De nuevo tu

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CAPÍTULO DIECISIETE

DE NUEVO TÚ

Marcos había regresado tan de pronto y de manera muy inesperada, pensó que jamás volvería a saber nada de él. Diana no estaba segura de cómo es que debería responderle aquel hombre con quién no deseaba encontrarse.

Miró el teléfono varios segundos y apretó los labios.

—Por favor, Diana...

Un nuevo mensaje llegó, pero bloqueó el teléfono, para después dejarlo dentro del cajón. Se colocó su ropa para dormir y salió de la habitación con una cosmetiquera roja, con varias cosas para las uñas.

—¿Toño? —simplificó el nombre de su hermano y lo llamó. Él estaba recargado de brazos cruzados sobre el marco de la pared, conversaba con diversión y observaba a Leonardo lavar los platos.

—¿Mandé? —respondió al escucharla. Y se acercó a la mesa para recargar su mano contra el respaldo de la silla.

—¿Me ayudarías? —ella abrió su cosmetiquera y saco varios esmaltes de uñas —. Ya me pinté está mano, pero en la derecha no puedo muy bien.

—Por supuesto hermanita —jaló la silla para sentarse enfrente —. ¿Qué color? —le preguntó y la miró esperando su respuesta.

—El morado.

—Pero hay dos —señaló arrugando la frente.

—Ese es lila y este morado.

Antonio dejó salir un suspiro lento ante la respuesta de su pequeña hermana. Creía que ambos colores eran casi iguales. Sin embargo, Diana le dio varias explicaciones del porqué cada esmalte era distinto.

Tras una pequeña discusión llegó a la conclusión que no le ganaría a su hermana en esa batalla por lo que dio por terminado el tema y solamente obedeció, dejándose guiar por cada consejo y la manera correcta en que debía pintarle las uñas.

—Listo, terminé —Diana frunció los labios —. Debo limpiar los bordes, lo sé, hermanita —Antonio buscó las cosas para arreglar los últimos detalles.

—¿Y Cómo sabes eso?

—No eres la única enamorada.

—¿Qué? Momento de interrogatorio, te haría las mismas preguntas, pero tú solo te preocupas porque él me trate bien, así que tú trata bien a quien sea tu enamorada —advirtió.

—Por supuesto, bien hermanita a dormir, ¡Buenas noches!

Diana recogió todo antes de meterse de nuevo a su celular. Este tenía unos cuantos mensajes más de Marcos, que no leyó. Apagó la luz y Finalmente quedó profundamente dormida.

En medio de la noche Nicolás terminaba los últimos pendientes que tenía que dejar preparados; no deseaba que nadie lo molestara mañana, ni tampoco quería dejar nada sin revisar. Este fin de semana pretendía tenerlo libre de trabajo, que él pasara los fines de semana trabajando era una cuestión más suya, que de obligación.

Tecleo en el ordenador ideas románticas en las que alguien pudiera declarar sus sentimientos pretendía ser muy original, pero no tenía ni la más remota idea de lo que haría, así que buscó un poco de ayuda en el confiable Google.

Por el pasillo se escucharon murmullos y una sonrisa escandalosa que reconoció al momento de oírla. Francis.

Ya se habían tardado demasiado en invadir la paz que él tanto goza tener.

—Te dije que todavía estaría aquí —Javier elevó el six de cervezas de latas —. ¿Te estamos interrumpiendo?

—¿Dónde más estaría? —Francis jaló la silla enfrente del escritorio —. Te trajimos una hamburguesa.

Por siempre mi amor y mi corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora