que estaba frente a un gran árbol, parecía que llevaba mucho tiempo allí.

Sintió unos pasos detrás de ella, ni siquiera volteó porque aquel aroma era perfectamente reconocible.

-¿Por qué te sientes tan frustrada? - Jasper se acercó, poniendo una mano en su hombro, siempre con delicadeza.

Quiero irme, no lo soporto más.

El joven escuchó la voz de Alexandrine en su cabeza, la miró por algunos momentos hasta que se relamió los labios y decidió hablar.

-Yo haré lo que tú me pidas.

-No te estoy obligando a nada. - dijo severa.

Por supuesto que María no podía saber de ellos. Ella seguía teniendo la esperanza de enamorar a Jasper para que nunca dejara el Clan.

Ningunos de los dos se atrevía a decir algo, solo basta con un solo toque, una mirada, una sonrisa.

Jasper había descubierto que su momento favorito del día era cuando se sentaban en aquel viejo árbol y ella le hablaba para calmarlo.

Era gracioso que ella le diera calma y felicidad, se suponía que él era el empático.

La manera en la que te puedes sentir atraído a una persona, cuando deja de ser físico y lo ves de manera única.

Lo ves perfecto, y se refiere a amar todas sus imperfecciones. Amar el sonido de su voz, de su risa, tal vez su extraño sentido del humor, su manera de ver todo.

De que este ahí cuando quieras hablar o solo estar en silencio y disfrutar de su compañía, de que ella acaricie su cabello e intente peinarlo. De que él intente que su rebelde cabello rojo no se salga de los moños, evitar que se sienta ansiosa y nerviosa todo el tiempo.

Que te haga sentir suficiente.

Que te hace sentir amado, acompañado.

-¿Me estas escuchando? - de repente ya tenía a Alexandrine enfrente, con el cabello despeinado por el viento.

Le dedicó una sonrisa de disculpa, se había quedado pensando mientras la observaba.

-Hay algo que quieres decirme- Alexandriine lo miró curiosa-, puedo escucharlo.

Jasper se enderezó más, ahora estaba realmente asustado.

-Quiero que te vayas, Lex –dijo.

Alexandrine lo miró como si hubiese dicho lo más hiriente que podría escuchar.

-No te voy a dejar aquí, Jasper.

-Alexandrine -suplicó-. No hay tiempo para discutirlo.

Ambos se quedaron callados cuando Alexandrine supo que María se acercaba. No podía disimular su expresión de descontento, pero tampoco podía poner en juego todo dejando que María se enterará. Aunque lo sospechara, pero Alexandrine había alterado sus recuerdos para que la idea no pasara por su mente.

-Necesito que me ayudes –dijo María.

-No podemos arriesgarnos a seguir convirtiendo gente, te lo he dicho.

-Necesito un ejército más grande -exigió-. Tú y Jasper pueden... adiestrarlos.

-María... -intentó explicar la pelirroja-. Si seguimos así, sospecharán y tendremos que irnos.

-No será necesario, tú vas a engañarlos.

Alexandrine la miró cansada de todas sus locuras, estaba tan cansada de todo aquello. Estaba cansada de existir para quitarle la vida a los demás.

Jasper le dio una mirada que solo significaba una cosa.

El plan de Jasper era que escapara mientras María y él estaban de caza, pero Alexandrine se rehusaba a dejar a Jasper.

Pero el plan debía seguir su curso. Alexandrine escaparía.

-Promete que vas a buscar, Jasper –dijo Alexandrine aquella noche.

-Te buscaré tanto como mi existencia me lo permita, Lexa. Te buscaré hasta encontrarte, y si no lo hago, te buscaré en la vida que sigue. Lo juro.

Alexandrine sintió algo en su pecho. Si tan solo pudiera llorar...

Alexandrine lo miró por última vez antes de que María apareciera, ansiosa, lo tomó del cuello y lo besó.

Se separaron y unieron sus frentes, Alexandrine quería inhalar tanto el aroma de Jasper como le fuera posible. No sabía si volvería a verlo.

Se había llegado el momento. Tenía que huir.

Le dio una última mirada, una última sonrisa y sin pensarlo dos veces, corrió. Se abalanzó por el bosque sin mirar atrás, sintiendo su inerte corazón romperse. Tenía que escapar antes de que María se diera cuenta.

Alexandrine corrió por horas, hasta que, por fin, estaba lo suficientemente lejos. 

 

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𝑨𝒍𝒆𝒙𝒂𝒏𝒅𝒓𝒊𝒏𝒆 | 𝙅𝙖𝙨𝙥𝙚𝙧 𝙃𝙖𝙡𝙚 Where stories live. Discover now