1. Saber apreciar la belleza

334 36 19
                                    

Me quito la gorra apenas entrar a la carpa y con el otro brazo rodeo mi torso, apretando allí donde el escozor es más intenso

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me quito la gorra apenas entrar a la carpa y con el otro brazo rodeo mi torso, apretando allí donde el escozor es más intenso. Poco me importa, pues la euforia que llevo conmigo es más grande que el corte en mi abdomen. ¡Y es que ganamos la batalla con creces! Y con un costo casi que imperceptible, ya que la cantidad de heridos fue extremadamente menor a la que habíamos previsto. Tampoco me importa que yo haya sido uno de esos pocos, porque el corte en mi costado está resultando ser lo suficientemente superficial como para olvidarlo con este buen humor que me cargo. De todas maneras, en algún momento esta alegría se disipará y el dolor atacará mas fuerte, es por eso que vine a la carpa de enfermería como medida de precaución; ¡Porque nada me apetece menos que estar adolorido mientras la división festeja a lo grande!

Sin embargo, no puedo ni dar otro paso dentro cuando una cincuentona petisa de semblante tosco se detiene frente a mí, tan tiesa como una roca, y no me deja otra opción más que observarla expectante.

—Enseguida lo atienden, cabo —me mira de vuelta, aguardando por mi respuesta con una impaciencia un tanto graciosa. Así que, ignorando la molestia de la herida, me yergo con parsimonia en mi lugar, sacándole al menos dos cabezas. Y la hago esperar sólo un poco, sólo lo suficiente para regocijarme por dentro y ver como una de sus cejas hace el amago de alzarse irrespetuosamente. Recién después de eso es que le asiento, muy brevemente y con el semblante más impasible de mi repertorio. Ella se va pavoneándose y me deja parado allí.

Con mi torso volviéndose a doblar sin poder evitarlo, no hago más que presenciar como todas estas mujeres corren como locas de un lado a otro, intentando aliviar a cuanto recluta se crucen por el camino. No hay duda alguna de que su disposición y buena voluntad es algo digno de admirar. Aunque cuando mis ojos se topan con una enfermera que parece estar en el más grande de los martirios, escondida detrás de la espalda de aquel reconocido personaje, no puedo evitar reafirmar ese pensamiento. Y mientras camino hacia la camilla, intento que la picardía en mis ojos no se deje ver demasiado. ¿Qué puedo decir? Supongo que hay algo de entretenido en buscar problemas.

—Señor —saludo como corresponde; fuerte y claro, con una reverencia y la gorra firme entre mis manos. Pero solo basta que sus ojos rasgados se alcen para que comience a aguantar la respiración y me arrepienta de mi imprudencia inmediatamente.

—Cabo —aunque me observa desde abajo, transmite el mismo peso agotador. Es más; por el humor de perros que parece tener ahora, diría que se ha vuelto hasta diez veces más intimidante.

La muchacha que está curándole el hombro a sus espaldas me regala una sonrisa de labios apretados, y tengo que hacer mucha fuerza para no reírme. Es que este tipo no tiene remedio. A prueba está cuando lo veo retorcerse bajo el agarre de la joven, y, en menos de lo que canta un gallo, se la saca de encima para quedar parado a centímetros de mi cara. Incluso con la bala aún en el cuerpo, la palidez y su sudoración anormal, se me queda mirando fijo y escupe en el piso demasiado cerca de mí—. ¿Qué carajo quiere?

DOBLEGARME ; jjk.Where stories live. Discover now