11|| Aidan muy iconic

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El cincuenta porciento de mi mente —para no decir el cien porciento— estaba aún metida en la situación de Aidan y su adicción por los cigarros, había averiguado un poco sobre la adicción de los cigarros, hasta me leí un pequeño cuento sobre el vicio que tenía una persona.

El cuento se llamaba "Solo para fumadores" de Julio Ramón Ribeyro, en donde él explica a través de un personaje la adicción de los cigarros, ignoró si el escritor era un fumador, él en una parte de la historia confiesa que los cigarros no le daban placer, ni lucidez, ni estados de éxtasis, ni visiones sobrenaturales, ni le suprimió el dolor o la fatiga, solo era ya la comodidad y la conformidad que tenía él por los cigarros.

Y entonces ¿Cuál era el problema de Aidan por querer tener un cigarro entre los dedos? ¿El estrés? ¿La serenidad que le daba? ¿La sociabilidad? ¿La adaptación?

Lo primero que iba hacer es hacer una prueba a Aidan en el que consistía hacerlo correr por tres minutos.

Le había pedido que me llevará a la losa más cercana y que además que viniera con un pantalón cómodo, no le había dicho nada de lo que íbamos hacer, él tampoco pregunto y acepto.

Cuando yo me había sentado en unas de las gradas y él se sentó al costado mío, deje mi pequeña mochila de color piel a un lado, luego de varios minutos en silencio y antes que prendería el cigarro que estaba en sus labios se lo dije.

—Vas a correr.

Él me miró confundido aún con el cigarrillo en sus labios para luego quitárselo.

—¿Qué?

Si Aidan fuera famoso, sería muy icónico, tendría stickers y memes por todos lados.

—Vas a correr por tres minutos.

—¿Tú me quieres matar?

Negué, ¿Yo, querer matarlo? Si quería ser lo opuesto.

Yo estaba insistiendo que lo haga y al parecer eso hizo que él se fastidiara, bajará las gradas y empiece a según él "calentar".

—¡A la cuenta de tres corres! ¡¿Vale?!

—Si, pero no me grites que te escucho perfectamente.

—¡A la una! .— desbloqueé mi celular y lo puse en el temporizador— ¡A las dos!

Aidan soltó un chillido que hizo que me ría.

—¡Ay Dios! ¡Me voy a morir!

—¡No lo vas hacer! ¡Ánimo Grinch!

Él me observó confundido al escuchar como le dije.

—¿Grinch?

—¡Si! ¡Eres igual de temperamental que él! ¡Y a las tres! ¡Corre soldado!

No deje que Aidan procesará todo lo que había dicho, se quedó unos segundos pensando y luego corrió.

Empezó a trotar sin ningún problema, a la primera vuelta ya está llegando casi al minuto, cuando llegó a los tres, no le avisé deje que siga corriendo, cuando estaba casi a llegar a la cuarta vi cómo paró, puso sus manos en sus rodillas, respirando profundamente y luego siguió, de un momento a otro cayó al piso.

Mis ojos se abrieron a más no poder, salte las gradas, guarde mi celular y fui corriendo hacia él.

Me eche en el piso mirándolo, puse mi codo y apoye mi cabeza en la palma de mi mano, sonriendo a Aidan.

Él estaba bien, solo un poco sudoroso y respirando fuertemente por la boca, me observó, levantó su mano derecha y me mostró su dedo del medio.

—Te detesto— añadió a la seña vulgar.

Solté una carcajada.

—Sin duda alguna lo haces.

Él miró hacia el cielo, soltó un bufido.

—Toda mi masculinidad que cree ante Candy se iría a la basura si ella me viera así.

Blanquee mis ojos y rasque mi mejilla incómoda. ¿Por qué siempre la nombraba?

—Oh, que bueno que a mí no me creaste un falso personaje de Alfa, cuando en realidad eres un triste omega— dije jocosa y luego toque su nariz con mi dedo índice.

Se rió falsamente.

—Que chistosa, ¿Hoy te follaste a un payaso? O ¿Por qué estás tan graciosa?

Le tire una bofetada suave en la cara.

—Eres demasiado vulgar.

Me levanté del piso, le di la mano para que se levantará, aunque en realidad no sé lo merecía.

Caminamos hacia las gradas, nos sentamos en estas, abrí mi mochila y le tiré la botella de agua en las piernas que había traído para él.

—¿Por qué fue esto? —preguntó, mientras llevaba la botella de agua en sus labios.

Me encogí de hombros— Porque quiero ayudarte.

—¿En qué te he pedido ayuda?

Y esa es la pregunta correcta, Aidan no me ha pedido ayuda yo solo estoy ayudando, sin que él lo sepa.

—En los cigarros me da pena verte así.

Él arrugó su nariz— No quiero tu ayuda, no quiero meterte en esto.

Me lancé a él, abrazándolo por la cintura, escuche como soltó un suspiro, el olor a nicotina y coco fue lo primero que llegó a mi nariz y luego un olor perdido de suavizante.

—Pero sé que estás mal, estas seguramente mal en lo emocional, quiero ayudarte, sé que posiblemente no va a ser una gran ayuda pero para algo servirá.

Él me empujó levemente, haciendo que hubiera una distancia entre nosotros.

— Por si aún no te lo han dicho, no eres un centro de rehabilitación ____.

Sabía muy bien que nadie pero nadie, debía ser el centro de rehabilitación de las otras personas, aquello te dejaba mal en todos los ámbitos, los dos crean una dependencia y eso estaba mal, la carga que tendrías por estar esperando resultados que posiblemente nunca ibas a ver.

Se me hacía tan difícil no poder ayudarlo, yo había creado una actitud empática hacia todas las personas que me rodeaban, hasta a veces yo lo confundía con hacer que todas las personas se sientan satisfechas y conforme de lo que hago. 

Tome su cara entre mis manos y lo mire directamente.

—Entonces te lo voy a decir por última vez, deja de fumar porque si sigues así te vas a malograr la vida, deja de hacerlo.

Lo dije tan segura, que está a mi me sorprendió pero no dejé que se diera cuenta.

Lo abracé de nuevo, pero esta vez no me empujó sólo tocó mi brazo con las yemas de sus dedos, sin hacer otro gesto.

—No sé si eres masoquista o cariñosa— soltó una carcajada fingida—, umm creo que eres los dos— nos quedamos en silencio por varios minutos—. ¿Sabes? Te voy a poner un apodo igual de ridículo que tú me pusiste.

Lo observé divertida.

—Lo que tú digas.

𝑪𝒊𝒈𝒂𝒓𝒓𝒊𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓 [✓] 𝐀.𝐆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora