Angustia

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Kamado Tanjiro, un joven que perdió a toda su familia y por ende tenía deseos y esperanzas de con el tiempo formar una para calmar su adolorido corazón.

Había bajado de la montaña sólo para conseguir algunas medicinas que llevaba en su pequeña bolsa, hasta que la nieve lo atrapó, buscaba un refugio, pero estaba asustado, sobre todo cuando vio aquellos enormes ojos mirándolo desde la oscuridad, quiso correr, pero ese fue su último recuerdo antes de despertarse y encontrarse lleno de semen en el cuerpo.

Se dijo a si mismo mentalmente que todo estaría bien, pero sintiéndose así sabía que no había forma de que no quedará embarazado.

La llama que iluminaba y daba calor con la antorcha era demasiado hermosa, tan absorbente, pero en el fondo él no podía mirarla más que con tristeza pues su cuerpo fue tomado por el espíritu de la flama sin ser consultado o siquiera presentado al alfa que deseaba tenerlo.

-Si me lo hubieras pedido... Te habría dado todo, pero... Ni siquiera hablaste conmigo.

El niño lloró casi toda la semana, pero no pudo dejar de mirar la flama y sentirse atraído por ella.

Desde entonces esperó pacientemente a que los síntomas se notarán para confirmar lo que él ya sabía.

Dos meses después... Su cuerpo empezó a cambiar, tenía más sueño, se veía más rosado de la cara, los síntomas habituales de un embarazo empezaron.

Tanjiro no quiso irse del lugar donde el espíritu lo dejó, trajo algunas cosas para adecuar la cueva y la fue convirtiendo en una casa sencilla, negándose a dejar entrar a alguien al lugar debido al secreto que ocultaba.

Pero a los 4 meses ya era imposible ocultar que estaba embarazado, la gente del pueblo lo fue notando y hablaban a sus espaldas, aunque él los escuchaba claramente.

La mayoría de las personas se lamentaba porque el joven siempre fue dulce, amable y muy inocente.

Nadie lo había cortejando y viéndolo así de solo no faltó quién especulara que tal vez lo habían lastimado.

Sabiendo como era el chico de hermosos ojos rubí no podían evitar sentir molestia a quién fuera que se hubiera atrevido a tocarlo por la fuerza, teoría que surgió de la inmensa tristeza que ahora formaba parte de sus ojos.

Cuando llegó a casa, ese día vio en la cueva varias cosas, había más monedas y algunas joyas, algunas pieles y algunas ropas.

Pero al verlas se dio a la tristeza de nuevo, porque esto significaba que quizá nunca conocería a quién lo reclamó, tocó su glándula olfativa sabiendo que no había marca alguna.

-¿No merezco conocerte? Quizá tampoco me creíste digno de ser marcado por ti...

El niño tomó el collar que le dejaron la primera vez y lo abrazó fuerte contra su pecho.

Después de aquel día, varias veces recibió más monedas para su sustento, pero no quiso tocar nada y todo lo guardó en un cofre.

Aún las pieles y joyas qué recibía eran guardadas dejando sólo su ropa humilde en su lugar.

Cansado de recibir regalos materiales, escribió una nota.

-No lo necesito... Puedes tomar todo de vuelta.

El espíritu de la flama lo llegó a leer pero ignoró la nota y siguió dejando cosas.

Al final, el día en que los bebés nacieron, fue el mejor de su vida, un par de gemelos de ojos dorados con rojo y sus cabelleras rubias con puntas burdeas, labios finos como los de Tanjiro, de miradas dulces y tiernas sonrisas, él los abrazó y besó con cariño distinguiendo a uno del otro únicamente porque uno de ellos, el mayor, heredó su cicatriz en la frente.

Espíritu de la flamaWhere stories live. Discover now