Capítulo 4

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Mike cruzaba el umbral de la puerta mirando los cojines que escondían el cuerpo de Lauren, su gran cama se hundía amoldandose a la figura de su cuerpo. 

Ella dormía plácidamente con la boca abierta, soltando pequeños ronquidos cada cierto tiempo, su respiración era lenta y continua. El padre se rió al ver el rostro con una mejilla brillante por la saliva, tocó levemente el brazo de la chica y ésta, un tanto aturdida, se sentó abriendo los ojos de inmediato.

—¿Qué haces? —preguntó Lauren alzando las cejas asombrada, no asimilando la situación ¿Su padre en su habitación? ¿Su padre despertandola? ¿Su padre despertandola por la mañana? ¿Su padre despertandola por la mañana sin rastros de enojo por algún error en su entrenamiento?

—¿Así recibes a tu padre? —preguntó arrugando el entrecejo y cruzando los brazos—. Solo he venido a despertarte —Se quejó.

—No es común que me despiertes —contestó volviendo a cerrar los ojos dejándose caer otra vez sobre el colchón—. Mucho menos que no estés enfadado conmigo por cualquier razón.

—Solo quería preguntarte cómo estabas.

Ella abrió los ojos y lo miró atónita. Fingió creer que esa era la verdad. Su padre jamás la despertaría temprano sin algo detrás del telón, estaba ocultando algo. —Bien. Estoy bien.

El asintió lentamente. Llevó una de sus manos cerca de su boca y mordió sus uñas.

Otra señal.

Lauren no quería seguir un hilo de conversación, pero sabía que era la única manera de formular una respuesta a su pregunta de: ¿Que demonios esconde mi padre?

—¿Y tú?

—¿Y yo qué? —cuestionó en forma un tanto a la defensiva, llegando a sonar grosero.

—¿Cómo estás? —preguntó hundida en curiosidad.

—Oh, bien. ¿Tú?

—Papá, acabas de preguntarme eso. ¿Qué sucede? —Lauren podía asegurar que su padre, a pesar de ser el líder de un clan, perdía los estribos cuando intentaba mantenerse duro frente a ella.

Los muros alrededor de Michael Jauregui se desvanecieron cuando su hija alzó las cejas. Se preguntó si debía encerrarla en lo más alto de la torre para evitar que la valentía de su niña (que ya era una adulta de veintidós años) la lleve a anhelar participar en la misión que la comandante había dictado sin planificación alguna. Pero sabía que esa chica podría unir las piezas por si misma, y antes de lo esperado estaría huyendo rumbo a Civitem sin su consentimiento para seguir las órdenes de la comandante.

—Estoy un poco, bastante, muy asustado. —aceptó. Lauren volvió a sentarse y cruzó los brazos debajo de su pecho, atenta a las palabras del hombre. —Se requiere la presencia de los mejores soldados de cada clan.

Vió en el rostro de su hija un ápice de sonrisa, la comisura de sus labios se alzó tan poco que podría haber pasado desapercibido, pero el notó que ella estaba sonriendo de lado. Lauren extendió sus brazos hacia atrás, colocándolos sobre el colchón y se enderezó mientras doblaba su cuello para que sus huesos suenen dándole una sensación de satisfacción con su propio cuerpo.

—Y sabes que seré la primera en enlistarse. —afirmó ella mientras se humedecía labios con su lengua. Miró hacia otro lado para respirar profundo, pues sabía que el olfato de su padre no pasaría por alto su mañanero y hediondo aliento.

El hombre dió un paso adelante, extendió su mano, demostrando que quería tomar la de su hija, pero finalmente no lo hizo. Y retrocedió. —Escúchame —No fue un pedido, más bien una órden que Lauren procuró seguir, no tenía pensado enfadar a su padre tan temprano.

—Lo hago —contestó. Su mirada viajó por su habitación mientras su padre mantenía el silencio sin desear romper la burbuja de comodidad que había entre ellos.

—Es muy peligroso —aseguró—. Pero te conozco, y se qué aunque no quiera que vayas, no podrás mantener tus pies en estás tierras y te irás aunque sea en contra de la ley —murmuró con seguridad. Soltó un suspiro y le dió la espalda.

—Me alegra que me lo hayas dicho. —comenzó Lauren mostrando sus dientes en una sonrisa genuina. El líder se giró sobre sus talones admirando en silencio a su hija. —Ya lo sabía —comentó luego, él la miró con sorpresa y esperó por una explicación, estaba tan aturdido con los acontecimientos que ni siquiera se dio cuenta que ella había sacado a flote la conversación—. Las paredes hablan —agregó con un encogimiento de hombros.

Pero antes de que el pueda decir alguna palabra, las puertas de esa habitación fueron abiertas por la madre de la mujer, con una sonrisa llena de confianza, porque a diferencia de Michael, Clara sabía de lo que su hija era capaz, y la supervivencia era parte de su sangre.

—Hola ma —murmuró ella sonriéndole.

—¿Ya estás lista? —preguntó su madre dejando un beso en la frente de la chica.

—Así que las paredes tienen nombre y apellido. —murmuró Michael, comprendiendo el juego de palabras de Lauren, quien sonrió con inocencia.


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Era de noche cuando la pequeña familia Kordei se despertó por unos golpes en la puerta. Pronto los golpes fueron reemplazados por un sonido más fuerte. En el otro lado, dos soldados de Dark Woods estaban intentando abrir la puerta de una patada.

Ambas mujeres se levantaron de sus camas lo más rápido que sus piernas les permitía y se cruzaron en la sala, justo frente a la puerta.

—Yo abro. —decretó la mujer mayor extendiendo el brazo, haciendo que su hija permanezca estática en su lugar.

—¡Puede ser cualquiera, no abras, deja que se vaya! —susurró Normani con fuerza tirando del brazo de la mujer, prohibiendo que intente forzar la cerradura para que entre quien quiera que estaba afuera en ese momento.

—¡Ya voy, maldita sea! —gritó Dinah levantándose de la cama mientras caminaba con desgana hacia la puerta, frunció el ceño cuando notó que, a pesar de los efusivos golpes que estaba recibiendo, no se movía en lo absoluto. —Maldita sea. —murmuró cerrando los ojos, no le importó salir en pijama, y se las arregló para escapar del castillo, convertirse, y correr con toda la velocidad que sus cuatro patas le otorgaban.

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