P2: Capítulo 22

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Ondina liberó el agarre en mi hermana y, entonces, ella se levantó del trono y se colocó de lado, observando a la sonriente mujer frente a ella. Un hombre, que podría pasar como sumo sacerdote en la Tierra, salió de la parte trasera del salón con una gran y mullida almohada en la que descansaba la corona blanca más hermosa que hubiera visto en mi vida.

El hombre se detuvo en medio de las mujeres y, luego de proferir un par de palabras y remarcar el deber de mi hermana para con su pueblo una vez coronada como reina, asintió a Ondina, quién con una ligera reverencia tomó la corona en manos del sacerdote. La corona estaba a punto de adornar la cabeza de Lía y solo estábamos observando.

—¿No se suponía que haríamos algo? —susurré, pensativa.

—Eu Sung me dijo que tenía un plan, confío en ella.

—¿Confías? —preguntó Alhaster, burlón— ¿Y qué pasará si la sirena no hace nada? ¿Entonces todo se arruinará?

—Confío en mi esposa, Alhaster, fin del asunto —afirmó mi padre decidido.

Ondina estaba a punto de depositar la corona sobre la cabeza de Lía, cuando su expresión se volvió desorientada. Sus manos cayeron a ambos costados de su cuerpo y la bella corona fue a parar al suelo.

Con un grito desgarrador, la reina llevó las manos a su cabeza, también perdiendo su corona en el proceso, y cayó de rodillas frente a Lía, que la observaba confundida. Evans se acercó a su esposa y la rodeó con sus brazos, tratando de hacerla reaccionar de lo que fuera que le estuviera pasando.

—¡No, no, no! —gritaba Ondina, desesperada— ¡Ya basta!

Una fila de soldados detenía a algunos ciudadanos que se acercaban a socorrer a la débil reina, mientras los murmullos del gentío se volvían cada vez más fuertes.

Breenan llegó con nosotros y la multitud empezó a enloquecer.

—¡El espectáculo acabó! —exclamó alguien, haciéndome retornar la mirada hacia la escena que ocurría frente al trono, descubriendo que no era otro que Evans—. ¡Fuera, todos!

Largas filas de soldados comenzaron a aparecer desde pasillos detrás y a los costados del trono para comenzar poco a poco a alejar a la gente y hacerla salir por las amplias puertas principales.

—Ilora, tenemos que irnos —dijo Brennan, para luego tomarme por el brazo y guiarme a través del gentío que era acorralado por los soldados, mientras Ondina continuaba llorando en el suelo. Alhaster y Haru nos siguieron.

Llegamos a donde se encontraba la fila de soldados. Nos empujaban para que nos fuéramos, sin embargo, bastaron un par de puñetazos por parte de Brennan y Alhaster para que dos de ellos cayeran al suelo, inconscientes. Antes de que el resto de los soldados nos acorralara, unos enormes brazos me agarraron por la espalda.

Era Piwi, sacándome del lugar.

Me depositó sobre su hombro, como si fuera un saco, y dijo:

—Sujétate bien, yo pelear.

Al tiempo que me aferraba, mi amigo golpeó con su mazo a un soldado que salió disparado hasta las escaleras. Luigi y mi madre aparecieron en escena y se unieron a la batalla, que Brennan, Haru, Alhaster y Piwi ya habían comenzado. Cassie continuaba desaparecida.

Sentía que vomitaría a causa del mareo provocado por estar encima del ogro, mientras hacía volar soldados con su mazo. Sin embargo, ni así dejé de esforzarme por observar mejor la batalla campal que se estaba gestando en la sala principal del palacio.

Varios soldados nos rodeaban, Lía observaba todo impertérrita y Evans estaba más preocupado por su esposa que por el desastre que habíamos provocado. El pueblo había evacuado, tal como se ordenó, y la reina sollozaba presa del dolor a los pies de un trono del que mi hermana no se levantaba. No se inmutaba ni por los gritos de su madre adoptiva, pero sí que lo hizo cuando uno de los soldados adelantó al resto y nos enfrentó.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora