2. El miedo controlar no puede

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No sé qué hora es exactamente, pero calculo que algo alrededor de las cinco, ya que el panorama frente a mí no es tan oscuro como antes

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No sé qué hora es exactamente, pero calculo que algo alrededor de las cinco, ya que el panorama frente a mí no es tan oscuro como antes. Noto el cambio porque llevo aquí un largo rato ya. El insomnio me ha hecho adquirir esta costumbre: despertarme todos los días bien temprano a la madrugada, antes de que siquiera el sol salga. Puedo decir que hay cierto encanto en ello. Quedarme en el porche nada más que apreciando el verde de los pinos frente a casa me relaja. Escuchar la leña chispear desde adentro es una maravilla. Pero como comienza a hacer bastante frío decido despedirme del paisaje y afrontar el día de una buena vez.

Aliso mi falda cuando me levanto y suspiro con ganas. Apenas pongo un pie en la sala me recibe la imagen de mi padre abrochándose el cinturón mientras baja las escaleras rengueando, maldice por el esfuerzo—. Buen día, papá. ¿Cómo dormiste?

—No te voy a mentir mija... —comienza, con su voz ronca característica y la disconformidad pintada en su rostro. Llega a mi lado, acaricia mi mejilla y me da un beso que me hace arrugar toda la cara, ya que la barba puntiaguda de su bigote me hace picar. Se deja caer en su silla predilecta—. Bastante mal. Me he pasado la noche entera soñando idioteces —bufa y al mismo tiempo palmea sus rodillas en indignación. Sonrío y le pregunto sobre sus sueños, pero me dice que con el estómago vacío no me dirá una palabra, así que tomo eso como señal para ir a la cocina y servir el desayuno; que es básicamente todo lo que hago aquí en casa: preparar y servir comida, y controlar que ninguno de los dos hombres se enfermen. Dos hombres que tienen estómago de diez, porque como es lo usual, no he terminado ni de poner la mesa cuando ya están devorándose todo.

Mi padre va a la cabecera y mi hermano y yo a cada uno de sus lados, como se supone que debe ser. Platillos con huevos, bastante arroz y algo de kimchi que ha sobrado adornan la superficie frente a nosotros, y ellos se comen todo como si llevaran semanas a puro aire.

—Juro que nadie cocina más rico que tú, noona —mi padre, quien hace un sonido de afirmación y agarra un trapo para limpiarse la boca, está de acuerdo con el comentario de mi hermano menor. Lo vemos zarandear la tela por los aires mientras termina de tragar para poder hablar.

—Llevas el talento de tu abuela en la sangre —me señala con un dedo, y solo dice eso antes de volver a zambullirse en el kimchi—. Podrías conquistar el corazón de cualquier soldado con este don tuyo.

—Sí... lo hice una vez.

Las manos que sostienen palillos se detienen bruscamente y es algo que me da un poco de gracia. Las mantienen suspendidas en el aire por varios segundos hasta que parecen reaccionar, intentando volver la situación a la normalidad desesperadamente. Veo a mi hermano agachar la cabeza y a mi padre sonreírme sin ganas, una sonrisa algo lastimera que no me causa nada en particular.

—Hyung amaba todo de ti. No solo tu comida —me dice mi hermano y sonrío ante su intento de consuelo. Sigue manteniendo esa ternura característica a pesar de que crece muy rápido.

DOBLEGARME ; jjk.Where stories live. Discover now