Extra - Una elección para salvarlo

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Como pocas veces, aquel día prometía ser bueno. Ya había escrito a sus hermanos, revisado las tareas de los aprendices, visitado las cuadrillas, inspeccionado las armas y provisiones, respondido las cartas con solicitudes de diversas criaturas en áreas cercanas e incluso había pensado en una forma de hablar con Castiel.

Estaba tan ansioso que había cancelado su participación en la guardia de esa noche y aunque todos los subalternos, incluido su segundo al mando, lo habían mirado extraño, nada le quitó la idea de la cabeza. Tenía que ser honesto; tenía que atreverse a ser él mismo por una vez en la vida, sin importar que la respuesta de su contraparte no fuera la esperada.

Estaba cansado. Cansado y herido, por lo que encajar una nueva decepción sería menos terrible que vivir con dudas el resto de su vida. Sin embargo, la visita de un reconocido miembro del Palacio detuvo sus cavilaciones.

Llevaba un tiempo sentado en la mesa de su casa temporal asignada y acababa de entender la razón de que su visita solicitara verlo solo a él y lo hiciera con tanta premura. El peso del conocimiento había encontrado refugio en su pecho, al tiempo que desalojaba sus intenciones de honestidad previas.

—¿Le gustaría que le contara lo que en realidad ocurrió? —cuestionó la vidente, que no había pasado por alto el mutismo del general.

Ella ya había obtenido lo que quería: una promesa, por lo que ya no tenía razones para seguir en aquella casona. No obstante, se sentía responsable por el estado del general, que acababa de entender por qué la llamaban mal augurio.

—¿Cambiaría algo? —preguntó en respuesta el hombre, sin mostrar una sola vez una expresión que hiciera juego con la gravedad de su palabra—. ¿Aliviaría su pena el saber que ha sido mi elección? Usted debería poder darme esa respuesta.

El sol empezaba a ocultarse y los sonidos del campamento en el exterior disminuían. La mujer notó que habían pasado horas. El té frente a ella debía estar helado.

—Puedo —confirmó—, pero no le aconsejaría ver su reacción. Piense algo mejor.

—Ya me ha brindado paz y honor. No podría pensar en algo que lo supere.

La mujer curvó sus labios en una sonrisa que no llegó a sus ojos, admirando la simpleza en las palabras de su interlocutor. Nunca antes habían disminuido tanto la carga de una de sus visiones. Sin embargo, ese hombre hasta la había hecho parecer una bendición.

Se preguntó cuántas veces había tenido que repetir las implicaciones de sus dones y, aunque habían sido muchas, ninguna de ellas requirió que, posterior a entregar la visión, aclarara que no había otorgado bendiciones.

—Le he dado la vida de su amante a cambio de la suya propia y en favor de la de mi hermana también. No pienso que su ganancia sea equivalente, o lo bastante buena como para que no pueda tener otro deseo.

—Confíe en mí, señorita, nunca antes me habían dado la opción de ganar algo cuando se me quitó cualquier otra cosa. Esta, por demás, es una posibilidad con la que no estoy familiarizado. Sin embargo, puedo admitir que nunca esperé encontrarme en una situación como esta y que, ya que la oferta ha nacido de su voluntad, aceptaré cualquier cosa buena que pueda tomar. Sorpréndame, por favor.

—Pídame una visión en la que su amante esté con vida y sea feliz.

Si la mujer había esperado una reacción, no la obtuvo. Ni siquiera un tenue brillo de esperanza se asomó por el rostro de su congénere.

—No me malinterprete, pero sé cómo funcionan sus visiones y no quisiera que mi petición le robara algo a otros. No tendría problema en pagar el costo sobre mí mismo, pero ya he dado mi vida, ¿qué otra cosa podría valer lo suficiente?

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora