Al día siguiente desperté con un olor a tocino y huevos, me encontraba envuelta en mi frazada, pero ya no en la alfombra, ahora me encontraba en el sofá.
-No me di cuenta cuando me levantaste del suelo – dije con algo de vergüenza, mientras me sentaba y arreglaba un poco mi cabello, el solo sonrió mientras servía el desayuno.
Nos mantuvimos en un silencio bastante cómodo comparado con la noche anterior.
Después de desayunar lave los platos y nos despedimos, aunque él tenía una misteriosa sonrisa al despedirse.
Durante la tarde me dediqué a jardinería, ya que la casa estaba impecable, ahora habia una serie de matorrales con frutas, fresas y en algunos años aparecería un árbol de granadas.
Estaba descansando en una mecedora cuando vi una carroza acercarse, me levanté y me acerqué a la entrada, del carruaje descendió la vieja Elvir, con una gran sonrisa en la cara, me abrazó y entramos a la casa, del carruaje bajo un ayudante, el cual se dedicó a bajar cajas.
Ella me conto de cosas fascinantes de lugares que visitó, desde costas hasta bosques, ríos, lagos, montañas y peñascos hermosos.
-Te traje este álbum – me extendió un libro gris aperlado y lo hojee, observando postales y fotos, de comida y paisajes – Estoy segura de que iras algún día, así que en el espacio vació deberás llenarlo con una nueva foto o con un mensaje, toma-, me dio otra caja, pequeña y pesada, la abrí y encontré una cámara instantánea con varios sobres de papel.
- Se lo agradezco mucho, se lo pagaré – ella me hizo señas de que estaba bien.
-Es mi regalo de bodas cariño. –