Capítulo 11

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El intenso choque de miradas fue mucho para ella, desacostumbrada a alguien que la observe con tanto arrojo decidió que deberían encarcelarlos, al menos un par de horas.

—Llevalos al calabozo.—ordenó antes de arrojar el arma, la cual se clavó en la pared, cerca de Jackson quien se movió rápidamente a otro lugar.

—Si comandante. —asintió Torvi siguiéndola cuando comenzó a caminar de vuelta a su habitación, el señaló a los guardias que habían oído las palabras de Camila para que hagan la tarea.

—Ella en la celda un poco más segura. —Dijo Camila frenando el paso, el hombre casi choca contra su espalda por detenerse inesperadamente.

—Si comandante. —afirmó, esta vez debió retroceder, volvió a la habitación donde se encontró con una escena de lucha; Moonkru sin recibir voluntariamente su pequeña condena.

—¡Suéltame! —Se quejó Tabatha forcejeando, llevaron sus brazos detrás y los apretaron tratando de inducirla.

—¡Si vuelves a tocarme yo...! —Amak comenzó a moverse por la habitación para mantener la distancia con el guardia que lo estaba acorralando tratando de atraparlo.

—No lograrán nada oponiéndose. —mencionó Lauren, ella extendió sus brazos al frente para que la sujeten con el par de esposas que tenían en uno de sus costados, colgando. —Solo dejen que todo se calme, arreglaré esto. —informó dándoles una mirada y una sonrisa capaz de calmar la ansiedad que los carcomía.

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—¿Por qué la llevan a otro lado? —preguntó Federica mirando con el ceño fruncido la caminata forzada de Lauren delante de ellos.

Habían bajado muchas escaleras, sus respiraciones eran pesadas y pausadas por la falta de oxigenación en los cuerpos, luego de descender una gran variedad de escalones llegaron a un espacio situado a diferente altura. Era oscuro, de piedra, cada paso parecía hundirlos más en oscuridad, lo único que los tranquilizó fue ver el cuerpo de Lauren iluminado delante de ellos, pues el guardia que la forzaba a andar sostenía una lámpara de aceite.

—¡Lauren! —gritó Jackson cuando lo obligaron a entrar a una celda con sus compañeros.

Ella suspiró, ellos no podrían mantener la compostura sin ella, con los brazos en la espalda la llevaron a una celda, estaba sentada en una silla con los brazos amarrados a unas cadenas y esposas, no podía levantarse de allí, pero al menos le dieron la posibilidad de no romper sus muñecas al estar sentada, justo a la altura de las esposas. Estaba incómoda y quería descansar pero aún no era el momento.

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—Ellos no tenían que matarse. —enunció Camila dejando las palmas sobre la mesa para mirar a Torvi mostrando su disgusto.

—Yo creí que... —Empezó el, intentando buscar entre sus acciones algo de sensatez.

—No. —Lo interrumpió. Deslizó la mano por su sien y cerró los ojos. —Es inteligente, ¿cómo pudo decidir que se ataquen entre sí? —murmuró aún sin poder creerlo, estaba muy enfadada por la gravedad de la situación.

—Lo vi como... La supervivencia del más fuerte. —susurró el hombre juntando sus manos por delante.

Ella lo miró fijamente, deseando ahora sostener la maldita daga que él le había dado para clavársela en el cerebro, para ver si después de eso podría funcionar correctamente.

—¿Cómo explicaré que cuatro soldados, los mejores, han muerto? —dijo. Torvi bajó la cara pero ella, aún siendo más baja de estatura, se plantó frente a él, el hombre destacó los puños cerrados pero no se atrevió a mirar más allá de las rodillas de Camila.

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