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El delicado sonido de gotas de agua cayendo una a una eran captados por jiraiya.

«¿Dónde estoy?» se preguntó el samurái, no se podía mover, su cuerpo estaba rígido, es como si no tuviera control sobre su cuerpo y no lo pudiera sentir. Eso debería ser aterrador, pero por alguna extraña razón, que cuestionaba las mismísimas leyes de la auto conservación, su espíritu carecía de algún temor.

«¿Qué es esto?» se cuestionó así mismo, siendo consciente de que no podía gesticular una palabra, y sus preguntas solo eran ecos en su mente. El delicado sonido del agua calmaba la mente del guerrero, brindando a su alma calcina una delicada paz. Ahora, no le importaba donde estaba, que había ocurrido, sentía que su cuerpo, si es que acaso lo tenía, estaba suspendido en el tiempo, no respondían a sus órdenes aunque quisiera.

Escucho el distinguible sonido de sollozos ahogados... una mujer estaba llorando y ante sus ojos se materializó un escenario, una remembranza que el mismo recordaba porque lo había vivido.

Era la imagen de Tsunade postrada delante de la imagen de Buda en un antiguo templo, con un atuendo poco usual al que Jiraiya estaba acostumbrado a verla lucir, un elegante kimono de color verde, y su cabello rubio natural recogido en un sofisticado rodete. Sin embargo, a pesar de la belleza inigualable que despedía la mujer, su espíritu estaba colmado con la más grande de las penas, sus lágrimas caían al suelo como un profundo manantial, y su voz, era una mezcla de sollozos desgarradores y súplicas incoherentes a toda deidad que le era conocida.

Una figura imponente se acercó con cautela a la visión de esa desconsolada doncella, se trataba de Jiraiya, pero en ese recuerdo todo su vigor y aspecto estaban marcados por una saludable juventud. Vestía una formal kamishimo y dos katanas pendían de su cinturón.

Tsunade no se percató de la presencia del guerrero (y si lo había hecho lo ignoro), continuó ahogándose así misma en un océano de dolor.

El semblante del samurái trataba de mantenerse estoico, intentaba mantenerse con la mayor compostura, manteniendo el deber de ser educado ante una dama de sangre real, aun así, la mirada melancólica del joven Jiraiya era una prueba irrefutable de su dolor. El sufrimiento de la doncella ante sus ojos lo sentía como el suyo propio.

❦𝗥𝗲𝗴𝗿𝗲𝘀𝗼 𝗮 𝗰𝗮𝘀𝗮 ➻【Tsunade y Jiraiya】Where stories live. Discover now