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—¿Dices que te cantó?


El menor asintió conforme se llevaba el pan con queso a la boca.


Afuera se seguían escuchando los truenos, pero desde la habitación de Jaemin estos no llegaban a oírse. En lo que iban del tiempo junto, Ten se había autoconvencido de que no era a causa del pelinegro vecino que Jaemin había rechazado sus mimos. Porque para él era algo impensado que el castaño lo cambiara así porque sí de un día al otro.


—Jaemin ¿Puedes dejar de comer?


El menor negó teniendo las mejillas infladas de comida, en su labio inferior se asomaba una migaja de queso y su lengua se encargó de limpiar rastro alguno de la comida. Ten suspiró y le arrebató la comida para luego bajar a guardarla en la heladera, detrás suyo lo perseguía su amigo sin comprender las reacciones de su hyung.


—Te dije que dejaras de comer, ¿Por qué lo llamaste?


—Quería escuchar su voz.


—¿Por qué?


—Es linda, él es lindo.

El morocho se quedó estático repitiendo la declaración en su cabeza tal cual disco rayado. Su Jaemin afirmaba reconocer la belleza de Jeno y por mucho que quisiera negarlo no podía. Pero ahora su preocupación cabía en la posibilidad de que su amigo estuviera experimentado un pequeño flechazo por su vecino que le llevaba ventaja en edad.


—Jae-Jaemin a ti... ¿Te gus-gusta Jeno? —indagó temeroso a obtener una respuesta que no quisiera escuchar.


Pero Jaemin se mantuvo callado y no supo responderle correctamente a Ten. Gustar. Jamás se había replanteado aquel sentimiento, más siempre lo escuchó a boca ajena en su instituto. Sus compañeros gustaban de chicos y algunos correspondían a la palabra. Cuando aquello pasaba, él los veía unir sus labios sonrientes y sonrojados. Quizás gustar era una manera de preguntar si podían tocarse. Pero su diccionario decía específicamente: caerle bien a alguien o una atracción física. Y atracción era una fuerza de atraer, y atraer era acercar y retener. Según su lógica entonces; gustar era igual a retener. Si Jaemin gustaba de alguien, entonces quería retener a esa persona a su lado.


Que complicado era gustar de alguien... Jaemin no quería retener a Jeno, porque a pesar de parecerle linda la voz de su hyung, seguía considerándolo molesto. Sólo lo quería para que le cantara y ya.


Eran la una de la madrugada y Jaemin no podía dormir. Tenía ganas de escuchar la voz de Jeno otra vez. Y la tormenta había pasado, no tenía más que la excusa de querer oírlo. Suspiró rodando como podía por la cama, Ten mantenía sus pesados brazos alrededor de su cinturita y a Jaemin le molestaba. Pero el cuerpo dormido no contaba con la misma antigravedad que despierto, por esa razón Jaemin no lograba liberarse del afectuoso abrazo que poseía el mayor sobre él.


—Ten hyung... Pesas... —murmuró queriendo escapar del cariño. Pensó, acostumbraba a ver muchas películas para su vida cotidiana y entre ellas existía una demasiado absurda que no entendía por qué sus compañeras lloriqueaban por el protagonista. Claro, había olvidado que la trama del drama era puramente romántica.


Recordando una escena de aquel drama se giró para quedar enfrente del morocho, su aliento apestaba y lo peor era que le caía de lleno en su rostro. Arrugó sus facciones queriendo aguantar las arcadas y elevó su pierna para patearlo. Consiguiendo así; que el chico lo soltara y le diera la espalda retorciéndose del dolor. Aunque ciertamente seguía dormido.


Su pijama consistía en un remeron blanco y unas bermudas de tela color mostaza con ilustraciones de pizzas en él. Su cabello castaño revuelto y una ligera sensación de tener las sábanas aún pegadas a su cara. Buscó sobre su cómoda su celular, no lo usaba mucho, sólo cuando necesitaba la ayuda de su madre, padre o Ten.


¿Cómo había conseguido el número de su vecino? Mamá tenía una lista con los números de todos los vecinos, agregando bomberos, policías y hospitales cercanos por si Jaemin los necesitaba en algún momento de su cotidiana y rutinaria vida. Entre ellos se encontraba el de Jeno, junto con el de la señora Lee.


No quería que Ten escuchara su conversación, así que decidió buscar una mantita que lo mantuviera calentito en el cuarto de estar. Se sentó cruzado de piernas en uno de los sillones naranjas, la mantita celeste caía sobre su cabeza y colgaba a sus lados. Buscó el contacto entre los pocos y allí lo encontró en el solitario final de la lista. Le marcó y esperó todos los tonos que fueran suficientes para poder volver a oírlo.


¿Mmm? —la voz del otro lado de la línea sonaba ronca, adormilada y gastada. Como si el chico aún no fuera consciente de su realidad —¿Quién habla...?


Jaemin tenía reacciones que aún no distinguía. Como en ese momento donde se sintió relajado al escucharlo. Sus ojitos se cerraron y su cuerpito cayó delicadamente en el sillón. Quería responder que era él quien lo llamaba a eso de la una de la madrugada por una estupidez. Pero se mantuvo callado esperando que el chico adormilado volviera a hablar. Sin embargo, no contó con que este cortara la llamada.

No hay problema, porque al segundo de lo sucedido Jaemin volvió a marcarle y tal como pensaba; su vecino atendió y preguntó con exactitud lo mismo que anteriormente había dicho. Jaemin, en esta ocasión también se mantuvo callado deleitándose con el sonido de aquellas cuerdas vocales. Así pasó media hora donde un castañito peculiar llamaba al celular de su vecino y este último le atendiera perdiendo la paciencia.


No era como que Jeno pudiera poner el aparato en silencio, porque debía levantarse temprano y temía a que la alarma no sonara. Mas al décimo llamado arrojó las frazadas lejos de su cuerpo y atendió quedando sentado en la orilla de su cómoda cama.


—¡¿Quién pija está molestando a altas horas de la noche?!


—...


—Hijo de puta.


—...


—¿No vas a hablar? Si eres Yangyang juro que voy a meter tu cabeza en el retrete del baño de la universidad y si eres Marcelo ¿Qué puta mierda? Pensé que eras el más maduro de los tres.


La llamada se cortó y Jeno observó el número remitente. Enarcó una ceja porque en toda la noche él había sido quien cortaba primero. Suspiró y cayó sobre las colchas sintiendo sus ojos pesados por el sueño. Un bostezo después se acomodó y quedó dormido en un santiamén. Mientras que en la casa de enfrente yacía Jaemin con el corazón acelerado y el aparato siendo apresado entre sus manos y pecho. Definitivamente la voz de Jeno era linda.


—Hijo de puta... —susurró antes de caer dormido en el sillón de su casa. 

 

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SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Where stories live. Discover now