☆ Capítulo VI ☆

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"Recuerdos"

Tenían una perfecta vista de la playa de arena casi blanca y de aguas cristalinas. Dieron un paso al frente y separaron sus manos, caminando a la par para salir de la sombra. El aire era fresco, se sentía limpio y puro. El ambiente era agradable, percibieron el aroma a sal, el sol dándoles en el rostro y el calor era suave, sin ser sofocante. Era como la bienvenida al paraíso.

—Por el amor de Aslan —musitó la mayor de las chicas, observando todo a su alrededor.

Y vaya que sí. Tanto lo habían deseado, tanto lo habían esperado, y allí estaban.

Lucy dio un paso al frente y sus comisuras fueron alzándose hasta formar una sonrisa que expresaba muchas cosas, entre ellas entusiasmo, felicidad y ganas de hacer una pequeña travesura. Clavó sus ojos azules en su hermana mayor y ella no pudo evitar devolverle la sonrisa. Junto a una risa divertida, salieron corriendo en dirección al mar.

Los varones se miraron y sonrieron, siguiendo a sus hermanas, mientras Roselyn lo observaba desde su lugar con ternura. Los Reyes y Reinas estaban devuelta. Los cuatro fueron quitándose las prendas, como los zapatos, los jerséis, los calcetines y las corbatas del uniforme. Se persiguieron un rato entre los cuatro, entrando al mar. Se tiraron agua entre ellos, Lucy terminó cayéndose y empapó su ropa, Susan tuvo que cerrar los ojos para no recibir el agua salada, pero siguieron riendo. Y Roselyn fue caminado hacia ellos, aún con sus pies en la arena seca. Hace tiempo que no los veía así de… felices.

—¡Vamos, amargada! —llamó Susan—. Entra al agua.

—Mira quien lo dice —ironizó y los demás rieron, mientras Susan le daba una mala mirada con un deje de diversión.

Levantó la vista un segundo e hizo una visera con la manos sobre su frente para que el sol no le diera en los ojos, permitiéndole ver con más claridad. Ruinas. Le pareció extraño, pero no tuvo tiempo de pensar cuando unas manos se posaron en su cintura, girándola y tomándola rápidamente por los muslos para cargarla. Soltó un grito agudo del susto y Peter comenzó a correr mientras reía por sus maldiciones.

Adelantándose a un posible regaño, Peter la dejó caer al mar para que se empapara de la cabeza a los pies. Apenas pudo respirar, Lucy se tiró encima de ella e intentó hundirla. Pero Roselyn la abrazó por la cintura, llevándola con ella, y besó sus mejillas sonoramente, haciéndola reír. Mientras tanto, Edmund quedó en silencio mirando hacia arriba y Peter llamó su atención al verlo tan absorto.

—¿Qué tienes?

—¿En dónde se supone que estamos?

—Es una pregunta un poco estúpida, hermano —rio el mayor— ¿Y tú dónde crees? Opino que es obvio.

—Es que… jamás vi ruinas en Narnia —siguió mirando con el ceño fruncido.

Peter arrugó los labios y miró hacia arriba. Tenía razón. Estructuras de piedra partidas e incompletas, desgastadas y viejas por lo que podían ver desde allí.

—Creo que deberíamos subir —opinó Roselyn, viendo como su zapato empapado flotaba en el mar.

Los demás estuvieron de acuerdo. Salieron del agua y Roselyn terminó de sacarse los calcetines y el blazer, quedando sólo con la falda de sarga, su camisa y la corbata mal ajustada. Le echaron un último vistazo a las ruinas, siendo consientes de que tardarían una eternidad y media en subir hasta allá arriba. Algunos tragaron saliva y otros suspiraron, sabiendo que harían más ejercicio ahí que lo que hicieron en las clases de educación física en todo el año.

Las escaleras de piedra estaban desgastadas, porosas y algo quebradizas. Se ayudaban con rocas que pudieran encontrar, troncos y ramas de algún árbol o entre ellos mismos. La primera en cansarse fue Lucy, y Peter —como buen caballero y hermano mayor que se derretía por su pequeña hermana— la llevó en su espalda el último tramo luego de entregarle una manzana.

Rose | peter pevensie | (EN PROC. DE EDICIÓN)Where stories live. Discover now