Capítulo 5

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Shiz no esperaba encontrarse a Priscila en medio de la habitación petrificada pero tenía cosas más importantes en las que centrarse en ese momento. Los golpes de Rubeus contra la puerta eran cada vez más fuertes.

- ¡Abre la maldita puerta! - gritaba mientras seguía golpeando.

Shiz había colocado un hechizo para que la puerta resistiese, por lo menos más tiempo del que cabría esperar. Se acercó a Priscila observando cómo algunas enredaderas habían crecido a sus pies y pelo.

- Con que eras tú la que se metía en mi habitación. - con una mano deshizo el hechizo haciendo que Priscila cayese al suelo respirando pesadamente - Tanto tú como yo estamos en un grave aprieto. ¿A quién se le ocurre entrar en sitios ajenos?

Shiz analizó las posibilidades de escape. Podría salir por la ventana o dejarles inconscientes pero eso empeoraría las cosas aún más.

- Todo es tu culpa - Priscila se reincorporó pesadamente intentando regular su agitada respiración - Si no hubieses venido aquí podría haber seguido viviendo tranquila.

- ¿Mi culpa? Exactamente, ¿qué te he hecho yo? - Shiz puso una cara de incredulidad. Por lo que recuerdo sólo ha intercambiado un par de frases contigo, nada más.

Más golpes se siguieron escuchando. Ahora parecía que había más gente.

- Hablaste sobre las plantas. Hasta la señora de la posada me ha empezado a preguntar alegando que tú tenías razón. Había conseguido que se creyesen lo de mi lugar de origen ¡y tú vienes y lo descompones todo! - Priscila se echó las manos a la cabeza con desesperación - Ahora me quemarán o me matarán para después dar mi restos a los cerdos.

- ¿Cómo que quemar? ¡A mi nadie me dijo que aquí se quemaba a la gente con magia! - Shiz comenzó a estresarse de verdad y empezó a notar que el hechizo se iba debilitando. Necesitaba calmarse.

- Niña tonta, ¿cómo es que vienes aquí sin informarte de nada? Aquí son contrarios totalmente a la magia como podrás recordar. A la mínima sospecha de esta te encierran para posteriormente quemarte. Debiste notar algo los días siguientes a la pequeña conversación. Algo en tu comida o en tu habitación.

Shiz recordó las punzadas en el pecho la otra noche. Habían echado en esa cena.

- Te echaron veneno, niña. Cualquier humano habría muerto una vez ingerido. Sólo las personas con magia pueden resistirlo.

Ahora todo encajaba. Normalmente no se resfriaba ni padecía dolores por lo que le había resultado extraña aquella situación.

- Eres una suicida por venir aquí siendo maga.

- No soy maga - Priscila la miró fijamente - Yo soy una bruja.

- Peor me lo pones.

Cada vez se escuchaban más golpes. Shiz echó un vistazo por la ventana y vio como gente del pueblo comenzaba a amontonarse en la entrada de la posada o a entrar en esta.

- Si quieres vivir, ayúdame a salir de aquí. Como has permanecido por esta zona más tiempo que yo supongo que sabrás algún atajo para ir al bosque o algo. - Shiz se acercó a Priscila con aún más nerviosismo.

- No iré al bosque. Eso sería igualmente un suicidio. Me sorprende incluso que tú hayas entrado y regresases con vida.

- ¿Entonces prefieres morir calcinada como dices tú? No creo que sea una muerte agradable.

Priscila pareció dudar por unos instantes. Sabía que la gente del pueblo la quemaría pero el bosque la aterraba demasiado. No hubo tiempo de elección cuando ambas vieron el filo de una hacha atravesar la puerta. Shiz cogió la mano de Priscila y, cogiendo carrerilla, saltaron por la ventana.

El clan del fenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora