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Era la 5ta semana cuidando la casa, había comenzado la temporada de lluvias así que estaba sola encerrada, encendí la chimenea y me dispuse a leer frente al calor agradable, cuando el estruendo de un rayo azoto en la cercanía, solo para después la puerta ser tocada con golpes fuertes y claros. Me puse una manta y salí a ver quién tocaba con esta lluvia, aunque ya tenía una corazonada de quien era la persona afuera.

Con sorpresa abrí de lleno la puerta y dejé pasar a un Kakucho empapado y frío, le di una toalla y le pedí que esperara mientras preparaba un baño caliente.

Lo dejé en una silla y preparé la tina, regrese y lo encontré en interiores (también empapados), evite mirarlo y que notara mi sonrojo, le dije de la ubicación del baño y él fue a ducharse. No nos habíamos dirigido la palabra y el ambiente era extraño, una mezcla entre oler aguarrás y beber alcohol, había un cosquilleo raro en mi cuerpo y lo quise ignorar.

Afuera del baño le dejé ropa de cama y toallas limpias, toqué y sin abrir le avisé de ello y regresé a la sala, frente a la chimenea.

Después de un rato, regreso vestido y seco, le ofrecí té y él aceptó. Nos quedamos bebiendo en silencio, uno que era incómodo, con un aire denso que podría cortarse con un cuchillo.

-Gracias por dejarme pasar- dijo sin dirigirme la mirada.

-No te preocupes, no es nada- conteste en automático.

-Quería verte- me quede en silencio, dejándole continuar- de camino me agarro la tormenta, si tienes un impermeable me iré. -trato de lucir animado, pero no lo logró.

-Quédate esta noche- me levante de la silla y él no me aparta la mirada - No me perdonaría que te enfermaras, además se está muy sola cuidando aquí- fui por galletas a un mueble cercano- ¿gustas?

El asintió y tomó un par de galletas, engullo una y la saboreó, algunas migajas se posaban en sus labios, - ¿Las hiciste tu? -, negué con la cabeza -Las hizo mi madre, vino a verme muy temprano para no mojarse al regresar a casa -.

-Ya veo- me contesto, lucia distraído y le daba vueltas a algo en su cabeza, pero no pude descifrarlo. – Creo que es momento de dormir- asentí y le guie a una habitación cercana, saqué algunas mantas del closet y las coloqué en la cama, el me miraba en silencio.

- ¿Hay algo que quieras decirme?- pregunté sin mirarlo y asegurándome que el calor de la caldera entrara a la habitación para que no muriera de frio.

- No, todo esta en orden, gracias -.

Nos despedimos y salí a la sala de nuevo, no sin antes traerme una frazada choncha y calientita, me senté frente a la chimenea, sobre la alfombra limpia, seguí leyendo bajo la luz y el calor que emitía hasta que simplemente me perdí en un sueño profundo.

El amante de las minasWhere stories live. Discover now