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Está bien. Lo admitía. La cena con tus suegros (por más que aún no lo fueran) sería una de las comidas más importantes de tu vida y, por supuesto, la más incómoda. Pero aquella situación sobrepasaba los límites de Jeno. Ya de por sí, el señor Na lo tenía entre ceja y ceja por sus tantas interacciones con su esposa. La mujer, en cambio, parecía sumisa en sonreír y preguntarle como le iba en el colegio al menor.

Aunque sobre la mesa todo daba indicios de que nada pasaba, lo cierto era que por debajo las cosas no andaban del todo bien. Jaemin era su principal preocupación y, por momentos, por su cabeza pasó la loca idea de llevarse el modem del internet para que no tuviera acceso a ninguna página de google.

Para ser más específicos, el menor era un completo caos. Estaban sentados juntos, uno al lado del otro, y el castaño no dejaba de jugar con sus piernas. Cada tanto, Jeno lo sentía patear y ponerse encima de la suya. Otras su pies recorrían parte de su pierna y un poco le levantaba el pantalón, provocándole escalofríos.

Si hubiera sido otra persona, no sé; como Yangyang, Mark, o Yeeun, tal vez los habría pateado para que dejaran de joder. Obviamente tratándose de su pequeño no podía hacer aquello. A Jaemin jamás llegaría a tocarlo para hacerle algún daño. Quizá antes sí, pero ahora ya no. ¿Quién le podría hacer daño a ese ángel de mente

perturbada? Él al menos no.

Por dentro tenía tantas ganas de decirle que parara por obvias razones, pero su lado aventurero gritaba que se callara la boca y gozara. Claro que no podría gozar si tenía la mirada del padre de Jaemin en él y la risa de la madre cerca. Ya estuvieron a casi llegar a otra situación allá en la habitación del menor. No necesitaba otra justificación para que lo llevaran bajo arresto.

La cena tal vez habría pasado dentro de todo "normal". Hasta el punto donde vio como Jaemin bajaba la mano y la reposaba sobre su pierna izquierda.

¡¿Qué hace?!

—¿Qué se supone que estás haciendo? —aprovechó para susurrar ahora que los dos mayores se encontraban charlando entre ellos.

—Te seduzco ¿Por qué?

—¿Me tienes que tocar tanto para seducirme?

—En la vida salvaje, así funcionan las cosas. Aunque considerando que son animales no puedo lanzarte mi defecación como un hipopótamo ni tampoco vomitarte como lo haría un loro. Sabes, los más bonitos son las aves que en su mayoría solo bailan.

—¡Pero no somos animales, Jaemin!

—Díselo a Darwin, cerebrito.

—¿Todo en orden? —habrían seguido discutido acerca del cortejo si no fuera que la mujer decidió que aquel momento era el mejor para interrumpir la muy cómoda charla. Ambos menores asintieron, uno nervioso y el otro decidido.

Al terminar la cena, los padres de Jaemin creyeron que lo mejor era que el muchacho ya partiera para su hogar. Era tarde y seguramente la señora Park aún seguía a la espera de su único hijo. A duras penas, Jeno aceptó irse. Tarde o temprano debía hacerle frente a su madre ¿No es cierto?

Antes de despedirse, los dos protagonistas de esta melosa y triste historia, que aún no se pone triste pero ya pronto, se quedaron en la puerta; viéndose y esperando que el tiempo siguiera quieto, sin necesidad de avanzar. Al menos Jeno sí lo veía así.

—Supongo que nos veremos mañana, enano hormonado.

—¿Vendrás a buscarme al instituto como hoy?

—Estamos pasando mucho tiempo juntos.

SILENT BURST || NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora