Mi Primer Amor

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Capítulo IV

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Capítulo IV

Al fin era viernes, y luego de estar toda la tarde de ayer con Lenna, nada me hacía más feliz que la boda de Charlie fuera mañana, solo quería poder estar con ella. Terminé de vestirme y bajé a desayunar con mis hermanos. Hoy era el último día de clases de Caleb, Hannah y yo.

-Buen día -dije entrando a la cocina. Solo estaban mis padres, como todos los días temprano.

-Buen día, cariño -respondieron los dos al unismo.

-¿Cómo dormiste? -preguntó mi madre.

-Muy bien, ¿tú?

-Bien, gracias. Les dejé algo rico y sano en el horno -me dijo, me dio un beso y salió a trabajar. Hoy también era su último día antes de las vacaciones, mi madre era cirujana en el hospital de la ciudad.

-Yo dejé el plan b en la heladera -dijo mi papá terminando de tomar su café para también ir a trabajar.

-Papá, ya te dije que no es sano desayunar helado -rodé mis ojos.

-Pues tú quédate con ese desayuno asquerosamente saludable de tu madre. Yo sé que Caleb y Hannah aman mis desayunos, aburrido -me sacó la lengua.

Negué y comencé a reírme. Mi padre a veces era un poco infantil.

-Me voy, nos vemos más tarde. Maneja con cuidado, Noah -dijo dándome un beso en la cien, para después despeinarme.

-Igual tú -respondí bebiendo el primer sorbo de café de la mañana.

Me puse mis gafas y comencé a leer las noticias en el diario, como cada mañana, mientras mis hermanos se levantaban. Aunque obviamente mi mente solo pensaba en Lenna. Qué feliz me había hecho al compartir sus sueños conmigo, y de esa manera, tan profunda y madura. Ella fue mi primer amor...

-Hola hermano -dijo Caleb entrando a la cocina, con su mochila colgando.

-Buen día, Caleb -le sonreí.

Él comenzó a buscar las cosas para su desayuno.

-En la cocina mamá dejó un pie de frutas -le dije-, y en la heladera tienes jugo de naranja. A menos que prefieras un té...

-¿Otra vez pie de frutas? Quiero cereal con helado -hizo un puchero.

-Eso no es un desayuno muy sano -respondí, cerrando mi diario-, te aconsejo que...

-Perdón, pero a mí alguien que lee el diario como un abuelito, con veinte años, no me va a venir a dar un consejo -respondió sirviéndose cereal con leche.

Bueno, el pequeño tiene carácter.

-Así que... -carraspeé-, ¿qué tal? ¿Emocionado por tu último día?

-No, todo lo que quiero es salir de esa estúpida escuela. Mi maestra me acusó y mamá me regañó -rezongó.

-No es tan malo, Caleb. Solo debes portarte bien.

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