Capítulo 8

70 18 11
                                    

Torvi se deslizó por los pasillos y escaleras de la Gran Torre Roja, su comandante estaba ahora en su habitación, disfrutando en soledad de una deliciosa cena que acabaría con la hambruna de más de diez criaturas.

Debajo, en la entrada, cuatro guardias esperaban la llegada de los grupos seleccionados para el enfrentamiento con Alessandro, no estaban cien por ciento seguros de con quién se enfrentaban, pero tenía muy en claro que su elección sería decisiva y determinante para todo Amhernus.

Una parte de él no podía comprender porqué Camila no aportaría en la crucial elección de combatientes, pero no debía articular palabra alguna para mantener su cabeza a salvo.

La noche estaba cayendo, la Luna hacía aparición en la oscuridad del cielo nocturno y Camila, que pretendía dormir, se encontraba sentada con las piernas cruzadas, sus extremidades se movían ansiosas por la llegada de los desconocidos, quería acatar sus órdenes en ese instante pero debía esperar al amanecer para comenzar con la misión que había elaborado a medias, sus proyecciones mentales estaban nubladas a causa de su inquietud, ya que toda su atención estaba dirigida al movimiento sin cesar de sus piernas.

El manjar continuaba exactamente igual que cuando se lo colocaron, pues no había tocado ningún trozo de comida, tenía un nudo nervioso en la boca del estómago que le impedía comerlos.

Torvi se movilizó por las cientos de habitaciones libres en el lugar, y decidió que los cinco soldados deberían aguardar, después de ser escogidos, en la habitación del piso de abajo del Salón Brillante. Tendría así la oportunidad de tener un ojo sobre Camila y los elegidos al estar permanentemente cerca.

-¿Señor, dónde dejamos esto? -preguntó la mujer que examinaba el sitio con las manos sosteniendo del mueble que se transformaría en un dormitorio en cuanto trajeran el colchón que aguardaba fuera.

-Las esquinas, pongan las camas en las esquinas. -enunció indicando con el índice las posiciones de los muebles de madera gastada.

El par de sirvientes asintieron sin rechistar y acomodaron en sus lugares los dormitorios de los cinco, pero intercambiaron una mirada dudosa cuando entraron con la quinta cama porque, tristemente, no habían cinco esquinas.

-¿Dónde ponemos esta? -preguntó ahora el hombre, dejando caer con suavidad el objeto en el suelo, sus brazos estaban cansados y desacostumbrados a ese tipo de esfuerzo, puesto que eran parte de la cocina.

Torvi enarcó una de sus cejas y rascó su barbilla. Estaba a punto de responder cuando la aparición de la joven líder le hizo dar un salto. -Comandante -dijo velozmente dando zancadas para acercarse y situarse a su lado, no sin antes bajar la cabeza en una reverencia.

-¿Qué demonios están haciendo? -preguntó tras un bostezo que le contagió a la mujer que tenía sus brazos extendidos, levantando innecesariamente la cama.

-Estamos... Preparando el lugar para los invitados. -Le comentó moviéndose a su lado cuando ella se acercó al par de cocineros y los miró seria, el hombre quería esconderse debajo del mueble, aunque sería visible entre las vigas, y la mujer estaba a punto de colapsar en el suelo, nunca habían tenido a la mujer tan cerca, y hasta ese día jamás habían agradecido por ello.

-Apenas lleguen el plan estará en marcha. -contestó ella con determinación, mirando por unos segundos a Torvi. -Dejen eso ahí. -decretó antes de volver a bostezar y abandonar la sala que los cocineros intentaron organizar inútilmente.

Camila subió las escaleras sintiéndose débil y hambrienta, pues habían pasado un par de horas desde que evitó a los alimentos, podría comer en ese momento, en cualquiera, en realidad, bastaban unas pocas palabras para que le prepararan un plato nuevo, pero sabía que su cuerpo deseaba intensamente volver a la cama para estallar de energía la mañana siguiente.

Se sopló un poco enfadada el cabello que le caía sobre la cara, pues sus párpados se habían caído cuando el sonido de un mueble siendo arrastrado con vehemencia por el piso la obligó a enderezarse, dejando la columna recta, para intuir que estaban siguiendo órdenes no dictadas por ella.

Se escondió bajo las sábanas que la cubrían esa noche y la pesadez que sintió en todo su cuerpo pronto la hizo caer en un profundo sueño que no la despertó hasta que el sol le dio en la cara. Tuvo que entrecerrar los ojos para ver claramente a su alrededor, se giró, dándole la espalda a la gran estrella y se llevó una de sus manos a la mejilla, borrando los restos de saliva antes de frotarse los ojos y sentarse a vestirse adecuadamente, ese día era imprescindible para cambiar el resto.

Se limitó a mirar por su ventana al escuchar el bullicio de la gente, porque en ese instante Lauren Jauregui y cada uno de los soldados de los cinco clanes entraron a Civitem simultáneamente, aquello había conllevado una pequeña organización anticipada.

Los hechiceros de Deagle ni siquiera necesitaron hacer un viaje, simplemente se juntaron y facilitaron el trabajo con una serie de palabras que los transportaban sin interrupciones ni desvíos a las puertas de la ciudad central mientras que los de Coldterra debían descender con un cuidado impecable que les impidiera fallas que los condujeran hasta la muerte, porque resbalar en las montañas podría equivaler a una caída de más de cincuenta metros con rocas esperando abajo.

La alegría de la gente hizo florecer una diminuta, muy diminuta sonrisa en los labios de Camila, el alboroto de los ciudadanos se aferraba a la esperanza de que la misión comandada por la mujer llevaría al fin de la existencia de Alessandro, arrancando el problema de raíz.

Torvi bajó las escaleras con la impaciencia aflorando, incluso saltó algunos escalones para ser quien les abriera las puertas a los hombres que ya habían entrado a la ciudad. Frente a ella, suspiró, se frotó las manos sobre la túnica para quitarle el polvo y se irguió esperando el toque que indicaría que estaban del otro lado.

Cuando escuchó el golpe, para nada moderado, tiró del pomo de la gran puerta y les otorgó el acceso al interior de la Gran Torre. Supo que no fue el guardia quien golpeo el metal de la puerta al ver los nudillos rojos de una de las mujeres de Moonkru.

Nadie podría imaginar que esos nudillos rojos serían los que Camila querría besar algún día.

Y que la dueña de esas manos sería capaz de sembrar el caos. En la mente y el corazón de la comandante.

--------------------------

Si pudieras transformarte en un animal, ¿cuál elegirías?

Últimamente me han gustado los cuervos (¿Sabías que pueden hablar como nosotros? Es espeluznante), pero preferiría el mar, para poder investigarlo y guardar mis descubrimientos en un libro con pinturas de las criaturas que luego encontrarían, cuando yo estuviera muerta, entonces me reconocerían, algo así como Van Gogh, pero oceánica.

(:

AmhernusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora