Eternidad

138 7 0
                                    

Lo último que recordaba era la sensación de ser apuñalado múltiples veces a través de todo mi cuerpo. De repente, todo lo que veía frente a mí era un espacio desconocido, lleno de una densa niebla gris. Parecía que el suelo era completamente plano, sin ningún obstáculo o desnivel a la vista; por lo que podía ver, era un espacio vacío sin más, dejando de lado la extraña niebla.
No sabía cómo había llegado ahí. La posibilidad de que alguna teletransportación hubiera fallado no era del cero por ciento, pero sentía que había algo más. Mi cuerpo se sentía bien ahora, al igual que mi mente, así que lo único que podía hacer era explorar aquel lugar de suaves tonos grises. Di un par de pasos en una dirección, y tuve la potente sensación de que no me había movido en lo absoluto. Mi mente comenzó a trabajar a marchas forzadas; ¿realmente lo último que había experimentado antes de estar ahí era el dolor? ¿Había muerto tal vez? O quizá no era capaz de recordar algo más, siendo mis recuerdos alterados o afectados una posibilidad latente.
Apenas y podía ver mi propio cuerpo a través de la niebla, incluso si extendía mi mano sólo el contorno de la misma era visible. Dándome cuenta de que perder la calma sólo me pondría en una situación bastante desagradable, decidí tranquilizar mis pensamientos y emociones, respirando lentamente y cerrando mis ojos por un momento. Tal vez si me sentaba a pensar sacaría un par de cosas más en claro.
—¿Necesitas una silla?
Genial.
—Últimamente —dije en voz alta—, no me llevo muy bien con las personas cuya voz escucho pero no puedo ver. Espero que me entiendas.
Aquella voz era diferente. Era tranquila y melódica como la del tipo acosador, pero en lugar de provocar escalofríos de extrañeza transmitía una sensación de calidez y seguridad que sólo podía describir como acogedora.
Aún así, no podía bajar la guardia; mi experiencia en la vida se resumía en un «las apariencias engañan». Además, la manera en que se había manifestado era sospechosamente similar a la de aquella otra voz, ¿una jugarreta del mismo tal vez? Si tenía la capacidad de materializar conceptos abstractos extraídos de mi mente, seguramente una pesada broma en las actuales circunstancias estaría dentro de sus capacidades. Con aquellas ideas en mente, noté que una silla apareció entre la niebla, justo a mi izquierda. Después de un par de segundos pude notar que frente a ella había otra silla, y una figura delgada se encontraba sentada ya.
—Hola.
Patidifuso, me limité a observarla varios segundos. Tenía rasgos femeninos, así que asumía que era mujer... o el equivalente de su especie. De figura esbelta, estatura mediana y cabello rojo como las brasas de una hoguera a medio morir, sabía quién era incluso antes de responder su saludo. No esperaba encontrarla en aquel momento, ni en aquel lugar, fuera lo que fuera.
—Existes —fue mi respuesta a su saludo. Era justo, ambas expresiones habían sido escuetas.
—¿Te sorprende que exista —cuestionó calmadamente—, después de que desentrañaste por casualidad la estructura de la existencia en sí? Por favor, toma asiento. —Hizo un gesto con su mano derecha hacia la silla vacía a mi lado.
Obedecí inmediatamente, ahora lleno de dudas, curiosidad y asombro. La pequeña posibilidad de que todo fuera sólo un sueño se asomó por un segundo a través de las interrogantes que atravesaban mi mente de un lado a otro, pero decidí no hacer caso de ella.
—¿Era cierto, entonces? —Pregunté después de haberme sentado. Ahora entre nosotros había una mesa que no estaba ahí hacía un segundo.
—Sí, cualquier cosa lo es. En un espacio infinito, las cosas terminarán por ser factibles en algún punto. Si se sigue avanzando, desde una perspectiva infinita, se volverán una realidad. Lo complicado, casi imposible, es que estos planos interactúen de alguna manera uno con otro.
»La manera en que podrías entenderlo es tal vez esta; supongamos que hay una hormiga en la punta de un pequeño montículo de arena, en el extremo de una isla desierta justo en la mitad del océano Pacífico. Tiene la misma posiblidad de llegar a la galaxia EGSY8p7 de un salto que tú de llegar al plano de donde tanto yo como tus ahora compañeros provenimos. Lo normal es que sea sencillamente imposible, sin considerar qué factores puedan intervenir o qué métodos se utilicen; no hay una manera de que algo así ocurra.
—Aún así, te veo, te escucho, y te entiendo.
Tenía un punto bastante sólido, y realmente comprendía lo que la mujer frente a mí me decía; los hechos y circunstancias que permitían su existencia habían estado siempre en algún lugar de todo lo que existía.
Ella comenzó a prepararse una bebida mientras respondía. No noté el momento en que los utensilios aparecieron en sus manos.
—Como cualquier cosa o concepto, incluso si la posibilidad de que ocurra es novecientas mil novecientas noventa y nueve imposible contra una que es posible, en algún punto esta última será una realidad —se tomó una pausa realmente larga para acercar la taza a sus labios—. La respuesta a lo que te preguntas es «resonancia», y a estas alturas sabes que me puedo dar cuenta si algo va mal incluso en otro plano, porque no soy humana, ni un producto de la evolución de algún ser vivo; soy el resultado del peregrinar del azar durante la eternidad.
El silencio que envolvía aquel espacio se tornó ominoso de un momento a otro. El ser frente a mí no era a quien yo conocía, a pesar de tener el mismo cabello rojo, los mismos ojos púrpura y los mismos rasgos andróginos. Sentía que conocía más sobre la vida, el universo, lo que existía o lo que no, el pasado y el futuro, que lo que yo podría llegar a entender en lo que me restara de vida. Era una sensación ambigua; por un lado me tranquilizaba que un ser de tal magnitud buscara contactar conmigo, quizá para de alguna manera apoyarme o a mis compañeros, y por el otro lado era aterrador que alguien con tales capacidades existiera en algún lugar del tiempo y el espacio. No sabía con certeza si debía sentir miedo o no.
—¿Quieres un café? —Una taza había aparecido frente a mí, con un líquido oscuro humeante.
La tomé suavemente con ambas manos, tomándome el tiempo para sentir la calidez de su contenido a través de la cerámica; era una sensación reconfortante. No creía que pudiera sentir miedo de alguien que me invitaba un café, aunque fuera de orígenes inciertos. Llevé el borde de la taza a mis labios, y mi mirada se encontró con unos ojos púrpuras que me miraban con una expresión indescifrable, ¿sondeándome tal vez? Sosteniendo su mirada, bebí en silencio. Ella no dijo nada, así que permanecimos callados por varios minutos mientras observábamos el rostro del otro y bebíamos nuestras respectivas bebidas.
—¿Es café también? —Pregunté después de haber terminado con mi taza.
—Sí, lo es —Su voz tenía un timbre extrañamente tranquilo y relajado—. Café con leche, para ser específicos. Con bastante azúcar.
—¿De dónde salió? —No podía reprimir aquella pregunta por más tiempo.
Aparentemente terminando con su bebida también, colocó la taza en la mesa, en donde medio segundo después solo había una superficie plana bruñida, sin rastro de las tazas o utensilios que hasta hace unos instantes estaban ahí.
—De mi voluntad, por supuesto. Puedo crear materia de la nada, incluso materia viva —Extendió su mano izquierda hacia mi, formando un puño—. Hay tantas cosas que puedo hacer y no puedo explicarte o no lo entenderías que hablar sobre ello sería un tema de conversación para otra ocasión.
Abrió la mano, deshaciendo el puño, y una mariposa de alas iridiscentes alzó el vuelo desde su palma. No podía pensar en algo qué responder a aquella escena, así que me limité a observar los tonos azul y amarillo metálico que destellaban con la tenue iluminación del entorno sobre la mariposa; después de todo, no siempre tenía que responder a todo lo que se me decía, o replicar de forma alguna a lo que encontraba. Algunas cosas podía observar y dejar pasar sin más. Pero sí había algo que necesitaba hacer.
—¿Por qué estoy aquí? —Pregunté pausadamente cuando los brillos azules se perdieron a lo lejos.
—¿Por qué te traje a este plano, fuera de los límites de la realidad, del tiempo o el espacio? —Su tono indicaba que era una pregunta para sí misma—. Creo que sólo quería tomar café contigo.
Una vez más no supe qué responder, y esta vez no habla sido por una decisión. ¿Y la ayuda contra la amenaza que representaba para el mundo los enemigos, aquellas cosas con las que estábamos peleando? Me sentía un poco decepcionado, pero no iba a llevarle la contraria a un ser tan poderoso como ella, menos estando dentro de un espacio creado por su voluntad de que este espacio exista. Me daba escalofríos recordar aquel hecho.
—Ha sido una broma —la media sonrisa que apareció en su rostro de repente respaldaba aquellas palabras—, obvio. Creo que es buen momento para decirte que puedo leer tus pensamientos y emociones tan claro como si las dijeras en voz alta.
Por alguna razón, no me sorprendió saber aquello. Es decir, dentro del concepto de ella que tenía en mi mente se incluían aquellas habilidades. Pero lo que sí me sorprendió fueron sus siguientes palabras.
—También puedo mostrarte imágenes del pasado o futuro, proyectándolas en tu mente.

ApocalipsisWhere stories live. Discover now