Capítulo 22.

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Me quedé mirándola hasta que empezó a hablar.

―Él era encantador, todas las chicas morían o mueren por él, yo era una de ellas. Cuando cumplimos el primer año se volvió insoportable; quería que todo el mundo lo tratara como un heredero y pretendía que yo también lo hiciera, también se volvió estresante con el tema del sexo, quería que lo hiciéramos en todo momento y lugar.

―¿Y por qué no terminaste con él?

―Porque todas las chicas lo deseaban y yo sentía que al haberme escogido a mí me volvía de alguna manera mejor que ellas. Y en el sexo...

―¿Qué sucede con el sexo?

―Nunca tuvo un toque cariñoso, siempre era brusco y nunca me hizo sentir bien en ese aspecto. ―rodó los ojos y eso me hizo sonreír. ―¿Y tú por qué sonríes? ―me dio un ligero empujón.

―Por nada. Por nada. ―me encogí de hombros y ella hizo una mueca de molestia.

Cuando menos pensé todo el peso de mi novia vino hacia mí y eso provocó que cayéramos hacia atrás. Juliana intentó mirarme amenazante, pero intimida más la mirada de un panda bebé que la suya.

―Dímelo. ―murmuró y yo me acerqué a su oído.

―No. ―susurré riendo cuando su puño impactó en mi muslo.

―Dímelo bebé, por favor.

¿Ustedes se resistirían a una Juliana Valdés haciendo pucheros mientras sus lindos ojos se cristalizan? Si es así, merecen una ovación en pie por tener tanto aguante.

―Eso se llama maltrato psicológico ¿sabías?

―No si eres mi novia gobernada. ―me sacó la lengua y se acomodó en mi pecho para escuchar mejor.

Pellizqué su nariz y suspiré.

―Aún no lo hacemos, Juliana. Hemos tenido oportunidades, pero siempre soy yo la que termina parándolo todo, no es porque no quiera, al contrario, me muero de ganas por tocarte todo lo que tú me permitas. Pero... No tengo un historial muy bueno que digamos en esos temas, y lo último que quiero es hacerte sentir como si fueras una más en la lista, y con lo que me contaste sobre ese tipo... Sonreí porque cuando lleguemos a ese punto de nuestra relación quiero que te sientas cómoda y única.

―¿Tanto por una sonrisa? ―susurró con una hermosa sonrisa naciendo en sus labios.

―Las sonrisas que tengo gracias a ti tienen más significado del que crees. ―sonreí cuando volví a sentir sus labios chocar con los míos dulcemente.

―Solo quiero que sepas que nunca me has hecho sentir incómoda cuando llegamos a un nuevo nivel, al contrario, me haces sentir única con cada toque.

Mis manos fueron hasta sus mejillas y las suyas se colaron en mi camisa tocando con suavidad mi abdomen, tracé pequeños círculos en sus mejillas mientras mi lengua se encontraba con la suya y saboreaba lugares ya conocidos. Rompimos el beso cuando ya era necesario respirar, no era necesario hacerlo tan rápido.

Había tiempo, había mucho tiempo.

―¿Quieres ver Netflix? ―pregunté en un susurro y ella rio besándome castamente.

―Me encantaría.

Colocamos una comedia romántica y ella se acostó en mi pecho con mis brazos rodeándola. Casi al final, Juliana se quedó dormida y yo me quedé mirándola sin ninguna vergüenza.

Sus párpados cerrados mostraban una pequeña sombra de maquillaje; sus mejillas como siempre tenían un ligero rubor y sus labios entreabiertos que dejaban ver un poco de sus dientes principales estaban tan rosados y carnosos como siempre.

¿Cómo un ángel como ella podía estar con alguien como yo?

Macario Valdés se encargó de romper mis pensamientos entrando suavemente a mi habitación. Cuando se enteró de que Juliana y yo estábamos juntas, me persiguió por toda la casa con la chancla de Guadalupe, después de que se calmó y yo tuve la valentía de salir de la lavadora me dio un fuerte abrazo.

―Hey Valentina. ―susurró mirando a mi novia dormir entre mis brazos.

―Hey Macario.

―¿Puedo hablar contigo un minuto?

―Dame un segundo.

Con delicadeza, saqué la cabeza de Juliana de mi pecho y la coloqué suavemente en la almohada. Me levanté de la cama y lo acompañé hasta donde sea que quería llevarme.

―Suéltalo jefe. ―dije en cuanto llegamos a su oficina.

Macario en lugar de sentarse en su asiento habitual, se hizo en los sillones del frente junto a mí con seriedad.

―¿Te enteraste de que el ex novio de mi hija está aquí? ―preguntó y yo me acomodé mejor en el asiento.

―Tuve la desgracia de conocerlo. ―contesté y él sonrió un poco.

―Ese muchacho hizo sufrir mucho a mi flaca y no quiero verla pasar por eso nuevamente.

―¿Qué quieres decir?

―Que cuando cayó la primera lágrima de sus ojos, quise ir yo mismo a estrangularlo y si tu llegas a hacer sufrir a mi bebé te cortaré las piernas. ―me encogí en mi asiento en cuanto la frialdad de sus palabras acabó.

―Sé que un padre se preocupa por sus hijos y quiero asegurarte... Mas bien prometerte que nunca le haría daño a Juliana, la amo con mi vida y no quiero que tengas dudas sobre eso. ―aseguré con total seriedad en mis palabras.

―Puedo ver la verdad en tus ojos, Valentina. Confío plenamente en que cumplirás tu palabra.

―Nunca lo dudes, Macario.

―Ahora hablaremos sobre el uso del condón, no quiero que mi hija sea madre tan pronto.

Pasamos la siguiente hora hablando sobre la protección en las relaciones sexuales y sobre lo que me sucedería si no llego a usar protección.

Cuando volví a mi habitación estaba más traumada que cuando descubrí a mis padres en plena acción ―una larga historia― y para mi mala suerte, Juliana, ya estaba despierta.

―¿Dónde estabas? ―preguntó con voz somnolienta y yo me senté en el borde de la cama.

―Hablando con tu padre. ―contesté y Juliana se despertó completamente en cuanto escuchó mis palabras.

―Ay no.

―Ay sí.

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