Capítulo 28

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— ¡¿Qué es lo que has hecho, Samantha?! - Walther se acercó a la nombrada con una mirada de ira.

— ¡Ha funcionado, Walter! Él ha vuelto - Samantha dio saltitos de alegría pero, al ver la cara de Walter, se detuvo.

— ¿Él? — Priscila miró extrañada a Walter en busca de respuestas.

— Lionel.

En un pequeño silencio ambos. Poco después Walter habló con ira en sus palabras.

— No sabes el peligro que corremos todos ahora.

— ¿ A qué te refieres? . Priscila miró a Walter - ¿Cómo que peligro?

Un fuerte temblor resonó en toda la cueva tan pronto como Priscila terminó su frase. Las grietas comenzaron a abrirse camino desde las diferentes salidas hasta acorralar al grupo en el árbol. Priscila cogió una rama procedente del árbol y creó una cúpula de ramas.

— Y ahora qué es esta vez, ¿un dragón?, ¿una serpiente de varias cabezas? Ya me estoy cansando con tanto bicho — Priscila estaba cada vez más estresada.

— Es el mago - Walter miró a un lado de la cúpula, intentando escuchar algo del exterior.

Todo se detuvo en unos pocos minutos.

— ¿Elfo? — Samantha habló de pronto con preocupación y todos se giraron hacia el nombrado. — ¿Qué pretendes hacer?

Hirion con daga en mano, la aproximó al cuello de Lionel.

— Algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. — Hirion presionó la daga haciendo que apareciese un hilo de sangre.

— ¡Hirion! — Samantha fue rápidamente hacia él pero fue demasiado rápido.

Todo pasó en escasos segundos.

La cúpula se rompió y una luz cegadora paralizó a todos. Hirion soltó un grito de frustración y Samantha un suspiro.

Aun sin poder moverse, todos vieron a aquel hombre acercarse. Walter intentó moverse por todos los medios, mientras maldecía pero no sirvió para nada. Samantha estaba en shock, no esperaba que, después de tanto tiempo, aquel hombre les pudiese localizar con tanta facilidad.

— Me habéis ayudado mucho, queridos Walter y Samantha — el mago tenía un tono tranquilo pero en el fondo, se podía percibir un atisbo de pura maldad.

— No te atrevas — Walter seguía intentando moverse sin resultado y el mago pasó por su lado como si nada, dirigiéndose hacia Hirion que aún sostenía la daga en la misma posición.

— Ya no será necesario eso — con un simple gesto, la daga desapareció de las manos de Hirion y pasó a las del mago.

— ¿Quién eres? — Hirion miró al mago con más furia ya que le había arrebatado una gran oportunidad de acabar con su misión.

— Por ahora me podéis llamar Maestro — su voz tenía un tono siniestro que les heló la sangre a Priscila e Hirion.

El maestro tocó con su mano a Lionel y este comenzó a levitar siguiendo hacia un portal.

— Hasta la vista.

El maestro desapareció y todos pudieron volver a moverse.

— Tenemos que detenerle — a Samantha le temblaba la voz y algunas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

— Tenemos que detenerle — a Samantha le temblaba la voz y algunas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos

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Shiz observó al hombre que acababa de aparecer ante ella, interponiéndose en el camino de la bestia. Debido a la oscuridad, sólo podía distinguir la gran bata blanca que llevaba y un bastón con una pequeña piedra brillante.

— ¿Te ha hecho daño? — el hombre, en posición de combate, giró la cabeza para comprobar el estado de Shiz pero esta sólo pudo hacer un gesto de negación con la cabeza porque no le salían las palabras.

El hombre volvió a ver a la bestia que le miraba con extrañeza. Shiz no comprendía qué estaba pasando pero, a pesar de que su cerebro le decía que volviese a correr lejos de ese lugar, algo en su interior sentía que aquel hombre la ayudaría.

El hombre comenzó a andar hacia la bestia y esta lanzó un rugido y comenzó a correr a cargar contra él. Todo fue rápido, un destello de luz y la bestia cayendo a espaldas del hombre. Shiz no se explicaba cómo eso era posible.

— Ven, pequeña. — el hombre se acercó a Shiz y le tendió la mano — Te llevaré a un lugar en el que estarás a salvo.

Shiz se quedó mirando la mano de ese hombre durante unos segundos sin saber qué hacer.

— No tienes por qué desconfiar, te ayudaré.

Tras eso Shiz se levantó y tomó su mano.

— ¿Cómo te llamas?

— Me puedes llamar maestro, pequeña Shiz.

— Me puedes llamar maestro, pequeña Shiz

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Jejeje. Las cosas parecen más interesantes ahora.

El maestro:

El maestro:

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Lionel:

Lionel:

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El clan del fenixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora