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Pasó una semana desde el incidente de la ceremonia del Don, todo estaba ligeramente "normal", aunque claro, después de ese día nada sería completamente normal. Por su lado, Bruno había estado con su hijo en todo momento, no solo para hacerle compañía y subirle el ánimo sino también para evitar a su madre, la cual seguía insistiendo en que tuviera una visión en la magia para ver si un destino horrible los esperaba.

-No te preocupes Bruno, yo cuidaré de este chiquitín- dijo su hermana Pepa, revolviendo el cabello de su sobrino, había logrado convencerlo de que saliera un poco pues el niño lo necesitaría y el no puso mucha resistencia

-Está bien hermana, pero si algo pasa...-

-Si, si, si algo pasa lo traeré contigo, despreocúpate!- agregó y, sin dar otra palabra, se llevó a su sobrino el cual, antes de ser arrastrado por la mujer, se despidió de su papá con un pequeño abrazo

Una vez los vió desaparecer de su vista soltó un suspiro, realmente no le gustaba la idea de no estar con su hijo pero comprendió que eso podía ser demasiado molesto si seguía así, además el niño le había dicho que estaría bien y que se comportaría bien con su tía. Aún así no pudo dejar de sentir que algo malo vendría, dejó el pensamiento de lado de momento y se dispuso a ir a su habitación, en medio del camino se vió interrumpido por si madre la cual le dirigía una mirada severa, tragó duro y pensó "Hasta aquí llegó mi técnica de esquivarla, maldita sea"

-Hijo, ¿Tienes un momento?-

-Y-yo...en realidad, e-estaba por ocuparme de....alguien del pueblo!- fue lo primero que se le ocurrió como excusa, después de todo si madre priorizaba el ofrecer ayuda y cumplir con el pueblo -El señor Hernández me pidió una visión-

-Eso puede esperar ahora, lo que te vengo a pedir es de suma urgencia y ya no puedes escapar Bruno, ¡Piensa en la familia!- dijo la mujer ya con claro enojo en su voz, siendo aún más severa con su único hijo varón -Tendrás una visión sobre la magia, ¡Tu deber es usar tu don para quien lo necesite, y yo lo necesito! Deja de ser un cobarde- bien, eso dolió, carajo, si que dolió. Se mordió levemente el labio antes de responderle, sabiendo que estaba entre la espada o la pared y no había escapatoria.

-Yo... está bien, madre, tendré... tendré esa visión- murmuró, vió como los gestos de la mujer se relajaron ante la respuesta positiva

-Muy bien, búscame cuando la tengas- sonrió y se fue, dejándolo solo

Ahora sí, fue a su habitación con el sentimiento pesado sobre sus hombros, quería creer que nada pasaría, que solo sería una anomalía y que el futuro de la magia...de su hijo estaba bien.

-toc toc toc toc toc, toco madera- murmuró intentando calmarse, con algo de confianza subió las infinitas escaleras de su habitación para ir a la zona donde tenía sus visiones. Hizo el ritual acostumbrado y miro al futuro, rápidamente se vió rodeado por una zona verdosa y, una figura empezó a formarse frente a sus ojos.

-No...no! D-debe ser un error- musitó inmediatamente al ver una figura conocida frente a el, figura que tenía a casita destruída detrás. No, era imposible, esto no podía suceder, ¿Por qué? ¿Por qué a su hijo? Su madre ahora, definitivamente, lo tacharía como una amenaza y vergüenza para la familia, no podía hacerle esto a su único hijo. La visión terminó y la tableta verde apareció en sus manos, mostrando a un Camilo mayor, adolescente supone, con casita destruída detrás de el, sus manos empezaron a temblar por el nerviosismo y supo que debía hacer, su madre por nada del mundo debía ver esa visión, nadie debía verla. Dejó caer la tableta, destrozándola en pedazos en el suelo, escondida entre la arena, salió de su cueva de visiones y la cerró, soltando un suspiro, protegería a Camilo de aquel futuro, de aquella visión como fuera.

Horas después

Los Madrigal habían terminado de ayudar al pueblo por ese día, por lo que volvían a casita exhaustos.

-Tía Pepa! ¿Crees que a papá le gustará lo que hice?- preguntó Camilo, jugando con una ratita que había hecho con ayuda de su tía y Mirabel

-Oh, claro que le gustará, tu papá adora todo lo que le das- respondió con seguridad. El niño sonrió contento para entrar rápido a casita, dirigiéndose a la habitación de su papá, abrió la puerta

—¡Papá, estoy devuelta!— gritó el niño buscando a Bruno con la mirada, encontrándolo bajando las escaleras, escondió su regalo detrás de su espalda

—¿Cómo la pasaste con tu tía, Camilo?— pregunto

—¡Fue divertido! Estuve jugando con Mira también, ayudamos a la tía poniéndola de buen humor! Hasta hicimos algunas manualidades—

—¿En serio? Eso es genial— Felicitó bajando finalmente del último escalón —Ya debe ser la hora de la cena, tu tía Julieta ya debe de tener lista la comida ¿Vamos?—

—si! Pero...— nervioso terminó por sacar el peluche de detrás de su espalda, dándoselo a su progenitor —¡Lo hice para ti! Se llama Alonso, como nuestra rata!—

Eso no haría más fácil el despedirse de él, pensó Bruno con un nudo en la garganta, pero sonrió con ternura agarrando el peluche, oh, como extrañaría esto.

—Es hermoso mijo, eres todo un artista— Eso sacó una sonrisa en el infante.

Luego de eso fueron a comer junto con los demás y Bruno fingió no notar la mirada de su madre en el, concentrándose únicamente en su hijo hablando o en sus sobrinas. La cena transcurrió con tranquilidad y, apenas terminaron de comer, se fue a su habitación llevándose a su hijo con el, con la excusa de que el niño ya tenía sueño (cosa que era verdad).

—Papá ¡Cuéntame otra de tus historias!— pidió mientras se dejaba arropar por el adulto, este le hizo caso y, durante 30 minutos, estuvo relatando la mejor historia que se había ocurrido.

—Y así, fueron felices, ellos y sus 3 ratas— finalizó el vidente, viendo cómo su hijo aplaudía ante el final de la historia

—Otra!—

—No Camilo, es hora de dormir— obtuvo un quejido en respuesta pero termino haciéndole caso. Lo tapó mejor y dejó un beso en su frente —Buenas noches hijo, recuerda que te amo mucho ¿Si?—

—Yo también te amo papá—

Y con esa frase, volvió a dejar un último beso en la frente de su hijo y salió de la habitación, sabiendo que esa sería la última vez que lo vería, que le había contado la última historia, que está sería su última noche. Suspiró aguantando sus lágrimas, se puso la capucha y simplemente se fue, conocía un lugar donde podría esconderse, detrás de un cuadro donde esperaba que nadie lo encontrara o delatara (En caso de Dolores), miró por última vez a casita y cerró el cuadro, metiéndose por los pasillos que habían en las paredes de su hogar.

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Hey! Que onda, con este capítulo damos por finalizado lo ocurrido antes de los sucesos de la película, a partir del siguiente ya será "la película". Habrá un salto en el tiempo y, en un futuro cuando el fic esté terminando, subiré pequeños extras dónde mostraré algunas cosas de lo que pasó durante los diez años sin Bruno. Besos y gracias por leer!

Salvaré el Encanto [Camilo Madrigal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora