Papillon

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/NARRADOR: Karchez\

Sentado bajo el radiar de un bombillo me encontraba, lastimosamente mi mañana había iniciado antes de tiempo por los gritos de papá. Mi cama recubierta por una cobija gris y un armario algo desgastado eran lo que confirmaban mi habitación. Me levanté y me mire al espejo, mi suave cabello café semi rizado lucía algo más agitado de lo normal, mis ojos verdes como el pasto de los campos eran adornados por unas feas ojeras.

- Vamos kar, tienes que acompañarme a el evento, mi jefa nos a invitado, no quiero llegar tarde. Esos millonarios tendrán sus grandes banquetes y sus decoraciones finas. Arreglate con lo mejor que tengas.

Papá se mataba trabajando todos los días, a pesar de ello la vida no le daba más que tristes repuestas. Cuando nací mi madre falleció al parto, con un hijo en manos mi padre lloraba cada noche al volver del trabajo, yo me pasaba de casas en casa de diferentes familiares. Con tan solo 15 años mi padre se enfrentaba a la vida, con la agonía de la muerte de mi madre en brazos el se mantenía trabajando, muchas veces era despedido por ser incompetente para sus trabajos. A la edad de 20 años mi padre vio a sus padres morir, su alma se quebrantaba al pasar de mi crecimiento, con una falsa sonrisa en el rostro me tomo en brazos y me crío en la panadería de mis abuelos. Con esfuerzo dedico meses de su vida a aprender el arte del pan, con la pequeña herencia de mis abuelos mi padre me mantenía y me daba estudios básicos, después de tres meses practicando el arte del pan logro perfeccionar sus habilidades, en un inicio vendía pan a los antiguos clientes que visitaban la panadería cuando mis abuelos aún estaban en este mundo; poco a poco la fama del pan de mi padre se extendió. Con una salario no del todo estable me crie junto a mi padre y sus amigos.
Cuando apenas hiba al parbulario fui un niño muy social y de grandes calificaciones, si bien tenía amigos de mi edad, cuando llegaba a casa solía socializar más con esos amables ancianos que me adoraban mis tiernos mofletes, muchos decian que me parecía a mí abuela.
A pesar de que vivímos en un edificio de dos plantas, era poco el espacio que disponíamos mi padre y yo, la parte baja era totalmente ocupada para la panadería, la parte alta era solo un baño y ducha, una habitación para mí, una para mí padre, y una pequeña habitación extra que mi padre convirtió en una sala.

Entristecido por aquellos desamores de la pre adolecía me escondia en el techo de nuestro edificio, la suave nieve francesa cubría mis heridas y me daba tranquilidad.
Después de años de esfuerzo mi padre hizo un contrato con una empresa de ropa y eventos, mi padre horneaba toneladas de si popular pan para los eventos de aquella empresa, éramos invitados a muchos eventos pero eran pocos a los que asistíamos, la falta de tiempo casi siempre nos obligaba a no poder realizar algunas cosas, por suerte está no fue la ocasión.

Tome aquel viejo traje café de mi abuelo, un impregnante olor a pan desprendía de el, mi abuelo se lo dio a mi padre, mi padre me lo dio a mi, este traje es todo una reliquia familiar. Con el triste sabor de extrañar a mi abuelo, desenpolve aquel traje; a mi sorpresa el traje que quedaba perfecto.
Cepille mi cabello y lave mi cara tratando de limpiar las ojeras de mi rostro. Salí de la habitación y me diriji a la habitación de mi padre.

- ¿Que tal me veo?, me a costado mucho, espero se vea lindo, no es así hijo?.

Es brillo de los ojos de mi padre iluminaban la habitación medio oscura, ese brillo, esperanza y esmero de mi padre llenaban mi corazón de alegría. Con una lágrima escurriendo a mi mejilla le mire.

Te ves muy bien papá, te ves genial. -

Orgulloso de los esfuerzos de mi padre en acerque a él y le abrace, escondí mi rostro en su cuello y las lágrimas brotaron.

Gracias papá, gracias por no darte por vencido, gracias por todo tu esfuerzo. -

Con la voz quebradisa seguí agradeciéndole a mi padre, sus manos se posaron en mi nuca, me palmeó la espalda mientras yo aún me mantenía llorando. Con un papel tomo mi rostro y limpio mis mocos y lágrimas, al igual que como lo hacía cuando yo tenía 4 años.

- Gracias a ti por darme las
ganas de seguir viviendo.

Me palmeó el rostro antes de que juntos bajaramos las escaleras listos para el evento.

La señora Vie nos esperaba en la planta baja, esa mujer era una amiga de mi difunta abuela Marie, ella le había pedido trabajo a mi padre para ayudarle a mi padre, ella y su joven nieta Gema eran las empleadas de mi padre. Gracias a un gran vínculo con mi padre ellas habían aceptado cuidar de la panadería mientras nosotros salíamos.

Ya con las charolas de pan echas estábamos listos para ponerlas en la vieja camioneta que la abuela nos heredo, para nuestra sorpresa un hombre de traje nos esperaba fuera, este nos dijo que la jefa de mi padre le enviaba una camioneta para transportar el pan.

Ayude a mi padre a subir las bandejas de pan para después subir juntos en la parte trasera del auto.

- Tienes hambre?.

Hombre, un poco si, no
desayuné está mañana. -

Papá tomo su maletín y saco una pequeña bolsa de papel, el clásico olor de su pan salía de la bolsa.

- Sabía que no nos daría tiempo no a desayunar, venga toma un pan.

Tome un bigote relleno (para los que no lo conozcan, es una pequeña barra de pan con forma de un bigotes, rellana de chocolate o demás sabores), aún estaba algo caliente el pan.

- ¿Quiere uno usted también señor conductor?.

La amabilidad de mi padre no tenía fin, lastimosamente algunas veces las personas abusaban de esa confianza y amabilidad. El conductor no se pudo resistir al olor del pan y termino por tomar uno también.

Cuando asistía al parbulario tuve muchas malas experiencias, debido a la inseguridad en algunos puntos de mi infancia yo y otros niños nos veíamos obligados a escondernos en el sótano de la escuela cuando riñas violentas sucedían a metros de nuestro plantel educativo. Debido al poco dinero que disponíamos mi padre solía enviarme a la escuela con una vieja mochila de cuero, las relucientes y coloridas mochilas de los demás niños llevaron a qué estos se burlaran más de una vez de mi; enojado solía terminar en discusiones con los demás niños. Al ingresar a la primaria las cosas cambiaron, si bien mi mochila o vestimenta aún eran burla por parte de los demás alumnos está vez tenía algo que ellos no, un gran orgullo y un puño duro. Cada mes solía terminar en una pelea con algún compañero, esto no me llevaba a más que defender aquel orgullo y terminar en la oficina de la directora; tristemente está con tal de no expulsarme del plantee terminaba dándome tareas físicas o se refería a mi con un lenguaje ostil y ofensivo, muchas veces terminaba con una vena inchada mientras soportaba como esa terrible mujer ponía grandes cantidades de libros en mis manos como castigo, o cuando soportaba sus gritos y ofensas.
Desde que cumplí los 9 años papá me llevaba a visitar una verde montaña llena de girasoles, en la cima se hallaba aquella tumba donde mi madre descansaba. En las situaciones de más desesperación o estrés solía escaparme de casa o del colegio para visitar a mi madre, a pesar de que solo la conocí mediante fotos, sentía un gran vínculo junto a ella que me trasmitía paz, bajo aquel roble, me acostaba al lado de su tumba, el café de aquel roble me recordaba a su cabello.


- ¡Este edificio es más
grande de lo que pense!.

Baje junto a mi padre y tan solo para por aquella negra alfombra sintió el ataque de flash por parte de los reporteros, preguntas como "Que es lo que hace tan distintivo a su pan" o "Que secretos usa en su pan", llegaban a los oídos de mi padre. Por la edad tanta luz y sonido lo mareaban, tome a mi padre de la mano y lo lleve hasta la entrada.

- Esos reporteros se vuelven
más molestos cada año.

Tienes razón papá. -

- Hijo por lo que entendí este evento está mayormente lleno por adultos, mi jefa dijo que había una pequeña zona para jóvenes, así que venga, ve a socializar o conseguir una chica linda, que últimamente te veo triste.

Papa me dio un par de palmadas en la espalda y después se rió. Le tome la palabra u subimos juntos en el elevador, mientras el bajo en el piso 6, yo me quedé para llegar a la azotea.

La mariposa y la polilla. Carola × KarchezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora