Ilora ha muerto

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Umbrarum, julio 23, 1997

Días Oscuros


El fuerte tañido de las campanas, pertenecientes a la guardia, invadía por completo al reino de Normandia. Los reyes habían muerto y aquello simbolizaba nuestra caída. Sin embargo, no todo era silencio como se espera en una situación como esa; la alarma era un eco sordo en medio de gritos desesperados de un pueblo masacrado a sangre fría. Mientras tanto, el castillo Normandio, que alguna vez fue símbolo de fuerza para nuestro pueblo, era atacado por los vasallos lordinos.

Los cimientos se estremecían y la sangre corría sin tregua por los pasillos. La lealtad se forja con sangre, era el lema de Lordania y lo estaban poniendo en práctica. Nuestro reino era sometido y no había forma de evitarlo.

Podía escuchar los gritos de mis hermanos y las pesadas botas de cuero de nuestros verdugos en los salones que iba dejando tras de mí, pero no podía hacer nada para ayudarlos cuando correr era la única opción para mantener la esperanza del pueblo. Si lograba poner a salvo a las princesas, habría una oportunidad de redención.

Descender por las estrechas escaleras que conducían a las mazmorras podría ser un error que pagaría alto, pero, en aquella circunstancia y con la certeza de que los Reyes llevarían consigo la atención, el subsuelo del castillo parecía el lugar idóneo para ocultarnos. Solo esperaba que el edificio soportara lo suficiente y que los escombros no nos convirtieran en recuerdos efímeros de una estúpida e incomprensible guerra de poder y conceptos errados.

Caminé hasta uno de los pórticos más cercanos, necesitando descansar. Me deslicé en la pared próxima, en medio de la bruma y las suaves respiraciones de dos pequeñas princesas inocentes que, por suerte, la reina había hecho dormir.

—Yamato —llamaron mi atención, sobresaltándome.

Tenía una espada, pero no estaba en condiciones de batalla; no con dos niñas en brazos. Sin embargo, había prometido a los Reyes que las protegería con mi vida y lo cumpliría, por lo que acomodé a las princesas a mis costados y centré mi mirada al frente, sosteniendo el mango de mi espada.

Levantarme ya no era una opción, esperar lo era.

Mi nombre fue repetido, pero no pude reconocer la voz de quién me hablaba, pues se escuchaba embotellada debido a la construcción de la estancia que no favorecía la comunicación. Por fortuna, sí lo hacían con el paso de luz, pues, las pequeñas salidas de aire en la mazmorra frente a mí, me permitieron identificar parte de la armadura de quién se aproximaba. El brillante oro forjado en sus hombreras me dijo que quizá estaba frente a un aliado, mas esperé hasta dilucidar el grabado de inaeternum en su pecho... Y allí estaba.

Me levanté, colocando una vez más mi arma en el cinto y tomé a las dos pequeñas criaturas, avisando acerca de mis movimientos para evitar un ataque inesperado. No necesité dilucidar los verdes ojos ni los dorados cabellos para saber que estaba frente a Alhaster, nadie más que él caminaba con tanto ímpetu; pero, aun así, me permití una exhalación profunda al confirmar que estaba frente a un amigo.

—No es seguro aquí, debemos irnos, no tardarán en encontrarnos —informó con tranquilidad y me pregunté cómo es que había logrado burlar a los guardias y toda la batalla que se estaba desarrollando en los pisos superiores; sin embargo, no compartí mis dudas y, en su lugar, respondí a su precipitado comentario.

—Entiendo tu apuro, Alhaster, pero la situación no nos permitirá una acción impulsiva. —Noté como apretaba sus manos, ansioso por unirse a la batalla que se gestaba sin él. Pero también fue obvio que su descenso a las mazmorras pronunciando mi nombre significaba que permanecería a mí lado, junto a las princesas—. Estamos en las grutas, nuestra única salida se encuentra arriba y, si por alguna razón tomamos ese camino, nos encontraremos frente al ejército lordino.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora