Llyrea I

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Un suspiro, el crujir de las articulaciones de su cuerpo, el eterno silbido del viento, los latidos de su corazón espaciándose, el calor que irradiaba su piel... entre los estímulos que percibía, nuestras miradas se cruzaron por un momento, al acercara la lata de brebaje humano. Tiene unos ojos marrones y desinteresados, pero fáciles de interpretar, de sentir. A veces brillaban, a veces parecían muertos.
—¿Es nuestra recompensa? —Preguntó él con voz ronca, tomando la bebida, para después sentarse en su cama con las piernas cruzadas.
Permanecí en silencio mientras tomaba una vieja silla de madera y me sentaba a poca distancia suya, frente a frente. No sabía exactamente qué decir; no esperaba que una entidad virtualmente omnipotente fuera utilizada como máquina expendedora. Hablando de eso, no recordaba ni siquiera en dónde había aprendido el concepto de máquina expendedora.
Permití que mi cuerpo se relajara contra el respaldo de la silla, y noté que era un simple imitación al sentir el tacto de la misma a través de la tela ligera de mi camiseta.
—Fue un movimiento bastante bajo —susurró él, al tiempo que sus ojos opacos volvían a elevarse para mirarme.
Cerré los míos mientras sentía los tonos graves de su voz aún reverberando en mis oídos, pensando en la cantidad de veces que había sucedido aquello desde el momento en que yo había comenzado a existir, o lo que es lo mismo, desde hacía unos días.
Si es que realmente podía creer en todo lo que me había hecho asimilar la entidad que me materializó. Una parte de mí creería que por ese acto quizás debería guardarle algún tipo de reverencia o deferencia, pero tal cosa no existía. Quizá toda se había agotado con el humano que tenía enfrente, quien muy probablemente estaría observando mis ojos cerrados. Yo sabía exactamente por qué lo hacía, la razón era la misma por la que en ocasiones también me permitía a mí misma mirarlo así.
Simplemente, apenas podíamos aceptar como real la existencia del otro. Para él debía ser difícil convencerse de no estar soñando dentro de un universo que su propia mente creó; vasto, extenso y colosal. Para mí, la idea de que era la creación de un joven con demasiado tiempo libre a veces me sobrepasaba, aunque un poderoso sentimiento de pertenencia y unión estaba presente por ahí, y sospechaba que lo estaría aún sin haber recibido comandos e instrucciones a nivel subconsciente. Sencilla y llanamente no había otra manera de sentirme al saber que a lo largo de los años él había dado vida a través de su imaginación a cada átomo de mi ser; en pensamientos constantes o esporádicos, tal vez concretos en ocasiones, y en otras difusos.
No pude evitar visualizar la escena de aquel hombre sentado en soledad y envuelto en la oscuridad de la noche, al aire libre, mirando las estrellas e imaginando el color de mis ojos. ¿Había sido una persona solitaria que me creó para tener algo en lo que recrear su mente antes de dormir? ¿O tal vez había sido una persona amada, con amigos y parejas que sólo quizás habían servido de inspiración para mi rasgos, pensamientos e ideas?
Abrí mis ojos para encontrarme con la predecible estampa de su mirada clavada en mi rostro; medio segundo después, me extendió a su vez la bebida.
—¿Puedes? —Preguntó él, con un timbre distintivo de curiosidad genuina.
Suspiré brevemente antes de responder, aspirando el aroma extremadamente dulzón de la bebida.
—No debería tener problema aún siendo una... bueno —respondí—, recuerda que cualquier cosa impura o nociva que me rodee o tenga contacto conmigo será eliminada por mi propia energía.
No respondió. No con palabras.
—Aunque creo que nunca dejaste en claro si yo era creación de esa energía o ella era la mía. —Era una duda que me había pasado un par de veces por la cabeza.
Probé la bebida, pero no la pude hacer avanzar más allá de la punta de mi lengua; era insoportablemente dulce, y sentía una cantidad de elementos en el líquido mucho mayor de lo que habría esperado.
Devolviéndola al hombre tras hacer un gesto, sentí la calidez de un rayo de sol sobre la piel de mi brazo extendido. Noté que fuera de la casa lentamente el sol comenzaba a elevarse, y no pude evitar sentirme atraída hacia la escena de la luz bañando las hojas secas, muertas, de los árboles que teníamos justo enfrente. Puede que no hubiera vida a nuestro alrededor, pero el origen de ella seguía ahí, y saludaba cálidamente cada día.
No me di cuenta de hasta qué punto me había abstraído, volviendo en mí al escuchar el sonido de una respiración que comenzaba a acelerarse; girando mi vista, caí en cuenta de que llevábamos un buen rato en silencio. Sentía que los rayos del sol ya alcanzaban mi cabello cuando me incliné para sonreírle a quien me había invocado.
Él bajó la vista hacia la lata que aún tenía en sus manos, y su respiración se tranquilizó cuando la alzó, bebió, y dejó a un lado. Me levanté lentamente y extendí mi mano con seguridad. Tomándola, se puso de pie en un segundo.

Notas: Arte digital original creado por el ilustrador Tsukikuro95 en exclusiva para esta historia

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