XIV

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Paz.
Silencio.
Tranquilidad.

Eran las palabras que mejor definían aquel momento tan pacífico y calmado para ambos juveniles. La castaña estaba dispuesta a quedarse dormida, mientras el peliblanco le daba unas pequeñas miraditas una que otra vez.
El semblante tranquilo de la menor, sus facciones relajadas y serenas a pesar de la horrible situación en la cual se encuentran ahora… eran sin duda algo único para él.

Era especial.
Era increíble.
Era única.

Sus suaves y pequeñas mejillas, sus brillantes labios que no necesitaban de un labial para verse radiantes, su piel tan suave y bien cuidada, esos lentes que le daban un balance perfecto a su expresión… eran únicos.
La analizaba una, dos, tres veces, y aún así no encontraba algún defecto que pudiera traerlo al mundo real.

Se perdía en esa tierna expresión de calma y paz.

Nunca pensó enamorarse de la cara dormida de una chica, y ahí está, viendo a su compañera musical descansar apoyada en su cuerpo.
Era increíble, pero, a la vez… tan natural.

Era muy complicado el interrumpir e incluso estropear un momento tan pacífico y tranquilo como ese.
Y, aún así… alguien logra interrumpirlo.

De repente, entre tanta calma y paz… alguien patea la puerta de entrada, tirando en su camino una que otra cosita en los muebles cercanos.

El golpe asustó a ambos adolescentes, siendo que la castaña rápidamente se dió la vuelta mientras el peliblanco se levantaba rápidamente del suelo. Ambos estaban alterados, y no sabían quién era el autor de aquél susto.

Pero tenían clara una cosa.
Apestaba a alcohol.

Sin previo aviso un desorganizado cabello grisáceo se asomó por el arco de la puerta, seguido de dos enormes y pesadas manos violeta acompañadas de unas buenas botellas de alcohol.
En específico champán.

Un par de pasos después finalmente la """visita""" entró, quien no era nada más ni nada menos que el mismísimo Daddy Dearest, el cual se veía ebrio hasta los zapatos y caminaba como inválido.
Sus ojos, aunque brillaban llegaban a parpadear un par de veces, demostrando que no podía siquiera mantenerse en pie.

Un poco después la asistente de este horrible demonio llegó, dejando ver que era la misma que había ayudado a los jóvenes anteriormente.

– ¡Señor, por favor! ¡Está demasiado ebrio! – exclamó la demonio.
– yO harÉ lo qUe me dé lA gana, ¿eNtendiDo? – le regañó, aún y cuando no se podía casi mantener en pie.
P-pero señor- –
– ¡SIN PEROS! –

El demonio traía en uno de los bolsillos de su pantalón (que estaba por caer, todo sea dicho) un arma de fuego, a la par que ordenaba a otras dos demonios que trajeran al "espectáculo".

"¿Y quién era el espectáculo?" se preguntarán.
Bueno, ese era…

– ¿¡James!? – gritó el peliblanco.
– Un momento… ¿Ese no es…? – cuestionó la morena.
– Sí, es mi chófer. ¿¡Qué hacen con él!? – ahora exigía una explicación.
– vErán niños… quieRo dejarles mUy claro una cosiTa… – vaya que estaba ebrio…
C-camellia… tengo una mala sensación… – dijo la menor.
– Yo también… – se unió el mayor.

Una vez que el pobre chófer -que tenía las manos, piernas y brazos atados, además de la boca tapada con cinta y ojos vendados- fue lanzado al suelo frente al demonio.
Este tomó su arma, quitándole el seguro y apuntándole a la cabeza al pobre hombre.

★ Why Do You Love Me? ♪ [Camellia × Reader] ♪ CANCELADAWhere stories live. Discover now