Capítulo 27

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Walter y Samantha guiaron a Priscila hasta una gran puerta de madera decorada con detalles dorados en forma de flores.

- ¿Dónde está la cerradura? - Priscila estaba tan ansiosa que lo único que quería hacer era volver tras sus pasos a la biblioteca, segura.

- Ahora lo verás - Walter sacó de su bolsillo una llave dorada y, al acercarla a la puerta, apareció una cerradura y abrió la puerta.

Samantha fue la primera en entrar, casi corriendo, seguida por Walter que no le quitaba el ojo de encima a Priscila.

Había muy poca luz en la sala, sólo había una flotante en medio de esta qué dejaba ver a dos figuras, una tumbada en el suelo y la otra erguida, con un cuchillo en la mano.

- ¡Lo conseguiste! - Samantha ya había llegado a la posición de los dos sujetos - ¡Conseguiste liberarlo Hirion!

Priscila se detuvo, confundida. ¿Cómo Hirion iba a estar ahí y no con la gente del pueblo como había dicho Walter? Se giró en busca de alguna explicación sobre un plan y encontró a un Walter más confundido que ella.

- Entonces lo de enviarle con los del pueblo, ¿era sólo para asustar? - Priscila señaló a Hirion.

- No, la amenaza era real - Walter se llevó una mano al entrecejo, estresado - Samantha me la ha jugado otra vez.

- Esa niña entonces, ¿siempre es así?.

- Le gusta gastar alguna que otra broma. Pero esta vez ha pasado la raya.

Walter avanzó con paso firme hacia el grupo, en donde encontró a una Samantha feliz abrazando al que era su señor pero inconsciente en el suelo. Alzó la vista para ver a Hirion, que empuñaba un cuchillo y tenía una mirada perdida.

La pequeña Shiz se quedó confundida pero al no encontrar a sus padres decidió volver a casa

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La pequeña Shiz se quedó confundida pero al no encontrar a sus padres decidió volver a casa. Pan se había quedado en la entrada del granero. El silencio seguía presente en toda la casa y, con la oscuridad, la imaginación de Shiz comenzó a imaginarse escenarios catastróficos sobre monstruos que sólo había visto en los pequeños teatrillos del mercado.

- ¿Mami? - no obtuvo respuesta por lo que comenzó a subir lentamente por la escalera, hacia la habitación de sus padres.

Los tablones de madera crujían a cada paso que daba y un escalofrío le recorrió toda la espalda.

- Hoy es un día normal - se repetía a sí misma - Los monstruos sólo existen en las historias.

Cómo si fuese un mantra, repitió esa frase hasta llegar al marco de la puerta del dormitorio de sus padres. Cómo siempre, la puerta estaba cerrada. Una de las reglas más importantes en su familia era cerrar las puertas de las habitaciones. Llamó a la puerta y esperó una respuesta pero sólo escuchó ese extraño silencio que no la tranquilizaba en ningún sentido.

Nerviosa, abrió la puerta despacio e intentó no hacer ruido. La habitación estaba toda a oscuras pero nada más abrir la puerta un olor metálico inundó sus fosas nasales. Al principio no sabía con exactitud identificar aquel olor pero, como por arte de magia, una luz entró por la ventana alumbrando por un segundo toda la habitación. Sólo esa fracción de segundo le bastó a Shiz para ver los cuerpos de sus padres despedazados en la cama, la sangre recubriendo todas las paredes y esa sombra. Una sombra que llegaba hasta el techo, con ojos amarillos y garras de las cuales goteaba sangre.

La sangre de sus padres.

Presa del pánico lo único que se ocurrió fue correr. Correr hasta que sus piernas no pudieran más.

Bajó las escaleras a toda prisa mientras escuchaba a la sombra emitir un sonido parecido a un rugido de caza. Cuando Shiz cruzó la puerta al exterior pudo escuchar los pasos de la sombra comenzando a descender por la escalera.

Pasó por los campos recién arados hace unos días y los recuerdos comenzaron a aparecer. Como su padre araba el campo los anteriores días mientras su madre preparaba la comida. Pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas pero sus piernas seguían sin detenerse. Shiz no podía creer la escena que había presenciado hace escasos momentos pero no se detuvo. Siguió corriendo.

Llegó hasta la entrada del bosque y cruzó, no se lo pensó mucho hasta estar lo suficientemente profundo. Se detuvo en un pequeño claro. El aire que respiraba le quemaba los pulmones y una fuerte presión en el pecho se hizo presente. Shiz miró a sus alrededores en busca de la sombra que la seguía pero no pudo distinguir nada. El bosque era muy frondoso y los pinos sólo hacían que la oscuridad se acentuase.

La luna llena brillaba a la distancia del cielo nocturno, completamente despejada. Un ruido de rama rompiéndose volvió a captar su atención y, con el corazón palpitando en sus oídos, fijó la mirada encontrándose con aquellos ojos de un amarillo brillante. La sombra avanzó lentamente en una posición animal hasta que se le pudo ver con claridad. Su rostro era un cráneo de algún felino con unos colmillos más grandes de los habituales, su cuerpo estaba cubierto completamente por un pelaje que a plena vista parecía sedoso pero, si te fijabas bien, pequeñas agujas sobresalían de su piel.

Shiz retrocedió hasta que chocó con un pino. El monstruo emitió un gruñido y comenzó a cargar hacia ella. Shiz cerró los ojos y lo último que vio fue a otra persona con una toga colocarse entre ella y la bestia.

El clan del fenixOnde histórias criam vida. Descubra agora