Castigos

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CAPITULO ONCE

CASTIGOS


—¿Sabes qué? Creo que, si saldré, estaré en el gimnasio y después pasaré al supermercado por las compras.

—De acuerdo. —asintió con un movimiento de cabeza.

Rachel, guardó silencio y después negó arrepentida.

—Se me olvidaba que Alejandro...

Nicolás cerró los ojos un momento al entender por qué no quería irse a distraer, tenía miedo que su hijo escapara durante su ausencia.

—Me quedaré aquí, puede ir tranquila.

Lo dejaría noqueado de ser necesario.

—No puedo pedirte eso, ¿podrías ir tu a comprar las cosas? —sacó una lista del primer cajón para entregársela.

—Yo no tengo inconveniente en ir, pero le gusta estar ocupada y creó que en este momento le servirá ir al gimnasio.

Rachel volvió a negar dudosa.

—. Dame la lista, iré por las compras —estiró la mano para recibir la nota.

—No tardaré, y así tu podrás ir después...

—No. Rachel, yo me encargaré, por favor salga a despejarse.

—Gracias —sonrió a boca cerrada, ella quería darle un abrazo, pero se arrepintió—. Si pasa algo, llámame...

—Desde luego.

Nicolás desdobló la hoja para mirar todas las cosas que tenía que comprar, se aseguró que no faltará nada en la lista. Rachel subió a su habitación para vestirse con su traje deportivo, llenó su botella con agua y antes de irse la vio elevar el teléfono indicándole que le llamara. Movió la cabeza para decir que sí. ¿Cuántas veces tenía que decírselo? Entendía que no confiara mucho en él, pero no era para tanto.

Subió las escaleras lento y echo una mirada rápida a la habitación de Alejandro la puerta estaba cerrada, pero se podía escuchar el ruido de la televisión. Caminó directo a la ducha para darse un buen baño luego de haber salido a hacer ejercicio. Después de vestirse, cepillo sus dientes y buscó sus cosas para ir directo al supermercado más cercano, se colocó su suéter negro, metió la hoja dentro del bolsillo del suéter, sostuvo las llaves en sus manos y tocó la puerta de Alejandro con dos golpes.

—¿Qué quieres mamá? —respondió molestó —. Déjame solo.

—No soy tu madre, ¿Puedo pasar? —esperó que le respondiera para poder abrir la puerta.

—¿Qué quieres, Nicolás? ¿No escuchaste que quiero estar solo? Vete de aquí.

Nicolás intento girar la perilla, pero algo del otro lado de la puerta se lo impidió.

—Me abres o abro —le dio un ultimátum y sé escuchó como él había puesto el seguro—. De acuerdo.

Bajó rápido para buscar en la biblioteca los duplicados de las puertas que tenía como emergencia. Subió de nuevo con molestia y metió la llave en la perilla dando un giro abriendo la puerta de golpe. Alejandro se sobresaltó y escondió algo dentro de sus cajones.

—¿Que mierda estás haciendo? —lo miró desconcertado—, ¡Lárgate!

—Te dije abre la puerta y no lo hiciste, ahora, vamos iremos por las compras, apúrate.

Alejandro se rio en un tono de burla.

—Vete de mi habitación, ¿te recuerdo cómo reaccionaste tú, cuando entre a la tuya?

Por siempre mi amor y mi corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora