El Comienzo

95 11 24
                                    

3 de junio.
1:00 p.m.

Hace ya 1 semana que llegamos a este lugar, un pequeño "retiro de verano" para chicos problemáticos.
Somos 30 mocosos hormonales encerrados en 3 pequeñas cabañas, vigilados por un trío de semi-adultos """responsables""" (es más responsable un bebé con un tenedor de metal frente a un enchufe) que están encargados de cuidarnos, pero están demasiado ocupados odiándose entre sí como para darse cuenta de que un chico se está desangrando en el otro cuarto.

Seguro quieren saber los nombres de nuestros cuidadores/carceleros/niñeros, sus nombres son Alexandra, su novio Zack, un completo idiota y Jason, de 20, 24 y 21 años, aunque tiendan a comportarse como si tuvieran 5; y no se desesperen, a nosotros nos conocerán poco a poco.

Una de las muchas cosas que nos enseñan aquí, son habilidades que nos ayudarán a ser útiles para la sociedad, ya sabes, esas cosas como organizar, coser, interacción social sin agresividad, lo típico, y una de esas lecciones consiste en aprender a cocinar, por lo que a diario nos turnamos para preparar las comidas; hoy es mi turno, y gracias a que con tantos chicos aquí la comida no dura nada, debo ir al mercado a surtir la despensa.

-No quiero ir- reclama Alekei, repantigado en el sofá con un brazo sobre el rostro-. Hace calor, es muy temprano y estoy muuy cansado.

-Vamos Alek, debes salir y es un lindo día -replico, intentando sin éxito sacarlo del sofá-; ademas, si vienes conmigo te compraré unas cuantas fresas -sin titubear, se levanta y se planta frente a mi, dispuesto por fin a acompañarme.

-¿A dónde vamos primero?

1:30 p.m.

-Nunca dijiste que habría que caminar tanto -refunfuña Jason, que por ser el monitor de nuestra cabaña tiene la responsabilidad de acompañarnos-, llegamos andando más de media hora y ni siquiera hemos salido del bosque.

-Son las desventajas de vivir a más de 3 kilómetros de la civilización, Jason -señala Sasha, otra de nuestros acompañantes.

-¿Y quien sería tan bobo para querer venir al medio de la nada? -rezonga Alek, ya también harto de caminar.

-Ustedes -respondo con una sonrisa-. Sus palabras exactas fueron, y cito "las personas son irritantes".

-ñiñiñiñiñiñiñi, guarda silencio Adhara -reclama Jason, claramente molesto por el giro que tomó la conversación.

Elián solo observa de forma tranquila, con una sonrisa apacible, la discusión entre nosotros 4, sin mediar palabra.

-Ya vale, hay que apresurarnos o levantarán todo antes de que lleguemos -digo, al tiempo que acelero el paso, forzándolos a seguirme entre quejas.

2:30 p.m.

Es un hermoso día, el sol es cálido sin llegar a quemar, y una agradable brisa sopla entre las calles abarrotadas, repletas de personas que desean vender o adquirir la mercancía. Nos contamos entre ellos, caminamos sin rumbo en busca de las cosas que necesito para la comida de hoy; cargo una cesta repleta de vegetales y carnes, detrás de mi los chicos resoplan bajo el peso de enormes bolsas repletas de alimentos "claro, ¿que creían? ¿que los traía por su excelente compañía?".

-¿Cuanto falta Adha? Creo que estoy apunto de desmayarme -reclama Sasha, mientras sostiene una bolsa enorme llena de latas de conservas.

-Espero que no falte mucho, o juro que caeré muerto aquí mismo -contesta Alek, con gotas de sudor cayendo por su cabello.

-Ya basta los dos, actúan como un par de niños pequeños -los reprendió Elián-. En vez de quejarse, ¿que les parece si nos apresuramos y terminamos las compras de una vez?

Así que continuamos, con tres de los chicos quejándose de su dolor de pies, mientras Elián y yo simplemente los ignorábamos .

3:30 p.m.

40 minutos después seguimos caminando, buscando las últimas cosas antes de volver a casa, aunque los pobres chicos parecen a punto de desfallecer, así que decidimos sentarnos a la sombra de un sauce llorón a reposar unos minutos.

-Dime por favor que no nos harás cargar más, ya no siento las manos -rezonga Sasha-, si me haces cargar un poco más me saldrán ampollas.

-Deja de ser tan ridícula, no es como si te fueras a morir -le contesto irónicamente; también estoy cansada, pero no pienso admitirlo, no frente a ellos.

Pasamos otros 30 minutos recostados a la sombra del árbol, disfrutando del clima agradable, y de lo que en esencia parece ser un día perfecto; hablamos poco, una que otra broma y las risas de jóvenes ingenuos que no tienen idea de lo que les
espera.

-¿Han visto las noticias últimamente chicos? -preguntó Elián con aire ausente- Dicen cosas raras allí últimamente.

-¿Raras en qué sentido? -responde Alek, poco interesado

-No lo se... raras. Unos policías le dispararon a un indigente... ¡en plena calle, frente a montones de personas!

-¿Y porque? No pudieron dispararle así como así -pregunta Sasha, intrigada.

-Recuerdo haber visto la noticia también -intervengo-. Lo más raro de todo es que le dispararon en el torso, y el tipo siguió caminando como si nada, le dispararon unas seis veces más antes de que cayera.

-Aquí huele a gato encerrado... -comienza a decir Alek.

-Vamos chicos, deberíamos terminar, o volveremos demasiado tarde a casa, los demás deben estar esperándonos -corta Jason, incorporándose.

Nos levantamos y nos sacudimos el polvo de los pantalones, listos para reanudar la marcha.
De camino hacia la salida del mercado, Alek recuerda las fresas que le prometí y que accidentalmente había olvidado comprar, por lo que regresamos unas cuantas calles para comprarlas; de camino a la salida Elián vio un pequeño puesto de dulces, por lo que volvimos un poco más, y así sucesivamente, retrasando poco a poco nuestra vuelta a casa.

-Por fin, pensaba que jamás saldríamos de allí -se queja Sasha, que solamente nos siguió, quejumbrosa, durante nuestra odisea en el mercado-. Llegaremos a casa y subiré a dormir, es demasiado temprano para esto.

-Para ti es siempre temprano -replica Jason, poniendo los ojos en blanco.

-Yo duermo para tener buen humor siempre, a diferencia de algunos aquí -responde Sasha, entornando los ojos de forma acusadora.

El aludido se dispone a
protestar con una réplica no apta para niños, cuando un sonido rompe el bullicio en la calle; es un sonido de duración corta, pero resonante, fuerte, que hace eco en los oídos de todos, un sonido que todos conocen, y al que temen por la misma razón. El sonido provoca un silencio escalofriante, solo interrumpido por un lejano murmullo, extraño para todos.
Le sigue un caos absoluto: gritos, histeria total, gente corriendo y empujándose, buscando ponerse a salvo, mientras nuestro grupo de protagonistas se apretujan unos con otros, intentando mantenerse juntos.

Y así comienza la pesadilla.

Hola, personita que está leyendo ésto, gracias por leer el primer capítulo de esta modesta novela, para mi significaría muchísimo que permanecieras aquí, que te quedes para descubrir el destino de nuestros jóvenes protagonistas.
Igual, gracias por leer hasta aquí, buenas noches lindx lectorx.

Siervos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora